La Tribuna de Toledo, 24 junio 2016
Ha llegado el tiempo de la renovación. La primavera ha sido espectacular, dilatada e intensa, con amapolas desde febrero hasta ya iniciado el verano. Un tiempo de tránsito, también en lo social y político. Siempre hay un pasado, siempre, hubo (hay) una España que muere y otra que bosteza, pero ahora hay una España que se agota y otra que intenta salir. La renovación social viene a marcar un nuevo tiempo a la política. El problema de la novísima España del XXI, no es de una crisis económica, sino de algo más profundo, que enraíza unos cuantos siglos atrás, se recrudece en el XVIII y en el XIX, y desemboca en la última guerra civil. Ahora, la necesidad de adaptar el paso a los nuevos tiempos, mas allá de los mimbres de una transición que ha agotado su ciclo vital.
El modelo político de alternancia está agotado, con sus máximas expresiones fallidas en la organización autonómica territorial, y los continuos chantajes de los partidos nacionalistas al gobierno central. España continúa invertebrada, basculada y desequilibrada, ahondando ese socavón/cicatriz entre las distintas nacionalidades, unas potenciadas, otras liquidadas, que al final se traduce en el vacío/empobrecimiento de inmensos territorios, convertidos en desiertos demográficos, perdederos donde sólo queda historia.
España tiene retos más que importantes en el futuro. Necesita encontrar un encaje definitivo en Europa, la Europa de los mercaderes sí, pero también en la Europa que ha perdido el norte como referencia en un mundo que sólo se rige por parámetros neoliberales. Y España necesita conocerse. El desguace educativo lleva tiempo dando sus frutos, y un país que no se conoce, que no se quiere, no tiene futuro.
Las herramientas del pasado no sirven, pueden apuntalar la ruina del edificio durante algún tiempo, pero son precisos nuevos mimbres, nuevas formas, nuevas ganas y maneras. Las elecciones del próximo domingo, más allá de las siglas, enfrentan dos paradigmas, dos maneras de entender la vida, de encararla. Lo pasado no fue malo, sino que tuvo su tiempo.
Siempre he sido partidario de cien pájaros volando más que uno en mano, de ir más allá, al siguiente valle, cruzar otro jaral, otra cantorrera, otro monte, porque quizá allí esté lo que busco. Aunque se haga de noche aunque baje la niebla, aunque se desplome la tormenta y acabe empapado. No me ha importado nunca. Quizá sea el tiempo de la alegría, de la sonrisa, de ir más allá porque sólo el que busca y desea, encuentra.
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