viernes, 12 de agosto de 2011

¡Agua va!

La Tribuna de Talavera, 12 agosto 2011 

Con el nuevo paisaje político salido de las Autonómicas, se consolida el secuestro del Tajo. La nueva presidenta de Aragón ha dicho que el Ebro no se toca, mientras que la nueva presidenta de Castilla-La Mancha no ha dicho nada del Tajo –ni del Segura ni del Júcar, ni del Guadiana–, y ha dejado la puerta de par en par al saqueo del Tajo, que vacía literalmente la cabecera este verano, a un ritmo de unos 50 hm3 mensuales. Hasta ahora el escenario político del agua en Castilla-La Mancha ha sido el heredado de los planteamientos desarrollistas de los 60 del pasado siglo, bendecido desde la UCD hasta el PSOE, con la misma línea editorial desde Franco a Zapatero. Hay ríos de primera y ríos de segunda, igual que hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. El Ebro está blindado, y el PP sabe que tarde o temprano tendrá que pasar por la piedra del voto independentista catalán, con lo que el Ebro mejor no tocarlo. Y queda el Tajo, y este pedazo de Castilla que es Toledo y Guadalajara, donde el ciudadano vale menos, donde no importa que haya un río que lleve parado un par de meses, o que sea una de las zonas con menos desarrollo económico del país..
 

El gobierno de Castilla-La Mancha no quiere saber nada del agua, de los ríos, del statu quo. Rinde armas, abre las puertas y agacha la cabeza. Esto, más que una realidad, es un síntoma, un rumbo de gobierno que no me gusta nada, y que deriva hacia paisajes de provisionalidad y de echar parches, más que gobernar. Si alguien quiere poner orden en Castilla-La Mancha, debe empezar por arrancar las raíces de lo que nos hace diferentes/inferiores a las demás regiones. Y el agua, en una región con un peso agrícola y ganadero importante, es fundamental. Y no veo ni interés ni ganas. Lo dicho: el Tajo para Madrid y Murcia y Alicante; el Segura para Murcia; el Júcar para Valencia. Y las sobras, las aguas residuales y los pozos secos para Castilla-La Mancha. No hay otra.
 

Con el agua se empieza a ir, al menos para mí, la credibilidad de este gobierno novísimo, desaparecido en este agosto extraño y urgente. Repito: el agua es un síntoma. No se trata de demagogia o palabras vacías, sino hechos. Y la realidad es fría. Demasiado fría.

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