La Tribuna de Toledo, 27 enero 2017
La plaza más importante de Talavera de la Reina, la más grande, heredera del foro romano, y a la que aún se abalconan los edificios del poder local y el proconsulado toledano de la Junta, la plaza digo lleva nombre de mujer. Su nombre exacto debería ser Plaza de las mujeres del motín del Pan. Así. Pero por eso de lo políticamente correcto, la cosa quedó amputada, porque no era (ni es) asunto pregonar y certificar que fueron mujeres, las mujeres de Talavera, las que un dos de mayo pero de 1898, se levantaron y arrasaron media ciudad buscando pan con que alimentar a sus hijos y maridos. La historia es conocida, pero no lo suficiente: años de malas cosechas, de acaparar grano por los oligarcas, peonadas y jornales de miseria, paro agrícola desbocado... y al consistorio municipal no se le ocurre mejor cosa que en patriótico y grandilocuente gesto, donar las últimas 500 pesetas de la caja de socorro a la Armada que se las veía con los yanquis en las Filipinas y Cuba. Total, desde el Ayuntamiento antes -y ahora- lo de la calle, el hambre, el frío y la necesidad y lo que la gente quiere y siente... queda lejos, mucho, y amortiguado por los muros de piedra.
Cerca de siglo y cuarto después otras mujeres, en este caso las madres del colegio Pablo Iglesias están luchando para que no les coloquen una gasolinera pegada al patio y a las clases donde sus hijos van a aprender. Sí, lo que escuchan. Porque Talavera es la ciudad de los imposibles, y más que berlanguiano, el asunto destila el aroma típico de quienes han ejercido el derecho de pernada urbanístico -consentido desde el consistorio que aún se reúne en la referida Plaza de las mujeres del motín del Pan-; derecho de pernada que ha perpetrado la ciudad del último medio siglo y que quiere seguir dictando su ley. Ahora el ayuntamiento/gobierno local no ha dado las últimas 500 pesetas para la guerra de Cuba, pero sí licencia para el negocio gasolineril. Y, claro, el asunto ya pasa de castaño oscuro.
Machado dejó dicho casi todo, también eso de que en España lo mejor siempre es el pueblo; que cuando las cosas se ponen complicadas los señoritos invocan a la patria y la venden, y que el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre. Aquí no habrá sangre, pero tampoco gasolina. Y será por esas mujeres, otra vez mujeres. Porque aunque en el ayuntamiento vayamos confundiendo eso tan antiguo de la legalidad con la justicia, ellas lo tienen claro, como aquellas talaveranas que dijeron hasta aquí hemos llegado con la tontería en aquel 98. Más nos valdría aprender un poco del pasado. La gasolinera no se construirá. Y será por las madres. Las madres del Pablo Iglesias. Otras mujeres. Siempre ellas.
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