viernes, 10 de diciembre de 2010

Tiempo de humo

La Tribuna de Talavera, 10 diciembre 2010



Me gusta cuando las nubes salen del valle del Tiétar y trepan lentas sobre la falda de la Cabeza Bermeja. La Sierra de San Vicente moldea los vientos, las nubes, como esta mañana. Luego, al final, las nubes se van disolviendo entre el gris del granito, sobre el gris del roble dormido. La transparencia es de los días de invierno cuando el viento limpio del oeste va dejando al descubierto la verdad de los colores y la distancia. El paisaje está brillante, la luz es perfecta. La civilización está allí.

Estos días principiamos un nuevo e interesante capítulo de la manipulación como poder. Están pasando cosas muy graves en este país, asuntos que pasan leves como nieblas de marzo. Muy graves. Pero siempre están las distracciones, el circo, el pienso para el ganado. Algo cruje en las estructuras de la información. La crisis siempre es un renacer. Somos la primera generación de la historia de la humanidad que tenemos a mano cualquier libro, en cualquier idioma, cualquier película, cualquier canción, cualquier fotografía, museo, cuadro, información. La gran cultura, la biblioteca universal, por fin. Esto es lo que nos diferencia. Y la información. Por primera vez la política mayúscula ha quedado en cueros ante la opinión pública en tiempo real, con los protagonistas aún ahí. Las cortinas de humo que se elevan en esta España de saldo y rebajas tratan de ocultar demasiadas vergüenzas, de desgobierno y de falta de alternativa. Aunque da lo mismo, porque se sobreestima la capacidad de análisis, tenemos demasiado miedo a mirar de frente a la verdad. Estamos muy cómodos con una Prensa amanerada, con una opinión cómoda que sólo sabe correr su banda, con una política apesebrada y donde ha recalado lo más pobre de la sociedad, de la que –evidentemente- es simple reflejo. Vendrán más circos de tres pistas –innecesarios-, como vendrán las nubes de este invierno que reventarán los ríos del Tajo, por fin.


Este invierno me viene bastante a la cabeza una foto limpia de Cartier-Bresson, blanco y negro, camino que se cierra escoltado de álamos, a izquierda y derecha, que se curva, desaparece, aparece, plano, perfecto, enigmático. Hoy me quedo mirando las nubes que surgen del paraíso, del valle del Tiétar, y trepan por los millones de encinas de la Sierra de San Vicente. Eso es la verdad.

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