La Tribuna de Talavera, 24 diciembre 2010
Hay señales. La semana pasada el Guadiana volvió a brotar por uno de sus Ojos secos. El Guadiana de antes de 1980 ya no será jamás el mismo. Pero vuelve y resurge de la tierra. 30 años después se va a hacer el milagro. Siempre he pensado que hay una relación radical entre el desprecio a sus ríos y la corta historia de Castilla-La Mancha. Una tierra que consiente que sus ríos estén muertos, es una tierra muerta. El análisis de lo acontecido en casi 30 años de Región, la desestructuración absoluta de un territorio que jamás ha encajado, tiene su otra cara (una de muchas) en los ríos, ya sea en el Tajo prostituido una y otra vez, en el Júcar, único río por el que se ha peleado algo desde la Junta –por intereses obvios–; o el Guadiana, el río sacrificado en pos de un desarrollo que no ha traído nada. Una tierra con sus ríos muertos es una tierra muerta. Castilla-La Mancha, hoy, es el reflejo de sus ríos, de lo que son hoy sus ríos.
El cambio de época, de era, el agotamiento de un régimen social y político debe traducirse en algo más que el cambio de siglas en el gobierno de Toledo. Asumo la artificialidad absoluta de esta región, acrecentada por la falta de visión de sus dirigentes, incapaces de potenciar los recursos, la ubicación, las oportunidades. Aquí se han hecho las cosas muy mal, y las periferias –léase Talavera, Almadén, la tierra de Molina, etc.– han quedado sólo como la costra superflua de «la Mancha». 30 años después, la escena es difícil de digerir, porque los errores han sido de bulto, y muy pocos han tenido redaños para decirle al emperador ¬–Bono, Barreda, qué más da– que esto no era así. He contemplado durante muchos años a un PP feliz en la oposición, el mejor aliado del PSOE; y a una sociedad autocastrada, adormecida al caldo de la subvención, negándose a hacer valer su función irrenunciable en eso que venimos en llamar Democracia. Gobernar para la gloria propia, para que los amigos hagan negocio, pagando con el dinero de todos infraestructuras privadas, modificando las leyes de urbanismo a conveniencia, definen el tapiz de una realidad tan difícil de digerir como compleja de encarar en los próximos meses y años. Llevamos 30 años de retraso. Talavera de la Reina, por ejemplo, una de las ciudades mejor ubicadas de España para tantas cosas, se ha quedado fuera de juego porque, por un lado ha sido degradada a conciencia de su situación preautonómica, con la aquiescencia y la complicidad del poder local; y en segundo lugar el gobierno de Castilla-La Mancha ha sido incapaz de ordenar su territorio, y ha basculado todo temerariamente hacia el mismo sitio, ha puesto todos los huevos en la misma cesta. Y se han roto. ¿Y ahora, qué?
Hay que replantearse muchas cosas. La primera mirarnos al espejo, o en las aguas zarcas del Guadiana resucitado, o del Tajo espeso, y preguntarnos a dónde vamos. Hay mucho trabajo por hacer, pero las señales están ahí, en el Guadiana regresando por sus Ojos esmeralda después de 30 años de silencio y oscuridad. Feliz Navidad.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Señales
Etiquetas:
Castilla-La Mancha,
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