La Tribuna de Toledo, 20 febrero 2015
El trasvase Tajo-Segura es el mayor ejemplo de expolio de recursos en la Península ibérica. Robar al pobre para regalar al rico, a costa del cadáver de un río, el Tajo ni más ni menos, y de una cuenca hidrográfica supeditada a los sobrantes del propio trasvase a los negocios de Murcia. Una imposición del franquismo, bendecida hoy día por la Administración –Madrid y Toledo–, y que retrata de muchas maneras lo que ahora, febrero de 2015, es Castilla-La Mancha y lo poco que pinta en el entramado territorial de las taifas ibéricas.
Hubo otro robo, más lejano, cuando el túnel del Talave perforó las sierras de Hellín para alcanzar el Mundo, y se llevó por delante el agua de los acuíferos de la zona. Al túnel no entraba una gota, pero salía hecho un río rumbo al Mundo. Recuperar el agua drenada y que secó arroyos, pozos y manantiales, utilizada en Murcia y Alicante, y luego en la Mancha Oriental en el Júcar, ha sido siempre una justa reivindicación de los regantes y ciudadanos de la zona. Y eso es lo que pensaban, que al final se hacía justicia, cuando el pasado jueves 12 de febrero el Consejo de gobierno de Castilla-La Mancha declaraba de Interés Regional la transformación en regadío de 862 hectáreas en Hellín (Albacete) con casi 2,45 hectómetros cúbicos al año de dotación.
Cuando leí la noticia me pareció raro, pero una buena noticia. Raro porque el asunto viene de muy largo, y además transformar casi 900 hectáreas en estos tiempos, y en la cuenca del Segura, tiene su miga. No ya sólo porque su plan de cuenca da un –ficticio– déficit anual de cerca de 500 hectómetros cúbicos, sino porque la transformación tiene lugar en Castilla-La Mancha, y aquí ya se sabe, que el Júcar y el Segura ni tocar, que el agua “es” respectivamente de Valencia y Murcia, asunto santificado en planes de cuenca bendecidos hace cuatro días por el gobierno –un decir también en asuntos de agua y ríos– de aquí. Pero todo tiene su explicación. A los pocos días UPA denunciaba que el agua no iría a los regadíos sociales, los 353 regantes que llevaban años demandando esa agua, sino a una nueva transformación de tierras de secano, parte de ella propiedad de familiares y dirigentes del propio Partido Popular, según denunciaban en rueda de prensa. Todo quedaba claro.
Este cambiazo hídrico define una manera de hacer política. Una manera de gestionar para el interés privado. Donde lo general, los ciudadanos, somos contingente, pero los señoritos tienen sus derechos garantizados. El agua robada de la sierra de Hellín simboliza el tocomocho, el cambiazo, el usar la Administración para el interés más personal. Al final, el agua del túnel del Talave acaba en los aguatenientes. Da lo mismo que en Murcia o Albacete. Porque quien manda aquí, desde siempre, son los mismos. Y, antes, lo llamaban dictadura. Ahora, los votamos. El agua robada del Talave, toda una metáfora de esta Castilla-La Mancha y de esta época.
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