domingo, 26 de junio de 2011

Aquilino Olivares, ciudadano del río Baker



Sudamérica se ha convertido en el territorio donde replicar los proyectos hidroeléctricos que han acabado con buena parte de los ríos ibéricos. Ya sea Chile, Argentina o Brasil, el negocio es suculento, las trabas mínimas, mientras que la defensa de los valores ecológicos, naturales o simplemente las tradiciones de los pueblos asentados a las orillas de los ríos, no son en ningún caso obstáculo para que las multinacionales del kilovatio asalten ríos con el beneplácito de Estados que esgrimen como excusa el recalentamiento de sus economías la necesidad de energía barata para el “más madera”. Mientras dure la fiesta, claro.

En España, en un radio de no más de 200 kilómetros de mi casa, tengo ocho grandes presas sobre el Guadiana y el Tajo. Anegan una superficie de 30.000 hectáreas y almacenan 11.000 hectómetros cúbicos. Las presas se levantaron en los años 50 y 60 del pasado siglo; su uso, hidroeléctrico. Hoy este territorio que ocupan de Extremadura y Castilla-La Mancha, es uno de los más pobres de Europa Occidental, con una densidad de población que no supera en muchos casos el habitante por kilómetro cuadrado. Tiene razón Aquilino Olivares cuando dice que una presa es una sobreexplotación sin vuelta atrás, le ponemos una muralla de cemento a nuestro río y quedamos con ríos muertos para toda la vida. Qué razón tiene.

Las grandes presas, sí, son un gran negocio para unos pocos: la multinacional que la levanta y la explota, las comisiones que se llevan los políticos de turno, y para los vendedores de hormigón; pero la ruina para el territorio donde se asientan. Si alguien no se lo cree, le invito a visitar los desiertos del Tajo en Valdecañas o Alcántara; o los del Cijara o Puerto Peña en el Guadiana, donde los jarales se comen las carreteras infernales y puedes estar un día entero sin encontrar a un ser humano, con pueblos vacíos y derrumbados, sin señal de telefonía, latifundios absentistas, las vegas sepultadas bajo 50 metros de agua. Eso es la explotación hidroeléctrica de un río. El resto, milongas.

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