Si Castilla-La Mancha fuera una región normal, no podría ocurrir lo que pasa con el Tajo. Pero Castilla-La Mancha no es una región normal, ni siquiera es una región, sólo mero cajón de sastre de lo que sobraba en otro lado u otros no querían. Así, llegados a éstas, el ministerio de Medio Ambiente que de momento capitanea Cañete, ha decidido privatizar el Tajo, regalárselo a los intereses empresariales y especulativos de los regantes murcianos, y aquí no pasa nada. Es más, mientras, María Dolores de Cospedal, secretaria nacional del Partido Popular por vocación,y presidenta de Castilla-La Mancha a tiempo parcial y escurrido, deja hacer y permite el expolio, y manda a los corifeos habituales a loar los triunfos de su inexistente política de aguas. Otro botón del descosido: ahí está el plan del Júcar, refrendado ayer por el Consejo Nacional del Agua, donde Castilla-La Mancha sólo recibe las sobras del festín valenciano. Todo un triunfo. Otro.
El Tajo siempre ha sido desde los tiempos del virrey Bono un inmenso cromo que cambiar por las ambiciones de turno. Ahora, sumando el plan del Tajo, el memorándum y el decreto de gestión del Tajo-Segura refrendado ayer por el Consejo Nacional del Agua, se consuma definitivamente la capitulación de Castilla-La Mancha, que acepta sin rechistar dejar en precario sus abastecimientos y regadíos, y conformarse cuando los haya con unos caudales míseros en Toledo y Talavera de la Reina. Cañete y Cospedal han actuado al dictado de los regantes de Murcia, del todopoderoso sindicato de regantes del Tajo-Segura. Es, permítanme ustedes, una pena y un error descomunal. Pero sobre todo,la constatación de que Castilla-La Mancha no pinta nada, y que, al final, a esta región y a sus intereses no los defiende ni Dios.
Así que ahora ustedes escucharán a los voceros habituales loar los logros de nuestra presidenta en el agua y tal. Pero la verdad se marcha todos los días a Murcia, vía trasvase blindado ya para mucho tiempo por los decretos aplaudidos y compartidos por el gobierno de Castilla-La Mancha. Más transparente que esa verdad, sólo el agua del trasvase.
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