La Tribuna de Talavera 17 octubre 2008
A la misma hora que el pasado martes 14 el presidente Barreda subía a la tribuna del Congreso de los Diputados, el Tajo arrastraba desde Toledo a Talavera de la Reina un caudal de más de 150 metros cúbicos por segundo. El río bajaba fuerte, colorado del barro de las rañas, espeso y con rumor lejano. Por primera vez en muchos años el Tajo volvía a ser río, el mismo día que el presidente de Castilla-La Mancha defendía en Madrid una reforma de Estatuto que dice que el Trasvase al Segura tiene que acabarse. Pero también dice que el agua del Tajo se tiene que usar en Castilla-La Mancha, mayormente en la cuenca del Guadiana.
La forma, la letra gorda y la fina del que ha de ser nuevo Estatuto de Castilla-La Mancha, en su Disposición transitoria segunda, marca el fin del trasvase al Segura. Pero mantiene el del Guadiana y puede dejar las puertas abiertas a futuros usos del agua del Tajo en la cuenca del Júcar, y quizá en la propia del Segura en Albacete. Pero no dice nada de que el trasvase se tiene que acabar en su nacimiento. Estamos ante un cambio de trasvase, de destino, no ante su fin. Es decir, Barreda quiere llevarse el agua a su molino de la Mancha. Y se nota mucho.
Es curioso que el Gobierno de España se aferre a un trasvase de cabecera de un río, el Tajo, que afora anualmente, por término medio, el 6% del caudal que desagua el Ebro en el Mediterráneo. E indignante que durante más de diez años haya burlado la Ley –con el silencio cómplice de Castilla-La Mancha-, permitiendo que el Tajo se gestione desde Murcia.
Castilla-La Mancha, Barreda y Bono, han cambiado demasiados cromos como para fiarse de ellos. Todo, al final, es un teatro, política de gestos, nunca de hechos. Castilla-La Mancha podía haber acabado con el Trasvase hace ya mucho tiempo, pero siempre han pesado más otros intereses. Y lo triste es el poco peso político que tenemos los pueblos y ciudades que vemos pasar el Tajo. No pintamos nada, y Talavera de la Reina cada vez menos.
El Tajo volverá algún día, pero no con esta propuesta de Estatuto, que queda bien claro. Todo baja revuelto, lóbrego, como las aguas espesas y rojas del Tajo esta semana, pidiendo, en su idioma rotundo, lo que le corresponde.
A la misma hora que el pasado martes 14 el presidente Barreda subía a la tribuna del Congreso de los Diputados, el Tajo arrastraba desde Toledo a Talavera de la Reina un caudal de más de 150 metros cúbicos por segundo. El río bajaba fuerte, colorado del barro de las rañas, espeso y con rumor lejano. Por primera vez en muchos años el Tajo volvía a ser río, el mismo día que el presidente de Castilla-La Mancha defendía en Madrid una reforma de Estatuto que dice que el Trasvase al Segura tiene que acabarse. Pero también dice que el agua del Tajo se tiene que usar en Castilla-La Mancha, mayormente en la cuenca del Guadiana.
La forma, la letra gorda y la fina del que ha de ser nuevo Estatuto de Castilla-La Mancha, en su Disposición transitoria segunda, marca el fin del trasvase al Segura. Pero mantiene el del Guadiana y puede dejar las puertas abiertas a futuros usos del agua del Tajo en la cuenca del Júcar, y quizá en la propia del Segura en Albacete. Pero no dice nada de que el trasvase se tiene que acabar en su nacimiento. Estamos ante un cambio de trasvase, de destino, no ante su fin. Es decir, Barreda quiere llevarse el agua a su molino de la Mancha. Y se nota mucho.
Es curioso que el Gobierno de España se aferre a un trasvase de cabecera de un río, el Tajo, que afora anualmente, por término medio, el 6% del caudal que desagua el Ebro en el Mediterráneo. E indignante que durante más de diez años haya burlado la Ley –con el silencio cómplice de Castilla-La Mancha-, permitiendo que el Tajo se gestione desde Murcia.
Castilla-La Mancha, Barreda y Bono, han cambiado demasiados cromos como para fiarse de ellos. Todo, al final, es un teatro, política de gestos, nunca de hechos. Castilla-La Mancha podía haber acabado con el Trasvase hace ya mucho tiempo, pero siempre han pesado más otros intereses. Y lo triste es el poco peso político que tenemos los pueblos y ciudades que vemos pasar el Tajo. No pintamos nada, y Talavera de la Reina cada vez menos.
El Tajo volverá algún día, pero no con esta propuesta de Estatuto, que queda bien claro. Todo baja revuelto, lóbrego, como las aguas espesas y rojas del Tajo esta semana, pidiendo, en su idioma rotundo, lo que le corresponde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario