La Tribuna de Toledo, 13 enero 2017
A veces, cuando me embosco -un decir- para observar las avutardas, gangas, ortegas y demás avechuchos que campean por los secarrales del mediodía de la provincia toledana, observo cómo llega renqueante, cansado, lento como un lunes, el tren que discurre por la línea férrea Madrid-Cáceres-Lisboa. Un trazado antiguo, comido por los olivos y almendros, taladrado por vivares de conejos inmisericordes, que hacen que en muchos tramos la velocidad no vaya más allá de los treinta o cuarenta kilómetros por hora.
Es el tren que llega a Talavera, y que luego sigue a hasta los confines de la Lusitania (Oropesa, Navalmoral, Cáceres, Mérida, Badajoz, Lisboa...). Un tren internacional, un ferrocarril en absoluta decandecia, más que decadente. Algunas veces busco el azul metálico de las últimas carracas -pájaro de soledades- en los palos de la luz de las estaciones/apeaderos derrumbados, o el vuelo de algún cernícalo primilla bajo las tejas aún sobrevivientes en alguna caseta. Son estaciones desvencijadas y desahuciadas, como las que aparecen en las películas de Sergio Leone, en las que siempre se baja algún forastero para ajustar la última cuenta pendiente.
Talavera de la Reina, con “vía convencional no electrificada de ancho ibérico”, se encuentra a la cola del sistema ferroviario español. Pretender con estos mimbres que en tres años vamos a tener un nodo logístico con trenes descargando mercancías y tal, es poco menos que ser unos ilusos. El pasotismo del Ministerio de Fomento, para el que sólo hay ojos para invertir -lentamente- en esta línea en Extremadura, para un AVE-Alta prestaciones o lo que sea, ya aburre; que desde hace mucho tiempo el abandono de los diferentes gobiernos centrales es algo más que un agravio para esta línea, simplemente la constatación del olvido y la marginación a la que se somete a esas extremaduras que quedan más allá de Móstoles.
A los portugueses del puerto de Sines les interesa Talavera como puerta de entrada a Madrid. Pero tanto el Estado como la propia Junta de Castilla-La Mancha hace años que apostaron por otros ejes. El problema es que los ojos -y las cuentas- de quienes no se mueven por el desprecio y el abandono a nuestra tierra, están con el profesor Jiménez de Gregorio, con eso de que la geografía manda y la historia obedece. Hasta ahora, porque el camino de Lisboa a Madrid y viceversa va por el Tajo, por su valle. Pero, igual que el Lusitania Express ya se desvía por Ávila y Salamanca, puede que el olvido y ninguneo, el mirar hacia otro lado y el planificar olvidando a Talavera, hagan que el camino desde el Atlántico a la capital de España ahora deba desviarse por el Duero o por el Guadiana, tal como tozudamente establecen los mapas de transporte europeos, diseñados y propuestos no lo olvidemos conjuntamente por los gobiernos autonómico y nacional.
Que Talavera tenga o no nodo logístico, o simplemente un tren que haya salido del siglo XIX, es una mera decisión política. De Madrid, pero también de Toledo. Tiene delito que vengan de Portugal a colocar a Talavera en un mapa, mientras aquí seguimos con excusas y lamentos, tanto de un Ministerio de Fomento que sólo se hace fotos firmando protocolos, pero incapaz de poner ni un euro en presupuestos; como de un gobierno regional -ahora de Page antes de Cospedal, Barreda, Bono...), que sigue considerando a Talavera de la Reina una extraña, incapaz de encajarla con su peso y realidad en el entramado regional y nacional.
La prueba del algodón de la serpiente del nodo logístico serán los próximos presupuestos del Estado, donde debe aparecer una cifra seria para el tramo Pantoja-Navalmoral de la Mata. Electrificación y doble vía. El resto cuentos, y de esos ya llevamos unos cuantos. Si seguimos en las mismas, nos podemos olvidar. Los de Portugal tienen muchas novias, no van a esperar. Aquí nos toman el pelo una y otra vez con firmas de protocolos de estudios previos informativos, y esas milongas que tanto nos sabemos en Talavera. Otros no se explican cómo seguimos en el inframundo. Y quieren hechos. Queremos hechos, de una vez por todas.
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