La Tribuna de Talavera, 10 septiembre 2010
Acabo de bajar de El Piélago. Hasta última hora de la tarde el helicóptero del Cerro Negro ha estado echando agua sobre los rescoldos que el viento avivaba. Tres días después aún arde la Sierra de San Vicente. Este incendio ha convertido en cenizas un pedazo del corazón de la Sierra; corazón de enebros, encinas, cornicabras, castaños, nogales… Un bosque de los que no arden nunca; a no ser que se les prenda fuego. Este incendio se provocó con muchas intenciones. Y año a año se pierde un pedazo de la Sierra. Y la cosa va a más, con mayor impunidad y menos complejos. La Sierra de San Vicente es campo abonado para el terrorismo ambiental. Para mí este incendio, como los de este invierno en El Real, de hace unos años en Navamorcuende y todos los que marcan la piel de la Sierra, son puro terrorismo ambiental. Pero también lo es la carretera que la Junta ha perpetrado entre Navamorcuende y La Iglesuela, con sus escombreras enormes, ante la cual sólo se ha hecho sentir el silencio de grupos ecologistas, frente a la denuncia solitaria y silenciada de unos pocos vecinos. También es terrorismo ambiental la carretera proyectada por la Consejería de Ordenación del Territorio entre San Román de los Montes y El Real de San Vicente, con más de un millón de metros cúbicos de tierra y granito a remover. También es terrorismo ambiental el dejar hacer de algunos municipios, que parcelan el suelo rústico para beneficio de cuatro, pasándose por el forro la ley y lo que haga falta, que para chulos nosotros.
Y éste es el resto.La Sierra de San Vicente es una maravilla natural de primer orden. Cuando se corrió el campeonato de España de ciclismo, los periodistas cuando cruzaban el Piélago decían que aquello era como los puertos de los Alpes, «con hayas y todo». Un lugar único y mágico, de historia y de etnografía, pero sobre todo herencia de los antepasados, templo de la cultura popular en toda su extensión. Ahora, ni plan de ordenación de recursos naturales ni parque natural. La Consejería de Medio Ambiente no se acuerda de proteger San Vicente ni la Higuera, dos joyas de primera magnitud. Mientras, quedan como estiércol para indocumentados y oportunistas, que no dudan en ir quemando, urbanizando, metiendo tendidos eléctricos, poniendo torretas de la luz o repetidores... Lo que sea. Septiembre empieza con un nuevo costurón a la Sierra. Hasta el próximo.
Y éste es el resto.La Sierra de San Vicente es una maravilla natural de primer orden. Cuando se corrió el campeonato de España de ciclismo, los periodistas cuando cruzaban el Piélago decían que aquello era como los puertos de los Alpes, «con hayas y todo». Un lugar único y mágico, de historia y de etnografía, pero sobre todo herencia de los antepasados, templo de la cultura popular en toda su extensión. Ahora, ni plan de ordenación de recursos naturales ni parque natural. La Consejería de Medio Ambiente no se acuerda de proteger San Vicente ni la Higuera, dos joyas de primera magnitud. Mientras, quedan como estiércol para indocumentados y oportunistas, que no dudan en ir quemando, urbanizando, metiendo tendidos eléctricos, poniendo torretas de la luz o repetidores... Lo que sea. Septiembre empieza con un nuevo costurón a la Sierra. Hasta el próximo.
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