La Tribuna de Toledo, 14 marzo 2014
Ha levantado ampollas la nota de prensa que la Plataforma en defensa de los ríos Tajo y Alberche, de Talavera de la Reina, dedicó la semana pasada a los 90,7 millones de euros que se van a gastar en Toledo para emperifollar y joder un poco más el Tajo; mientras que a nuestra doliente Talavera de la Reina, la mayor ciudad de España y Portugal a orillas del Tajo a excepción de Lisboa, le caía un nuevo rosco inversor, y ya van unos cuantos para la colección.
Hay quien se escora al tópico y opina que se trata de comparar Toledo y Talavera. Nada más lejos de la realidad. Porque no hay comparación. Si se tira de expediente e historial y se compara la pasta que se ha invertido por la Junta socialista o popular, tanto monta etcétera, no hay color. Pero ni con Toledo, ni Albacete, ni Cuenca, ni Ciudad Real, ni siquiera con cualquier pueblo manchego de medianías. Por tanto no se trata de comparar, sino de decir que las tajadas siempre acaban en el mismo plato. Y, además, que no se trata sólo del Tajo, sino de la absoluta falta de visión política y territorial que desde Toledo, capital de Castilla-La Mancha, desde hace décadas se ha tenido con Talavera y su tierra.
Que aquí, Talavera de la Reina y territorio aledaño, estamos mal, es evidente. Que buena parte de la culpa la tenemos los indígenas que tragamos y tragamos mientras dejamos que no hagan nada década tras década las distintas administraciones, es evidente. Nos va la marcha, nos dan y callamos. Que no pasa nada. Pero también es cierto que esto es tierra de nadie, o de saqueo, como se quiera ver. No es un discurso victimista. Es el análisis de 30 años al menos que uno patea con conocimiento de causa este territorio, Y se lo conoce tanto como le duele.
Que Talavera pierda población, que se cierren para el año que viene ocho clases de infantil, que el paro se enquiste… no es casualidad. No somos más tontos, más feos o más inútiles que el resto de ciudadanos de Castilla-La Mancha o España. Las razones son otras. Y no hay comparación que valga.
Por eso me quedo con mi compañero Miguel Méndez: sólo acabará el victimismo cuando deje de haber víctimas. El resto del cuento ya nos lo sabemos.
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