Texto íntegro de la conferencia impartida en la Real Fundación de Toledo dentro del ciclo del Ciclo de conferencias "Investigando el Tajo", de la Universidad de Castilla-La Mancha.
El Tajo es una sala de conciertos de agua
con plateas de juncos, puentes de anfiteatros,
desde donde se escucha cantar las más hermosas
canciones de la boca de peces y pájaros.
(…)
El Tajo es una sala de música que suena
al compás de la vida de todo lo creado,
música de mi infancia, mi inocencia perdida,
que guardan en sus trinos los peces y los pájaros.
Buenas tardes
Muchas gracias por su asistencia y muchas gracias por la tan inmerecida como calurosa presentación.
Para mí representa algo muy especial estar aquí, en este lugar, ante ustedes, para hablarles del Tajo, el río que nos cruza ahí abajo, y que nos escucha, y que se lleva en silencio nuestro cariño, nuestro silencio, nuestro olvido, nuestro desprecio… Y casi siempre arrastrando una enorme decepción… porque aún hoy, bien entrado el siglo XXI, en pleno 2015, no hemos sabido despojarle del yugo que lo aprisiona y anula.
Quiero dar las gracias a la Real Fundación de Toledo, y a don Juan Ignacio de Mesa, no sólo por esta oportunidad de expresarme en su sede. Es un honor. Sino también por su implicación en la defensa y denuncia de la situación del Tajo. No podría ser de otra manera en una institución que vela en el sentido más amplio de la palabra por la ciudad de Toledo… Y estarán conmigo en que Toledo no se puede entender, explicar, ni proyectarse hacia el futuro sin tener en cuenta al Tajo. Agradezco de nuevo su compromiso y valentía. Porque es signo de valentía en estos tiempos levantar la voz por nuestro río. En tiempos de medianías, cobardías y mediocridades, es un lujo que la Real Fundación de Toledo, como la propia roca Tarpeya, destaque como un faro arrojando luz y palabras sobre el Tajo. Gracias.
Y, por supuesto, agradecer también la implicación de la Universidad de Castilla-La Mancha, que poco a poco va madurando y tomando conciencia de su responsabilidad, en este caso con el río Tajo y su estado. Pero aquí quiero dar concretamente y muy especialmente las gracias a Beatriz, porque todo esto y mucho más, es posible por tu tesón y cabezonería. Este ciclo de conferencias, el del pasado año, el del próximo… El grupo de trabajo creado desde el seno de la propia universidad… Todo es gracias a ti. Gracias de corazón por tu empeño en irnos “cazando” uno a uno, echándonos el lazo, recordándonos fechas, compromisos… Muchas gracias.
He comenzado con unos versos del poeta talaverano Joaquín Benito de Lucas, poeta nacido sobre el Tajo, sobre el remendado puente romano que durante siglos el río tumbó y volteó, y que durante siglos los hombres y mujeres de mi ciudad volvieron a levantar una y otra vez…
Hoy quizá les decepcione. Porque a la hora de plantear esta conferencia, desde hace unos meses tuve claro que no se trataba de venir a contar penas, a llorar, a decir lo mal que está el Tajo, lo poco que hacen por él las Administraciones de todo nivel y pelaje. Antes y ahora. ¿Para qué? Los magníficos conferenciantes que me han precedido ya lo han dejado meridianamente claro, y podemos ver sus vídeos que religiosamente Aurelio va colgando en su blog. Y en todo caso… estamos en Toledo, y simplemente con que bajemos a la orilla del río, con su contemplación, con observar el rastro de espumas y grasa que arrastra bajo el puente de Alcántara o el de San Martín nos queda claro su estado.
Esto no es Bruselas, donde hace un par de meses me costaba trabajo convencer a los eurodiputados suecos, alemanes, del norte de Europa… que esas fotografías que les mostraba eran de este mismo año, de 2015, de un río europeo, de España, de una ciudad, Toledo… No se lo creían… porque para ellos un río en el estado de conservación del Tajo ya no existe en Europa, ni menos en sus países. Hace 40 años sí. Ya no. Ésa es la diferencia. Pero nosotros lo tenemos así aquí en Toledo, en Aranjuez y en Talavera de la Reina... El papel, las leyes lo aguantan todo. Nuestros sentidos no, no nos mienten. Nuestros ministros y ministras van a Europa, mienten, dicen que el Tajo está bien… Pero no lo está. Nosotros y el río lo sabemos.
Hoy podría parapetarme detrás de alguno de los muchos power point que uso para explicar la situación de nuestro río, de cientos de gráficos, datos, números, cifras, tramos de río marcados en color rojo, incumplimientos de Directivas europeas, de leyes nacionales… Eso es importante. Pero no lo más importante. Porque al final he llegado a la conclusión de que nos están llevando al huerto, a su campo, que nos están arrinconando, que nos están haciendo jugar con sus cartas marcadas. Y caemos en la trampa, y creemos –como somos de corazón noble– que entrando en su “garito” de trileros, jugando con sus reglas trucadas, admitiendo incluso que nos saquen de vez en cuando algún as de la manga, que los dados estén trucados y siempre caigan del mismo lado… creemos ilusos que aún así, admitiendo sus trampas y sus reglas, tenemos alguna oportunidad de ganar. Pero es imposible.
Llevo meses rodeado de miles de folios: del plan del Tajo de 1998; del secuestrado y mutilado de 2011; del actual de 2014; del que se prepara ahora para 2016 y que nos llevará hasta 2021, mero copia y pega del anterior… Rodeado de miles de datos, gráficos, decenas de números de estudios hidrológicos, hidrobiológicos… Trabajando en los informes que preparamos para las demandas interpuestas ante el Tribunal Supremo, las tres Quejas que tenemos registradas ante la Comisión Europea… He dibujado literalmente el Tajo y sus afluentes en un Sistema de Información Geográfica, he marcado las zonas protegidas, los distintos tramos, las infracciones… he analizado los puntos de vertido… He simulado durante estos años los escenarios óptimos para la mejor gestión del Tajo… De eso les puedo hablar también, pero espero al turno de preguntas por si desean conocer algún dato… Aunque les adelanto ya que el Tajo se puede recuperar, es muy sencillo: sólo dejar que el agua fluya de cabecera hasta su tramo medio, y depurar mejor el agua de la Comunidad de Madrid y los vertidos en su cauce. Nos podríamos volver a bañar en el Tajo. Podría volver a tener crecidas que modelaran y enriquecieran sus riberas… El Tajo podría volver a tener VIDA con mayúsculas. Es posible. Pero no hay voluntad política. El Tajo es un río secuestrado. Durante cuarenta años lo han encerrado en su “Guantánamo” particular… y allí continúa, como el Conde Montecristo en su prisión, sin saber por qué.
No voy a decir que las cosas están peor. Que no se ha avanzado. Que nada de lo hecho ha servido para nada. No. Tampoco voy a decir que miles de horas de trabajo, de reuniones, de participaciones en comisiones, viajes, conferencias… no han servido para nada. No. Jamás. No lo diré por dos cuestiones: la primera porque profundamente creo que no es así, y ahora intentaré explicarlo, aunque ya adelanto que no sé si seré capaz. Y la segunda, porque sería admitir un fracaso personal vital, el mío, y no estoy dispuesto a hacerlo. No mientras me quede vida, porque el compromiso con el Tajo es un compromiso que adquirí de por vida. Y no soy persona dada a traiciones ni acostumbrada a perder.
Escribió Pessoa aquello de que por el Tajo se va al mundo. Cada uno de nosotros somos memoria que crece. Somos como un pedazo de barro del Tajo que el alfarero de la vida va dando forma en el torno. Despacio, con elegancia, agua y arcilla que la luz y el sol de la vida dotarán de belleza; y también de fragilidad. Mis primeros recuerdos son del Tajo en Talavera de la Reina, mi ciudad. Un río desbordado en la vieja Alameda de álamos negros –que ya no existe– que llevaba desde el Prado hasta la playa de los Arenales. Un río inmenso en aquellos inviernos de mediados de los setenta del pasado siglo, donde le oías desde lejos, desde el barrio de Patrocinio, cuando me llevaban a verlo a las azudas de la Morana. El río entonces era como esos campos de glaciares que vemos en los documentales: bancos de espumas cubrían toda la corriente, una imagen también muy familiar aquí en Toledo. Ahora el río arrastra incluso más veneno que hace cuarenta años, pero más discreto, embebido en sus aguas.
En el Tajo, en su ribera, aprendí a escuchar a un río. Descubrí el nombre de los árboles: el taray, el álamo blanco, el sauce, el álamo negro, el fresno, el olmo… Me enseñaron a distinguir los pájaros, por su vuelo, por su plumaje… y sobre todo por su canto; el jilguero, los ruiseñores, el pinzón, el verdecillo, el verderón… La oropéndola… Aprendí a leer la naturaleza y la vida en sus orillas, a cerrar los ojos y modelar un mundo de sensaciones, con mucho más relieve y profundidad que la simple vista me podría nunca alcanzar. El Tajo fue mi biblioteca, el lugar donde los veneros manaban agua limpia y transparente, donde las atarfas se enganchaban y rasgaban la piel. Un papel infinito de arena fina donde dibujar con un palo de fresno gastado por la corriente. Donde leer huellas de galápagos, de garzas y cigüeñas. Y recoger los caparazones inmensos de las náyades, los mejillones de río que tapizaban las islas someras de finales de primavera. El Tajo me dio todo eso.
No voy a contarles mis historias con el Tajo. Sólo que tengo un compromiso con él. Quizá el mismo que tiene cada uno de ustedes. Somos memoria, ideas, impulsos, convicción y convencimiento. Somos decisión, y cada uno de nosotros está llamado a cambiar la situación de nuestro río, porque creemos en ello. Y porque somos capaces.
Es muy fácil decir que el problema del Tajo es el trasvase Tajo-Segura, o los vertidos de Madrid que llegan al río por el Jarama, ya el verdadero río que discurre por Toledo… Pero no es cierto. El problema del Tajo es un problema mucho más profundo. Es un problema cultural. Social. Un problema de no querernos, no querer nuestra tierra, nuestro paisaje, nuestro ser.
¿Cómo si no se puede profanar el Tajo colocando una tirolina aquí al lado, junto al puente de San Martín, frente al casco histórico y el paisaje urbano más singular y sobresaliente de todo el país? ¿Entendería alguien que frente a Venecia se colocara un parque acuático? ¿O que llenáramos de grafitis las murallas de Ávila, porque así son más “modernas”? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué no somos capaces de valorar en su justa medida nuestro paisaje, nuestra cultura, nuestros elementos diferenciadores, nuestro río… y en cambio banalizamos y ensuciamos todo?
El Tajo es el río en peor estado de conservación de toda Europa Occidental. Trasvases, vertidos, excesiva regulación por grandes presas, presión agrícola, ausencia de caudales ecológicos reales… Un acuerdo con Portugal –convenio de Albufeira– absolutamente insuficiente para garantizar las demandas del país vecino y la propia vida del río… Un río que muere en Trillo, provincia de Guadalajara, y que sólo resucita, a tramos, aguas abajo de la presa de Cedillo, pero en territorio portugués.
¿Cómo hemos podido ser tan miserables para hacer esto al Tajo? ¿Cómo hemos permitido que se trasvase más de la mitad del agua de su cabecera, ya de por sí menguada en cerca de un 50% en los últimos 35 años? ¿Cómo permitimos que se sigan produciendo decenas, cientos de vertidos a su cauce limitado y exhausto? ¿Cómo permitimos que aguas abajo de Talavera de la Reina y durante 300 kilómetros hasta la frontera con Portugal no exista ni un metro lineal de río, ni uno, que todo sea una sucesión de embalses, incluso incluyendo a un Parque nacional, para su avariciosa explotación hidroeléctrica? ¿Cómo permitimos que el Tajo sea una cloaca a cielo abierto a su paso por una ciudad como Toledo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco? ¿O un mísero chorro de agua cuando llega a Aranjuez, declarada Paisaje de la Humanidad también por la Unesco, y paradigma urbanístico de ciudad de recreo junto al Tajo? ¿Cómo permitimos que el río se seque durante varios meses al año aguas abajo de Toledo, bajo la presa de Castrejón, y a Talavera de la Reina no llegue nada de agua, ni por el Tajo ni por el Alberche? ¿Cómo permitimos que hayan desaparecido sus bosques de ribera, que los tractores aren hasta la misma orilla, que los álamos blancos y los pájaros moscones que hacían sus nidos con sus amentos ahora en primavera, hayan desaparecido? ¿Cómo permitimos que las ciudades construyan y urbanicen sus llanuras de inundación, sin respeto al río que tarde o temprano se lo llevará todo por delante?
La situación después de esta nueva traición es mucho peor que la existente con el Plan de cuenca de 1998. Los volúmenes de agua circulante se han reducido, no se han fijado caudales ecológicos en las tres ciudades más pobladas de la cuenca (Talavera, Toledo y Aranjuez), y los afluentes han visto disminuir el régimen de caudales. Mandan los señores del Tajo, como nos explicó María Soledad Gallego; el trasvase Tajo-Segura, el sobredimensionado y erróneo abastecimiento a Madrid, y la draconiana explotación hidroeléctrica del tramo bajo de la provincia de Toledo y Extremadura. Los ciudadanos somos mero estorbo.
Por si fuera poco, y el Plan de cuenca de 2014 no fuese nefasto para el Tajo, el ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en connivencia con las Comunidades Autónomas “afectadas”, es decir Murcia y Valencia, se ha inventado una cosa que se llama Memorándum de entendimiento, que no es sino utilizar el poder del Estado para saltándose la ley dar todos los derechos al trasvase Tajo-Segura, y ninguno al Tajo. Es más: ese memorándum se ha hecho real decreto ley. Y todo ello sólo para favorecer a un determinado grupo de presión, los regantes del trasvase Tajo-Segura, perfectamente arropados por sus representantes políticos. Y todo ello, con las bendiciones del gobierno de Castilla-La Mancha, con su presidenta María Dolores de Cospedal a la cabeza... Por cierto: la presidenta de Aragón, la también popular Luisa Fernanda Rudi no dudó en llevar al Tribunal Constitucional el Memorándum y el decreto de gestión del Tajo-Segura, porque no tenía duda de que afectaba a los intereses e integridad de la región que preside. Aquí no. Al contrario: aplaudimos y bendecimos el saqueo.
Finalmente el Tribunal Constitucional dio la razón a Aragón. Si Castilla-La Mancha hubiese recurrido, también hubiese ganado, y con más fuerza. Pero no es prioridad de nuestro gobierno defender los intereses de esta tierra ni de sus ciudadanos.
De igual manera, la Defensora del pueblo ha dado la razón a los colectivos que defienden el Tajo en la denuncia que presentamos hace casi año y medio por la tramitación del memorándum Tajo-Segura. Nos ha venido a decir que la maquinaria del Estado incumple la ley, que no respeta el proceso planificador que establece el propio Estado, y que no da lugar a la participación pública. ¿Y?
Recapitulando, tenemos un escenario donde el Plan de cuenca aprobado en 2014, mas el memorándum de entendimiento entre Comunidades Autónomas plasmado tanto en la ley 21/2013 como en el real decreto 773/2014 de gestión del Tajo-Segura, han querido enterrar para siempre al Tajo, al menos para unas cuantas décadas. Pero por otro lado la razón quiere imponerse, y tanto el Tribunal Constitucional como la Defensora del Pueblo alertan de que qué está pasando aquí. Que qué chapuza inmensa es ésta.
Tenemos un tremendo encorsetamiento legislativo, al Tajo lo han querido enterrar bajo leyes, decretos y demás parafernalia… Pero no es fácil tapar una mentira tan grande.
Traición, saqueo, abandono, olvido, desprecio, resignación… Son las palabras que parece que más casan con el Tajo. Pero no. No es así. El Tajo tiene su propio conjunto de palabras: amistad, perseverancia, convencimiento, lealtad, fe… Y con ellas me quedo.
El Tajo a mí me ha dado la oportunidad de conocer y trabajar con personas que un buen día conocí y que se han convertido en amigos, compañeros de camino. Gente que cree. Gente que no se detiene, gente que sabe que sólo lo que se pelea se consigue, que no nos van a regalar nada que no luchemos. Eso es lo que importa.
No son los primeros. Tampoco los últimos. El camino es largo. Que se lo pregunten si no a los compontes del Equipo de Defensa del Tajo creado aquí, en esta ciudad, en los años 70 cuando ya se veía que el trasvase Tajo-Segura iba a dar la puntilla a un río ya también por entonces sumamente contaminado y herido por los vertidos de Madrid. Si ésta fuera una tierra generosa y agradecida con los hombres y mujeres que pelean por ella, tendrían su monumento, y a estas alturas su Tajo limpio y sin trasvases. Pero esta tierra no es generosa con quienes se desvelan por ella, esto es Castilla, donde el cielo es muy alto, porque los campesinos lo han elevado allí de tanto mirarlo, como escribió Miguel Delibes; y el Tajo está como está y el Equipo de Defensa del Tajo tendrá que esperar años para ver reconocido su esfuerzo y visión, y probablemente tendrá que esperar, como Juan de Padilla, quinientos años hasta que se honre su memoria con alguna estatua o monumento…
Yo me quedo con las palabras de esperanza. Y de rebeldía. Y me quedo con cada una de las personas que me acompañan en este camino. Las que están. Las que se han ido. Las que vendrán.
Hace unos años, algo más de una década, llegué a Toledo para trabajar. Recuerdo los paseos que a la hora de comer daba por las orillas del Tajo. Entonces conocí a María Soledad Gallego, la persona que más conoce y siente el Tajo. Que es capaz de escucharlo y entenderlo. Abogada ambiental que desde entonces trabaja por rescatar al río. Entonces, años 2003 y 2004, no había un movimiento organizado en la cuenca del Tajo. Existía (y existe) lo que yo denomino un ecologismo poco activo, de bajo voltaje, más atento a la subvención, al aula de la naturaleza, que a exigir al político de turno. A partir de aquel momento, de aquellos años, empezó a organizarse definitiva y realmente la novísima defensa del Tajo.
Entonces, como ahora, el Tajo a su paso por Toledo no olía a Tajo, a río, sino a jabón, a detergente, a efluente de depuradora. Recuerdo aquellos paseos, los recordaba hace unos días, de anochecida, sobre el puente de San Martín, donde me quedé un rato, escuchando a la corriente. Recuerdo aquellos primeros viajes a Bolarque, a Aranjuez, a las tomas de las tuberías del trasvase, a la cabecera del río, aquellos primeros grupos que guié y a los que expliqué por qué el Tajo está como está. Y las primeras acciones, que algún día escribiré. Ahora todavía no.
Unos años más tarde creamos en Talavera la Plataforma en defensa de los ríos Tajo y el Alberche. Una tarde de septiembre me llamó mi compañero Miguel Méndez-Cabeza. Bastaron pocas palabras. Y la historia comenzó a rodar, hace ya casi diez años. El tiempo corre muy deprisa, ojalá lo hiciera así la corriente del Tajo. Miguel Méndez es amigo, de esas raras personas que te encuentras en tu camino, y a la que, como en las novelas de caballerías o espadachines, confiarías la vida o tu espalda. Y así, espalda contra espalda, comenzamos a luchar, a denunciar la situación. Al año siguiente, en 2007, creamos la Red del Tajo/Tejo, colectivo que aúna a más de cien organizaciones de España y Portugal. Ahí llegó un día Nuria Hernández, apareció sobre el puente romano de Talavera, mientras Miguel Méndez nos contaba historias de los canónigos de Talavera. Apareció con la Fundación para la Nueva Cultura del Agua, con la que celebramos después, en 2011, el VII Congreso Ibérico también en Talavera de la Reina. Y llegaron también Alejandro Cano, Jaime Montero aquí en Toledo, con su Plataforma. Los compañeros de Aranjuez. Roberto Colino en Carpio de Tajo. Soledad de la Llama con su calma y su orden… Pilar Diego en Candeleda, la guerrera de Gredos; Paca en Valdecañas, Joao Serrano en Santarem, Paulo Constantino con su ProTejo, Raúl, Beatriz, Domingo, Pedro, que nos llevó una noche cruzando el Mar de la Paja a Caneiras, y que me decía hace unos días que ahora su Tejo está en Brasil, su lucha está allí… O Rosa, que deja a sus hijos y su trabajo y se va a Bruselas, porque cree que allí tiene que estar para defender el Tajo... No les canso. Dejo muchos nombres, espero que me perdonen. No quiero ser sistemático, sí decirles que el Tajo, su lucha son personas, nombres, emociones. Decisiones personales. Y que eso marca la diferencia. La está marcando.
El Tajo no está solo. La lucha por el río está en marcha. Son muchas voluntades caminando en una dirección. Y seremos más. Lo somos cada día. Una vez el barquero de Almourol, un castillo de cuento de hadas clavado en mitad del Tajo en Portugal, cuando el río enfila ya su tramo inferior rumbo al Océano, me explicó que sabía que el río nacía en España, que venía de muy lejos, y me hablaba de sus fuentes como de un lugar misterioso y remoto, como si fuese un lugar de leyenda. Tenemos que recuperar eso: la magia del río.
¿Y ahora?
Seguimos trabajando y dejando claras nuestras intenciones.
Como colectivos que defienden el Tajo estamos absolutamente vetados en los medios de comunicación regional. Tanto como agrupaciones como a título particular. No existimos.
Tenemos interpuestas tres Quejas ante la Comisión Europea. Ayer de madrugada llegaron las compañeras que han estado en Bruselas asistiendo a la IV Conferencia del Agua. El próximo mes estamos citados con la Comisión y el Parlamento Europeo para dilucidar los incumplimientos de la legislación europea en la gestión del Tajo. Estamos haciendo toda la presión que podemos.
Como Plataforma de Talavera y en compañía de otros colectivos hemos interpuesto un recurso ante el Tribunal Supremo, admitido a trámite, y en el que trabajamos con los mejores abogados ambientalistas del país. Pero necesitamos dinero, porque ni pedimos ni recibimos un euro de subvención. Para ello hemos abierto una cuenta para la financiación colectiva, para que todos aquellos que quieran aportar dinero, lo que consideren oportuno, lo hagan.
Ésta es la cuenta:
ES62 3081 0235 66 2303018226
Les pedimos ayuda. Les necesitamos. Os necesitamos. Es importante que podamos pagar recursos, abogados, procuradores… No vamos ni queremos dejar el campo libre al enemigo. No. Vamos a pelear. Pero necesitamos vuestra ayuda. Estos días, planteando la estratega de comunicación para el clowdfunding, me venía a la cabeza la imagen de aquellos zíngaros que en los setenta ponían películas en los solares de una Talavera a medio hacer. Un proyector antiguo, una tapia, y la magia se hacía. Películas ajadas, rayadas, pero la magia del cine… De otros mundos y colores que de niños no sorprendía y nos llevaban muy lejos. Luego pasaban el cepillo, y echábamos unas pesetas, quizá un duro… Poco… Pero valía la pena. Créanme que todo el dinero que echen al cepillo del Tajo será utilizado en recuperar su magia y su luz robada. Tienen mi palabra.
Todos debemos ser conscientes de que el cambio depende de nuestra acción, de la acción de cada uno de nosotros. Debemos ser conscientes de que el cambio depende de nuestro impulso.
Debemos sentir y proyectar la urgencia moral de no aceptar, no callar, no transigir, no esperar que otro haga nuestro trabajo. El cambio dependerá de nuestra acción. De su intensidad, de su convencimiento, de lo profundas que sean nuestras convicciones y de lo decisivo que sea nuestro compromiso.
Tenemos que coger a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros amantes… llevarlos a la orilla del Tajo y decirlos que una vez hubo un río. Que debajo de toda esa capa de suciedad, de olvido, de abandono, de desprecio… habita un río. Que si somos capaces de levantar todo eso con la mente, con los sentidos, como si de una capa de Photoshop se tratase… el Tajo está ahí, sigue ahí. Las playas de la infancia, el agua tibia de julio. El azul refulgente donde se fundían las aguas turquesas, zarcas y calcáreas de las tierras lejanas del alto Tajo… con el verde profundo esmeralda del Guadarrama arrastrado por el Jarama, y que aún podemos contemplar en alguna fotografía antigua en color, en alguna película, en alguno de esos documentos que Eduardo Sánchez nos pone de vez en cuando en su magnífico blog Toledo Olvidado… Todo sigue ahí. Puede volver. Si queremos.
Debemos exigir la protección de la ley. Jamás tolerar que la ley nos discrimine y reduzca a ciudadanos de segunda categoría.
Trabajamos por la justicia. Por lo que de verdad deben ser los cimientos de un país, de una democracia donde todos tenemos los mismos derechos, y el mismo trato por la ley.
Estamos llamados a romper las viejas aristocracias y servidumbres, los moldes que condenan a nuestro río.
Tenemos que ser ingenieros, técnicos, economistas… pero también y sobre todo escritores, poetas, artistas… iluminados del Tajo. Escribir, hablar, pensar, creer, pintar, fotografiar, grabar, convencer… Y seguir. Seguir y no desfallecer. Despreciar la hipocresía. Escupirla a la cara y decir no: nosotros no somos iguales. Levantarnos una y otra vez. Nosotros creemos, tenemos fe, sabemos que las cosas pueden y deben hacerse de otra forma. Tenemos una misión y no pararemos hasta conseguirlo. Tenemos que ser capaces de sacar de nuestro interior la fuerza para enfrentarnos, para decir NO, para exigir respeto, para forzar el cambio. Tenemos la responsabilidad de dar voz a los que quieren, pero no pueden. Que no se nos olvide.
No sintáis vergüenza defendiendo el Tajo. Al defenderlo, al exigir recuperarlo, al enfrentaros con el statu quo, con el poder, con las cobardías, con las renuncias, con los políticos vendidos de todas las administraciones, con los indolentes, con los cínicos, con los que os dicen que para qué perdéis el tiempo, para qué os molestáis, para qué hacéis el ridículo… al encarar todo esto estáis demostrando que existe esperanza. Que estáis vivos. Que la libertad, que la democracia, existen. Que peleáis por ellas, porque no hay mayor símbolo de libertad y de vida que luchar por lo que de verdad crees que es justo. Y el Tajo lo merece.
Muchas gracias
Toledo, 26 marzo 2015
Leer más...