Las nubes siguen ahí, al sur. Aparecieron hace tres o cuatro días, cuando se marchó la niebla y vino el frío. No se mueven. Una frontera blanca al sur, lejos, sobre el Guadiana o más allá, desde donde se desprenden hilos finos como telarañas de octubre, que al final se gastan y desparecen en este cielo azul. Al norte Gredos es transparente. Hay poca nieve, sólo en el Almanzor y en los Galayos, muy arriba, más allá de los robles grises. Una columna enorme de humo trepa esta tarde desde las cumbres del puerto de Mijares y se va curvando hacia el suroeste enturbiando todo el valle del Tiétar. Detrás el Alberche debe estar helado, petrificado junto al granito limpio y transparente de los inviernos, allá por los silencios de Burgohondo y Navatalgordo. Pasan las cigüeñas, ya están en sus nidos del Tajo, sobre los últimos álamos blancos. Desde los satélites se contempla la lucha entre el viento del norte y el viento del sur, entre las nubes que entran desde el Cantábrico y las que se quedan en el Guadalquivir, sobre Sierra Morena. En medio Castilla, donde los vientos pelean muy arriba, con tanta fuerza que arrastran las estelas de los aviones, y sólo queda la espina rala de la nieve sobre Gredos y el gris gastado de las llanuras de Castilla. Pero aquí abajo todo es tranquilidad. Las aguanieves caminan sobre el hielo de las últimas charcas, entre las siembras quemadas por las heladas negras. El alcaudón intenta cazar pajarillos que se emboscan en los enebros. El sol baja, con el color gastado del invierno. El rojo de los edificios tiene el tono de la bruma. Esta noche tampoco habrá niebla. Los vientos continuarán su pelea arriba, en otra dimensión lejana. Las nubes del sur esperan en la raya.
martes, 25 de enero de 2011
Nubes del sur
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