La Tribuna de Toledo, 17 abril 2015
La ajada bandera de Talavera de la Reina
Los datos que el último padrón municipal arroja sobre Talavera de la Reina lo dejan claro: durante el último año casi cinco personas al día abandonaron esta ciudad. En total y como desmenuzaba ayer La Tribuna 1.621 en los últimos doce meses, y 305 en los tres últimos. Este proceso de disminución de población no es puntual, y se suma un total de 3.531 vecinos de esta bendita ciudad que han hecho maletas y han puesto rumbo a otros lugares en los últimos 27 meses. Y todo esto sin contar a los que no están y siguen empadronados, porque hay que buscarse la vida y aquí hay muy poco que cosechar.
Aquí, léase Talavera de la Reina y entornos, no hay recuperación, y la curva de descenso poblacional sigue bajando y bajando… Más allá de los espejismos de última hora de legislatura, las inauguraciones y fotos de urgencia y esas cosas tan trasnochadas como vergonzosas, Talavera de la Reina está en la UVI, con respiración asistida, y un pronóstico complicado. No es derrotismo, ni ser negativo, ni explotar el asunto de la marginalidad y eso. O el provincianismo del que se nos acusa desde los despachos enmoquetados de Toledo… No. Es amargura. Y comprobar que esta sangría no se detiene. Que parece que debemos acostumbrarnos a un tratamiento de ciudad de segunda, que tengamos para siempre y por maldición divina, un porcentaje de paro el doble que el resto de las ciudades de Castilla-La Mancha.
Talavera de la Reina pierde cada día cinco vecinos. Y vecinas. Más los que se van y aún siguen empadronados aquí, también bastantes. ¿Hasta cuándo? Quizá a esta pregunta habría que contestar no con planes apresurados, propuestas de campaña electoral que duran hasta el lunes después de las elecciones, y promesas tan repetitivas como incumplidas. Hace falta ante todo una visión de ciudad, un modelo de ciudad, un análisis de sus potencialidades y su encaje en el resto de la región, pero también en su comarca natural que rompe aún las líneas en los mapas de Castilla-La Mancha. Y, sobre todo, hace falta querer a esta ciudad. Defenderla ante todo y ante todos. Y eso no son postureos. Sino trabajo y resultados. Sólo así cambiaría el escenario.
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