jueves, 22 de septiembre de 2011

Saltamontes azules


Todo son saltamontes azules. Alas azules sobre el polvo. Fogonazos violentos, mínimos; suficientes. Saltan desde mis botas, en la atmósfera que huele a jara y a humo, a incendio y a huida. La serpiente me espera en el camino. Ventea. No hay salida, sólo luz. El espacio se concentra y se adensa. Las sienes palpitan, la presión quiere escapar. No puede. Bajo al río agotado. El Tiétar, agua lóbrega, fantasmas de plata, charcos, refugio, esperanza. Las ranas saltan desde la arena al agua espesa y caliente, y vuelven a mis botas, temerosas de la oscuridad. Un lagarto me observa, esmeralda metálico sobre el granito. Nada vuela, todo acecha, aguarda, siente miedo. Sólo los saltamontes azules brincan en su reino mínimo, cielo a dos palmos del suelo. Suficiente. Sudor en la frente, gotas que caen al agua, a la arena, ranas bermejas, puente de siglos en un segundo. Azul en el cielo, allí, inaprensible, sólo cierto en el fulgor de las alas de mis saltamontes azules.

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