La Tribuna de Talavera, 20 enero 2012
El Tajo es como ese pueblo sin ley ni Dios de las novelas manoseadas y marcadas de Lafuente Estefanía, pueblo de mala muerte y peor vida donde sólo se mueve el polvo y, cuando les vaga, bajan los pistoleros del rancho a robar lo que les interesa. Entran en el saloon, acojonan al barman, el pianista se pone a tocar rápido, nervioso; y el sheriff se arranca la placa del chaleco, que hoy es día libre. Los malos hacen de malos, miran por debajo de las faldas a las chicas del cancan y pegan patadas a las escupideras. Ha llegado otro orden. En el cementerio o –los más afortunados– desencantados y trampeando en las Rocosas, quedaron los forasteros de seis pies que un día llegaron a cambiar el orden. Nadie ha podido con ellos. La ley está hecha a su medida.
Hoy, si no lo remedia nadie, los forajidos del rancho del Levante llegarán al saloon, perdón, Ministerio de Medio Ambiente –o como se llame ahora–, pondrán las botas sobre la mesa, escupirán para marcar el territorio, y dirán que hay de lo mío, es decir, el Tajo. Ya se sabe, 264 hectómetros cúbicos para seis meses, que es tanto como son capaces de llevarse, que no gastar. En el territorio de los ríos y las aguas hay una ley especial para estos forajidos, no aceptan un no. Y sabes: o me das o atente a las consecuencias, esto es así.
En todas las historias, al final, siempre llega un forastero que acaba con los malos, uno por uno, despacio, que la editorial paga al peso. Y a esta novela le quedan pocas páginas. No sé si los nuevos inquilinos del saloon/Ministerio le pararán los pies a Murcia y al tinglado de intereses políticos y urbanísticos ligados al trasvase. No sé si la presidenta de Castilla-La Mancha querrá ejercer como tal o dejará vendida a esta tierra; no sé si el alcalde de Toledo continuará levitando con su margarita cansina; y el de Talavera seguirá… haciendo lo que haga. Pero ya huelen el Trasvase, el Tajo sin caudal todo el invierno, el que en Talavera nos estemos bebiendo los vertidos de residuales desde Picadas hasta Cazalegas; mientras el agua prístina se bombea a Toledo y a Madrid.
Ya se sabe: como en las historias redondas de John Ford, al final los buenos siempre acaban ganando, marcando silueta frente al Monument Valley. Esto no va a ser una excepción, y ya queda poco. Vamos a ver quién sale retratado, o quien acaba entre el polvo de la infamia cuando salgan las letras del The End mientras cruza la caballería.
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