La Tribuna de Talavera, 10 febrero 2012
Dos vídeos en YouTube. Uno: imagen fija de tres minutos y medio grabada desde un móvil, desde dentro de un coche parado en la cuneta, en el que pasan de derecha a izquierda 32 tanques en una carretera de Siria, probablemente camino de la ciudad de Homs. Suenan los intermitentes y de fondo el ruido sordo de los camiones que transportan los tanques. Pasan hombres andando, señalan, otros en moto. No se los oye. En la autopista camiones de tropas, autobuses y coches. La vida. Otro vídeo, de unos días después: Homs bombardeada, grabado también desde un móvil. Cae un proyectil y revienta un edificio. Sale una humareda negra. Silba otro proyectil y destroza otro edificio. La ciudad, pixelada y arrasada, me recuerda a esas arquitecturas de barro y adobe del Sahara, al borde de su wadi y el verde de los huertos. Alá es grande repite una y otra vez quien graba la imagen, a cada explosión. Y estalla otra bomba.
Entre tanto ruido de esta semana me quedo con las imágenes de Siria. Tengo la impresión hace tiempo de asistir a uno de esos cambios de Era que se leen en los libros gordos y viejos. Homs ya lo he visto en Sarajevo, lo he leído en el Stalingrado de Grosman o en el Borodino de Tolstói. Y no sólo es el bombardeo de una ciudad, la masacre de la gente que la habita. En España sigue subiendo la presión, muy alta ya como se puede comprobar analizando lo que ha pasado con la sanción a Contador, o con el espectáculo de Garzón. Pan y circo, pero cada vez más circo y menos pan. España me recuerda al Tajo de los setenta en la Morana, cuando bajaba a él en invierno desde Patrocinio. Poco a poco el run run de río grande y con agua, con un metro de espuma, se iba haciendo más intenso al acercarte, tanto que al final todo era río, agua, rabia saltando la azuda de los Molinos de Abajo. España es un país de arreones, como buen toro manso. España, si fuera un río sería el Alberche, con sus avenidas relámpago que dicen los técnicos. España debería preocupar más de lo que lo hace a una casta política enrocada en su distancia con el pueblo, la gente, o como quieran llamarnos.
Hay que salir del ruido. Pero más bombardeos en las colinas de Homs. Quito el sonido. Traduzco los comentarios en árabe. Y en el derribo de un tiempo, en el cambio de Era, me pregunto si tendré que ver pasar algún día los tanques desde mis cunetas, si los grabaré como ahora fotografío los paisajes arrasados de este invierno. Ya no late el Tajo en los Molinos de Abajo, pero la presión sube en esta España varada en su desierto.
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