La Tribuna de Talavera, 3 diciembre 2010
No es la primera vez que escribo de la chapuza de la obra de la carretera entre Navamorcuende y La Iglesuela. Y no será la última, porque detrás viene el aún proyecto entre San Román de los Montes y El Real de San Vicente. No es que no quiera que se arreglen las carreteras, que falta hace en nuestra olvidada comarca, sino que se haga bien, con sentido común y con respeto a los enormes valores naturales que atesora el entorno, porque esto no es un erial manchego al uso, a ver si se enteran. El analfabetismo galopante que nos invade, además del servilismo autóctono en esencia pura, cuando no el silencio (pagado o gratis, léase como se quiera por quien lo quiera interpretar), hace que lo que sea una aberración ambiental en toda regla se venda por el Consejero del ramo como un logro ambiental, y que las protestas se arrinconen y se marginen a determinados vecinos –pocos–, que sí defienden su paisaje y patrimonio cultual/natural. La empresa adjudicataria, con la aquiescencia de las administraciones y determinados grupos ¿ecologistas?, ha arrasado con todo lo que había en la traza de la carretera y su entorno, ha cortado innecesariamente miles de enebros y encinas más que centenarios, ha liquidado fresnedas junto a la garganta Torinas, y ha eliminado pasos y cortado arroyos, así como la Cañada Leonesa Oriental. Una puñalada más al valle del Tiétar. Y por si fuera poco nos venden por mejora ambiental los propios vertederos que la empresa ha dejado allí mismo, donde han plantado un par de pinos y ya está. Las miles de toneladas desmontadas quedan, según el Consejero, como «mejora ambiental», y no como ahorro de la empresa, que se ha evitado gastarse los cuarto transportándolas a vertedero. Esto es como si dejásemos la basura amontonada en el centro de Talavera. Total, total si a la nueva «montaña» iban a acudir miles de pájaros a comer la basura, y es una mejora ambiental en toda regla. Es la misma filosofía.
El turismo en la Sierra de San Vicente se potencia con un plan serio de ordenación de recursos naturales, con su declaración como parque natural, con el control del urbanismo disperso y el «protegido» por los ayuntamientos o por el que manda de turno (léase también como se quiera); la Sierra de San Vicente es una maravilla natural de primer orden, cada vez más prostituida, que se quema cada año trozo a trozo, con total impunidad. Da gusto ver en otras zonas del país como se hacen actuaciones similares de arreglo de carreteras, con delicadeza y respeto. Aquí es como si restauráramos un Velázquez con sprays de grafiteros; o podáramos un delicado bonsái con motosierra. Que el señor Consejero diga lo que quiera: que una escombrera es una mejora ambiental, y en unos arbolitos de mentira nos hemos gastado –todos – un cuarto de millón de euros. A lo mejor quieren que me lo crea. No todos somos tan tontos, a ver si se van enterando.
viernes, 3 de diciembre de 2010
CM-5006, chapuzas silencios y omisiones
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