En Cuevas del Valle la gente mira al cielo. Una nube de silencio y ceniza, fina como la luz de la tarde, lo ocupa todo. Los helicópteros pasan, sueltan el agua, y vuelven. Bajan los vencejos, ladera abajo, y se confunden con las alas naranjas de los hidroaviones. La columna de humo sube y luego se quiebra hacia el sureste. Ya humo blanco, de piornos y monte bajo, transparente sobre la tarde oscura. Luz fría sobre Mombeltrán, como de tarde de enero. En los pinos aún aguantan brochazos de verde, supervivientes al infierno de la noche anterior. Si te fijas todo el pinar arde, o llora en gris, con un aliento espeso. Las carreteras se internan por bosques de espectros hacia el Arenal. Los fuegos resurgen en los valles y hay algo que te va diciendo que es imposible, que no puede ser. Pero el olor a humo se masca, el aire es seco, mineral, cruje el granito. Es verdad. Detrás del fuego siempre hay intereses, pero el fuego siempre deja muerte y paisajes desencajados. Los troncos de pino son agujas de ceniza en una tierra que ya sólo es desolación. El fuego lo para todo, es una muerte que arranca la belleza de raíz, en un segundo. Y le descuaja pedazos de alma a la tierra, como se los arranca a quien conoce lo que se ha perdido, los paisajes, los lugares, los cerezos, los castaños, las miradas de las gentes que han labrado el paisaje de Gredos durante generaciones. Todo se va, y lo sabes, y te hace saber que ya nada será igual, que no serás igual.
jueves, 30 de julio de 2009
LAS CENIZAS DE GREDOS
En Cuevas del Valle la gente mira al cielo. Una nube de silencio y ceniza, fina como la luz de la tarde, lo ocupa todo. Los helicópteros pasan, sueltan el agua, y vuelven. Bajan los vencejos, ladera abajo, y se confunden con las alas naranjas de los hidroaviones. La columna de humo sube y luego se quiebra hacia el sureste. Ya humo blanco, de piornos y monte bajo, transparente sobre la tarde oscura. Luz fría sobre Mombeltrán, como de tarde de enero. En los pinos aún aguantan brochazos de verde, supervivientes al infierno de la noche anterior. Si te fijas todo el pinar arde, o llora en gris, con un aliento espeso. Las carreteras se internan por bosques de espectros hacia el Arenal. Los fuegos resurgen en los valles y hay algo que te va diciendo que es imposible, que no puede ser. Pero el olor a humo se masca, el aire es seco, mineral, cruje el granito. Es verdad. Detrás del fuego siempre hay intereses, pero el fuego siempre deja muerte y paisajes desencajados. Los troncos de pino son agujas de ceniza en una tierra que ya sólo es desolación. El fuego lo para todo, es una muerte que arranca la belleza de raíz, en un segundo. Y le descuaja pedazos de alma a la tierra, como se los arranca a quien conoce lo que se ha perdido, los paisajes, los lugares, los cerezos, los castaños, las miradas de las gentes que han labrado el paisaje de Gredos durante generaciones. Todo se va, y lo sabes, y te hace saber que ya nada será igual, que no serás igual.
miércoles, 29 de julio de 2009
ARDE GREDOS

Ha muerto una persona, arde un pedazo de Gredos, la noche consumirá a su antojo bosques, paisajes, casas, lugares, mientras lo deja todo negro. A media tarde la columna de humo del incendio llegaba hasta el valle del Ebro, quizá hasta los Pirineos. Ayer era el incendio de las Hurdes el que llenaba todo de gris. Hoy ha amanecido limpio, transparente, pero ha sido breve. Un brochazo gris/negro, humo donde vuela hecho pedazos el verde de Gredos.
El primer recuerdo que tengo de un incendio forestal es en Arenas de San Pedro, a finales de los años setenta. Recuerdo mirar desde el castillo, y ver arder la sierra, a izquierda y derecha, arriba, fuego en todas partes, brasas iluminando trozos de pinar que se desprendían, humo bajando en oleadas de calor. Después, a mediados de los ochenta, en una noche como ésta, recuerdo ver arder toda la sierra de golpe, desde el Puerto del Pico hasta Sotillo de la Adrada. Eran incendios inmensos, que duraban semanas, o quizá fuesen varios, que venían a quemar lo que el anterior había dejado vivo. Luego volvió a quemarse la sierra de Pedro Bernardo, a principios de siglo, y pasé buena parte de la noche allí, aprendiendo que el fuego es infinitamente peligroso e impredecible. Y ahora, otra vez, arde el horizonte, arde Gredos, como ha ardido cien veces y probablemente volverá a arder.
Cuando muere una persona en un incendio quizá el resto de consideraciones sean secundarias. Pero aquí el fuego ha sido provocado, como tantas veces, lo que implica que tenemos delante un crimen premeditado, un asesinato. Estamos igual que en los setenta, que en los ochenta, que a principio de siglo. Alguien ha prendido la llama, y probablemente, cuando se apague, volverá a hacerlo. En Gredos sobran pinos y faltan bosques. Pero no es excusa. Ya se llevaba varios años intentando quemar esta zona, como van unos cuantos que se intenta quemar toda la Sierra de San Vicente desde el Guadyerbas. Se saben y se huelen las querencias, quizá los intereses. El fuego limpia lo que sobra, empobrece hasta el límite, reconvierte los bosques en suelo donde urbanizar, hace que la madera se venda barata, negocio para unos pocos, miseria para todos.
El incendio es un desastre ambiental de primera magnitud, el destrozo es y será inmenso, porque será difícil de parar y controlar. El que ha metido fuego al monte ha sabido bien lo que ha hecho, dónde lo ha hecho y en qué día. Este verano va a ser un desastre, ya lo es.
De madrugada las columnas de humo siguen subiendo, se refleja el fuego con su ritmo lento devorador de distancias. Miro con los prismáticos. Espumas de fuego suben a lo alto. Son del mismo color con que El Bosco pintó pedazos del infierno en El Jardín de las Delicias. El fuego está muy alto, sigue avanzando. Gredos arde treinta años después. No hemos aprendido nada.
viernes, 24 de julio de 2009
VERGÜENZA
Es lo que te queda después de recorrer la cicatriz polvorienta y mirar hacia atrás. Vergüenza. Entre Navamorcuende y La Iglesuela se está ejecutando con total impunidad un saqueo al patrimonio ambiental y cultural de la Sierra de San Vicente. No estoy en contra de que se mejore y arregle la carretera. Estoy en contra de la chapuza llevada su extremo. Lo que allí se está ejecutando, promovido por la Consejería de Obras Públicas, y auspiciado por la de Medio Ambiente (o como se llame ahora), es un verdadero atentado al sentido común y a la racionalidad. Se han arrancado encinas cuyos troncos sobrepasan el metro de diámetro, enebros de unos cuantos de cientos de años, fresnedas completas en el Torinas. Se están vertiendo miles de metros cúbicos en una escombrera que no contempla el proyecto de ejecución; la cañada Leonesa Oriental queda colgada varios metros sobre el nuevo nivel de la carretera, y no pasa nada. Pero lo peor de todo es la cicatriz que se va dejando en una zona que se debería cuidar con devoción, pero que se maneja con frivolidad y sin ningún atisbo de respeto.
Aquí tiene que haber algún responsable, la Junta no puede patrocinar y amparar este desaguisado. Y, repito, entiendo que la carretera tenía que ser mejorada, pero no de una forma que sólo se lleva por delante una zona única. Ejemplos de actuaciones en carreteras similares, pero bien ejecutadas y armoniosas con el paisaje y el patrimonio, hay muchos y no muy lejos, pero aquí ha primado actuar sin contemplaciones y despreciando lo que daba valor al paisaje y al territorio.
Es un atropello a la razón. Los troncos cortados con motosierra están fríos, aún brota resina de los enebros y su olor llena la tarde. Pero lo que queda es la vergüenza inmensa, suspendida en el aire de la tarde, más espesa que el polvo que levantan una y mil veces los camiones que se llevan, convertido en basura, lo más valioso de esta tierra.
sábado, 11 de julio de 2009
RÍO ALBERCHE EN ESCALONA, 10 DE JULIO
Ayer el Alberche pasaba con ganas bajo Escalona. El agua brillaba en las chorreras, y se iba a esconder, rápida, entre las saucedas y las alisedas. Probablemente el Alberche sea actualmente el río de la cuenca del Tajo con mayor caudal, exceptuando al Jarama -colector de aguas residuales de Madrid-. El Alberche lleva agua porque tiene que llegar a los regantes del Canal Bajo del Alberche, si no estas imágenes no existirían y el río reduciría su cauce a poco más de un metro de anchura. Esto es lo que pasó en los años en los que la Confederación Hidrográfica del Tajo no permitió regar con agua del Alberche, y dejó que toda al agua se fuera. bombeada desde Picadas al Guadarrama, para "regar" el césped de los adosados de la periferia madrileña.
El Alberche necesita este caudal, porque es un reguero de verde y de vida, de bosques y de sombra. Sin regadíos en la vega de Talavera -Alberche, Talaverilla, Pepino, Calera-, no existiría el Alberche, el propio río, aguas abajo de Picadas, ya que todo esta agua se iría bombeada hasta los depósitos del Canal de Isabel II en Madrid. No creo que existan regadíos más "ecológicos" que los del Canal Bajo del Alberche. Ayer, 10 de julio, hacían posible este paisaje en la vega de Escalona.
viernes, 10 de julio de 2009
CANDELEDA NO SE VENDE

Por ello es impagable y jamás estará suficientemente agradecido el trabajo que están realizando desde la Plataforma contra la especulación urbanística de Candeleda, intentando impedir que se urbanice un buen pedazo de la sierra, al pie de la garganta Blanca, tomando el agua del arroyo Castañarejo. La Junta de Castilla y León utiliza la riqueza natural y cultural del territorio que administra, como materia prima barata para un desarrollo tan insostenible como anacrónico. Ahí están los ejemplos de Villanueva de Gómez, Navas del Marqués, los parques eólicos del valle de Amblés; o Candeleda. Todo ello en Ávila. El paisaje, el agua, la tierra, Gredos, como madera barata para la caldera del desarrollismo inculto que tanto daño ha hecho y, a lo visto, continuará haciendo.
La Plataforma de Candeleda es un ejemplo, porque la lucha de los ciudadanos por lo suyo, por su paisaje, por su tierra, por su ecosistema básico conformado por lo que los sentidos son capaces de transmitirnos, simplemente por saber observar y comprender, es quizá lo más importante, lo que hace que seamos de una tierra, no que la tierra sea de nosotros y podamos hacer con ella lo que queramos.
La lucha de la Plataforma de Candeleda, es la lucha de todos los que sabemos y creemos que la tierra es más que suelo que urbanizar. Al menos es mi lucha. Ahora las excavadoras derriban las puertas del paraíso, profanan los castros vettones, meten el agua de los arroyos por tuberías, se llevan por delante el paisaje, la tierra, un pedazo del azul de Gredos, del esmeralda de las gargantas. Si lo consentimos seremos menos nosotros, porque nos habrán arrancado un pedazo de nuestra alma. Gredos, esta tarde, es azul transparente, con brochazos de nubes rojas y amarillas, espesas. Los vencejos pasan y vuelven, como un oleaje antiguo e infinito.
lunes, 6 de julio de 2009
LA TRIBUNA EN LA TRIBUNA

viernes, 3 de julio de 2009
400 HECTÁREAS
Ayer, a media tarde, con 40º a la sombra y un viento seco y racheado, la cosa pintaba muy mal. Miraba el fuego y se me helaba la sangre. Hoy las cifras hablan de cerca de 400 hectáreas quemadas en el incendio de La Pueblanueva, es decir, cerca cuatro millones de metros cuadrados. Y lo peor de todo es que 300 hectáreas son de monte. Siempre me ha dado mucho miedo oír, en las crónicas de los incendios, la coletilla de monte y matorral mediterráneo, como si no tuviera valor, y lo verdaderamente importante fuera el bosque. Pero nuestro bosque es el monte mediterráneo, lo que ayer ardió con virulencia en las barrancas y regueros que bajan desde las rañas hasta el Tajo. El paisaje quemado es de un valor inmenso, el bosque también. Es un bosque lento, el de verdad, de coscojas y enebros, de encinas y algún quejigo en las zonas húmedas y umbrías. Siempre me ha llamado la atención la tenacidad del bosque de los territorios del Sangrera, los rodales de monte supervivientes de los altos de las barrancas que se despeñan al Tajo, y la capacidad, lenta pero infinita, de recuperación del bosque, incendio tras incendio, corta tras corta, olvido tras olvido.
Lo que ardió ayer es uno de los territorios naturales más destacados del valle del Tajo. No lo es por las formaciones de barrancas, o por la capacidad del hábitat de acoger especies como el águila perdicera, el halcón peregrino o, en tiempos no tan lejanos, la cigüeña negra. Sino porque forma parte de un corredor ecológico de primera magnitud que pone en contacto al propio Tajo, que entra sin solución de continuidad al mediodía con los montes y rañas que dan paso a la Jara y Montes de Toledo; y al norte, con los antiguos encinares del Alberche, que comunicaban, hasta su reconversión en naves industriales, por el propio río con el Sistema Central. Este conjunto natural quedaba enmarcado por el soto de Entrambosríos, que fue hasta su destrucción uno de los grandes bosques de ribera del Tajo. Es decir, era el único lugar del Tajo no embalsado donde se daba una continuidad natural entre el norte y sur de la Península. Hoy, destruido el Soto, el Alberche desaparecido, y el Tajo con apenas caudal para llenar una cesta de los helicópteros que ayer se pegaban contra el fuego, las barrancas seguían ahí con su bosque de paciencia, hasta que ayer el fuego se lo llevó.
Se nos ha quemado un pedazo de la piel de nuestro paisaje, quizá la piel más auténtica y valiosa. No sé si habrá sido a conciencia o por error, pero el daño, grande, está hecho. A esta hora arden los montes del Bullaque, en la raya de Cabañeros. Arde el bosque lento, el monte y matorral mediterráneo, el bosque de verdad. Empieza mal el verano.
jueves, 2 de julio de 2009
FUEGO: ELEMENTO UNO
