A última hora de la tarde caen brochazos de un sol gastado sobre la Sierra. Hace rato que han dejado de pasar los helicópteros con dedales de agua colgando de las entrañas. La Sierra de San Vicente, en blanco y negro, un día después del desastre. Aún salen columnas de humo. Desde la distancia el valle está negro, pasan cortinas de lluvia, los robles aún resisten intactos de color y verano. Mañana subiré al Piélago. Esta vez no todo debería acabar cuando se marchen los retenes y los helicópteros. Ha llegado el momento de buscar responsabilidades. Hay mucho silencio en la Sierra de San Vicente. Mucho cobarde. Cada vez más rozas, lucecitas tililando por la noche, como tributo a un paisaje domesticado.
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𝑯𝒂𝒏𝒈𝒛𝒉𝒐𝒖 𝑪𝒊𝒕𝒚 𝑬𝒙𝒉𝒊𝒃𝒊𝒕𝒊𝒐𝒏: "𝑵𝒂𝒖𝒕𝒊𝒄𝒂𝒍
𝑷𝒐𝒆𝒕𝒊𝒄𝒔: 𝑬𝒏𝒄𝒚𝒄𝒍𝒐𝒑𝒆𝒅𝒊𝒄 𝑷𝒐𝒆𝒕𝒓𝒚 𝑺𝒄𝒉𝒐𝒐𝒍'𝒔
𝑰...
Hace 6 horas
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