La Tribuna de Talavera, 30 marzo 2012
Los chopos en fila. Los fotografío. Sin hojas aún. Lanzas grises, destacamentos perfectos. Los amentos son pendientes arrancados con maldad por el viento. Suelo de la vega removido por los tractores. Tierra seca. Arena que se levanta en remolinos. Oleadas eléctricas que tren la música de los albañiles desde la urbanización. Alta, chirriante. A veces cambia el viento y se la lleva hacia el este. Entonces el espacio es del sonido del agua. El Alberche baja mínimo, susurrante en su cueva de alisos y sauces, donde no hay sitio para el ruido, lo extraño y el mundo de afuera. Me siento. Cierro los ojos. Sonido del agua, un pinzón, el paso de rabilargos cruzando, la lavandera, el mosquitero.
Las raíces de los fresnos están al aire. Huesudas y menudas. El agua del Alberche no llega ni para taparlas. Es el límite. Más allá morirán los árboles, el bosque se reducirá más y más hasta ser sólo el propio cauce del río, convertido en arenal o erial. Lo he visto demasiadas veces en el Tajo, en el Alberche, en el Tiétar. Los ríos no dan más de sí. Asistimos a su desaparición completa, sin dejar rastro nada más que en los mapas antiguos. Robert Redford hace una película sobre el agotamiento y la desaparición del Colorado. Habrá que hacer una aquí sobre el Tajo, el Alberche, el Tiétar. Antes de que no quede nada.
Hoy, gente que jamás se ha sentado a escuchar el Alberche, decide en Madrid si se cierra durante dos años el río en Picadas: es decir: que no haya agua ni para el río, ni para regar, ni para beber en Talavera (nos apañamos con las aguas residuales que se van echando por el camino). Eso implicaría que no habría agua para regar en Talavera, porque el Tajo no tiene, independientemente de su calidad inasumible. Un panorama complicado ahora que empresas quieren instalarse en Talavera y comarca para aprovechar los productos agropecuarios de la vega. ¿Cómo se explica esto?
Los números no engañan. Ni las traiciones. Hay argumento para una novela. Nos han dejado las sobras, y ni eso muchas veces. Los números, las hemerotecas, los decretos y leyes no mienten. Tampoco las raíces de los fresnos, huesudas, gastadas, dibujando en el aire el vacío, la ausencia de agua, de río. Hay que cambiar el escenario de 30 años de renuncias. Y abrir uno nuevo. Sin él no hay futuro. Los ríos, el Alberche mínimo, el Tajo gastado y parado todo el invierno, son los espejos donde se refleja el alma de esta tierra. La última batalla está por darse. Los chopos, destacamentos perfectos, están dispuestos.
1 comentario:
Si en vez de escribir estuvieras hablando podrías quedarte afónico de tanto repetir lo mismo... y mientras "esos" que están en el poder se rien tocándose el bolsillo lleno... MIERDA DE PAIS!
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