La Tribuna de Toledo, 7 febrero 2014
Hoy termina el plazo de alegaciones al plan de cuenca del Júcar, río que aunque lo ignore el ministerio de Cañete, tiene a bien nacer y cruzar gran parte de esto que aún se llama Castilla-La Mancha. Una vez cerrado el plazo, en pocos meses el mecanismo burocrático aprobará el plan del Júcar, el último de los ríos ibéricos, el más difícil de cuadrar junto con el Tajo, aunque éste se haya consumado finalmente manu militari, y al menos tres Quejas en Bruselas dan ya cuenta de ello y de la intrahistoria última del Tajo.
Con el Júcar culmina la rendición de las plazas hidrológicas por parte de Castilla-La Mancha. Leerte el plan del Júcar te deja la misma desazón e impotencia que el plan del Tajo. El Júcar es un río valenciano, igual que el Tajo es un río murciano. Los hidrocolonialismos se perpetúan, especialmente en este plan del Júcar, donde distorsiona todo la aberración de la demarcación hidrográfica, en la que entran incluso ríos intracomunitarios de la Comunidad Valenciana, y otros que no tienen nada que ver con el Júcar, como el Turia, Mijares, Vinalopó, etc. El truco es hacer depender del Júcar a media costa levantina, para así exigir agua, mientras se le niega a los regantes de Cuenca y Albacete, por ejemplo, considerados saqueadores estos últimos de acuíferos.
Igual que en el Tajo toda el agua que no va por el trasvase es un derroche, en el Júcar toda el agua que no llega al tramo bajo del río, fuera ya de Castilla-La Mancha, es un despropósito, un desperdicio, un sacrilegio a los sacrosantos derechos históricos y tal valencianos. Y si hay que coger agua para beber en Albacete, se paga a los regantes valencianos, faltaría más. Y el embalse de Alarcón sigue siendo de facto privado, también de los regantes valencianos. Y, ahora, como enorme e importante novedad, el déficit se traslada a los regantes de Albacete, 120 hectómetros cúbicos a solventar en un hipotético novísimo Plan Hidrológico Nacional, con un trasvase del Duero al Tajo, porque ya ha dicho el PP de Aragón que el Ebro no se toca. Una bofetada en toda la cara a Castilla-La Mancha.
Al final, Castilla-La Mancha sale perdiendo, como siempre, porque aquí se han negociado los planes de cuenca atendiendo a “intereses generales” –ya sabemos a qué intereses generales y mayor honra de quién–, y se ha cedido hasta más allá de donde el pudor aconseja.
Uno, al final –y jamás pensé que escribiría esto– echa de menos los tiempos de Bono, donde al menos se sabía dónde estaban los límites y las rayas rojas. Esto, señores y señoras, es un páramo. El Júcar, río valenciano. Castilla-La Mancha, tierra de nadie, tierra de saqueo.
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