viernes, 25 de febrero de 2011

El circo de las Cortes de Castilla-La Mancha

No valen las lecturas simplistas con el agua en Castilla-La Mancha. No hablo de ríos, ahora de momento hablo de agua. El esperpento de ayer en las Cortes de Toledo refleja la utilización del agua, en ningún caso el reconocimiento de su complejo engranaje en la sociedad de Castilla-La Mancha. Castilla-La Mancha es la tercera región de España por superficie –80.00 km2–, la novena en cuanto a población –2.100.000 habitantes–, y la última en densidad, con 26,4 habitantes por kilómetro cuadrado. La complejidad regional se complementa con el análisis de la propia configuración provincial de la Autonomía: es Castilla la Nueva, pero sin Madrid y con Albacete. Esta amputación del núcleo económico, social y demográfico, ha traído consigo más problemas de los aparentemente visibles, acrecentados por el basculamiento manchego de los dos presidentes socialistas que ha tenido la Comunidad en casi 30 años, José Bono y José María Barreda.



Y, como elemento clave, la parcelación de los 80.000 km2 en cinco grandes cuencas hidrográficas: Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Júcar y Segura.

Aquí, Castilla-La Mancha, no se pelea por defender el agua. Sino por recuperarlo. En otros territorios, en otras batallas, como la del Ebro, por ejemplo, se peleó porque no se llevaran el río. Aquí, día a día se va agua como para abastecer a una ciudad como Barcelona. Los esquemas franquistas de «territorio algibe» perviven 35 años después, sin moverse un ápice, al contrario, fortalecidos por el troceamiento autonómico del café para todos. Y, sin olvidar, que aquí –Castilla-La Mancha– se han hecho las cosas muy mal durante muchos años, quizá porque se venía de más abajo que en otros sitios, que no existía –ni existe- una identidad común del territorio administrativo. Es más: en 30 años no se ha fomentado esa identidad, y como error inmenso, se ha privilegiado a la parte sobre el conjunto, ignorando las relaciones con Madrid, sin potenciar Guadalajara, Toledo; y dejando todos los huevos en la gallina de la Mancha, en la cesta que al final se ha roto levándose por delante mucho más que la Caja regional.

Ha faltado la visión de conjunto; yo diría que se ha despreciado la realidad de Castilla-La Mancha, porque al final siempre había un cromo que cambiar, vender un trozo para que los amigos, o uno mismo –Bono igual que Barreda– privilegiaran «sus» territorios o a sus amigos. Falta visión de región, quizá porque toda la Corte de Toledo vive en Madrid, sube y baja todos los días en AVE, y en el fondo Castilla-La Mancha no les importa. Es así.

Recorrer Castilla-La Mancha y compararla con la de 30 años atrás te muestra una región que ha avanzado, pero que no lo ha hecho con la contundencia que debería. Se ha perdido mucho el tiempo, con una política de aldea, no como la que dice el bocazas de Valcárcel, sino de privilegiar como digo a la parte sin ser consciente del conjunto. Recorrer hoy las periferias te muestra el desierto demográfico en que se ha convertido casi todo lo que no es la Mancha; y que ciudades como Talavera de la Reina, a menos de una hora de Madrid, hayan comenzado a perder población, define la inexistente de una visión política para aprovechar la cercanía a Madrid y los distintos corredores con las grandes ciudades costeras, tanto de España como de Portugal.

Cada territorio de España tiene su río, su gran río. Aquí tenemos cinco, cada uno con sus peculiaridades, pero con el denominador común de su gestión encaminada a satisfacer las demandas de otras Autonomías: el Tajo para Murcia y Valencia; el Júcar para Valencia; y el Segura para Murcia. El alto Guadiana, desaparecido gracias a los aspersores, se quiso trasvasar igualmente a Murcia; pero antes la bomba, el aspersor y la suicida política de regadíos acabaron con él. El Guadalquivir, «transferido» a Andalucía, drena más de 5.000 km2 de Ciudad Real y Albacete. Por tanto, somos un inmenso algibe, las reservas de agua de medio país, con los mayores embalses (Entrepeñas, Buendía, Alarcón, Contreras, La Fuensanta, El Cenajo, Rosarito…) sirviendo el desarrollo económico de Murcia, Valencia, Andalucía, Madrid, Extremadura. Esta es la situación. El agua y los ríos nacen aquí, se llenan de agua en las serranías; pero no se puede tocar, porque Franco decidió que se gastara en otro sitio; y claro, ahora que somos «autónomos», lo que se da no se quita.

La gestión que se hace de la cabecera del Tajo es el paradigma del franquismo hidrológico que ondea en el ministerio de Medio Ambiente. Da lo mismo quien gobierne, derecha, izquierda, centro: la línea marcada por los tecnócratas del franquismo, heredera de los regeneracionistas, sigue imperando. ¿Cómo un río que ha perdido casi el 50% de las aportaciones naturales, que de media han bajado de 1.400 hm3/año a 750 hm3/año, puede tener 650 hm3 de excedentes? ¿El 86% de la cabecera del Tajo son «excedentes»? Pues sí. Esto es el trasvase Tajo-Segura y el trasvase Tajo-Guadiana.

La situación del Júcar es similar: sus aportaciones de cabecera han disminuido en la misma cantidad que en el Tajo; pero se sigue gestionando para Valencia, al igual que el Cabriel. Y qué decir del Mundo, del Segura, del Taibilla. El Guadiana no existe. El mayor desastre ambiental de España sigue ahí, en el alto Guadiana, aunque en este ciclo seco el charco de las Tablas se haya vuelto a llenar –desde arriba–, y los patos pongan contentos a los políticos y a los ignorantes. Y nadie está dispuesto a meter mano en serio al asunto, más allá de comprar un puñado de hectáreas para hacerse la foto. ¿Qué es del Plan Especial del Alto Guadiana? ¿Alguien se cree algo?

Creo que es importante poner orden y trabajo en el agua –y en los ríos– en Castilla-La Mancha. Pero no con oportunismo. He visto cambiar muchos cromos en 20 años: vender una y otra vez al Tajo; cambiar el Alberche por diversos intereses en Ciudad Real; autorizar la conexión Talave-Cenajo; siempre, al final, el agua, los ríos, como cromo político. De facto somos una hidrocolonia, lo que nos rebaja varios escalones con respecto a los vecinos autonómicos. El Estado barre para casa, no pone orden, sino que beneficia a los que más votos ponen en las urnas, y eso está en Madrid y en el Mediterráneo. Los gobiernos socialistas de Castilla-La Mancha no han propuesto nunca una estrategia sensata. Y el Partido Popular quiere seguir manteniendo a toda costa el statu quo, sin molestarse en guardar las formas. Y menos ahora, que el agua importa poco con todos los embalses a rebosar. Y siempre apelando al Plan Hidrológico Nacional, que no dejaba nada en Castilla-La Mancha, y que aquí se votó a favor simplemente por las peleas políticas de principio de siglo por alzarse con el poder en el PSOE nacional. El panorama, como se ve, es «ilusionante».

El PP ahora, que ve que puede, esta vez sí, tocar pelo, no va a hacer nada que cambie la situación, y más como digo con unas elecciones autonómicas y generales que se van a celebrar con los embalses llenos, sin conflictos por el agua, y donde el naufragio de España en tantos capítulos, va a ser protagonista. Se aprovecha del discursos disperso, populista y ambiguo del Gobierno de Castilla-La Mancha, que impulsa un trasvase desde el Tajo al Guadiana, y para el que no es lo mismo una tubería que un trasvase, como si los ciudadanos fuésemos tontos, que una cosa es que se lo cran, y otra que lo vayan propagando con tanto entusiasmo.

Por tanto, 30 años después perdidos, con los planes de cuencas «políticos» -Júcar, Segura y Tajo– pospuestos sine die; y con los esquemas de la situación encarando un escenario continuista a más no poder, lo de ayer en las Cortes de Castilla-La Mancha demuestra el profundo desconocimiento que los diputados tienen de la Región, el desprecio que sienten por ella, la falta de luces de unas docenas de vividores que no las pasan putas mes a mes para llegar, no a fin de mes, sino al 10 ó al 15; y el profundo cáncer que corroe a las instituciones de esta Región. Por muchos circos que monten, por más payasadas que escenifiquen, los ciudadanos ya no nos reímos. Una cosa tengo clara: gane quien gane el 22 de mayo, quienes perderán serán los ríos de Castilla-La Mancha.

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