La Tribuna de Talavera/Toledo, 1 marzo 2024
En Gaza asistimos a un genocidio en directo, con todo el desprecio posible hacia la vida. Sí, hemos visto destruir Afganistán, Yugoslavia, Libia, Irak, Siria... Y Ucrania es un moridero retransmitido también por las redes sociales. Pero lo de Gaza supera todos los límites. ¿Hay límites, acaso? En unos años nos preguntaremos -nos preguntarán- qué hicimos en aquel momento. Hoy. Hacia dónde miramos, qué nos poníamos delante de los ojos, en los oídos, para no ver ni escuchar. Para no sentir. Para dejar hacer. ¿Qué fue? ¿Indolencia? ¿Miedo? ¿Abulia? ¿Desprecio sin más?
Me viene a la cabeza, mientras escribo, Vida y destino, de Vasili Grossman. La condición humana sobreviviendo a duras penas allí donde no hay futuro. Pero ahí está. Gaza es un costurón en el humanismo de este planeta. Dejamos hacer. Ninguna mujer de Gaza podrá pedirnos que escribamos lo que está sucediendo para que alguien sepa algún día lo que ocurrió, como aquella mujer ya sin rostro a Ajmátova en Leningrado. Porque lo estamos viendo todos minuto a minuto. Quizá antes, en medio de la barbarie, quedaba la esperanza de que algún día se supiese lo que había ocurrido, que alguien relatase el sufrimiento y el sinsentido. Que sirviera para algo. Quizá para no repetirlo, para ser mejores. Pero ahora lo tenemos delante, cada día. Y no reaccionamos. Quizá lo último, la esperanza en que la verdad aflore, ya tampoco sirve. ¿Qué queda entonces?
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