La Tribuna de Toledo, 28 febrero 2014
La intención de la Diputación de Toledo de habilitar el acceso a la ciudad hispanomusulmana de Vascos por el propio Tajo, cerrando el tradicional camino de acceso, obedece exclusivamente a los intereses particulares de la propiedad de la finca por la que actualmente hay que cruzar para llegar a uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del centro de la Península. Aquí la Diputación actúa simplemente como elemento ejecutor de determinados intereses, eso sí, pagados con unos cuantos millones de euros sacados directamente del bolsillo de todos los ciudadanos. Limitar el acceso a una ruta fluvial desde el Tajo significa cerrar el camino natural de entrada al yacimiento, el lógico, y el que debería potenciarse para de una jodida vez insuflar algo de vida a la Jara, la comarca más deprimida, olvidada y ninguneada no sólo de Castilla-La Mancha, sino de España.
Aquí lo sensato se olvida, y se decide acceder desde el Tajo, Huso arriba desde el embalse de Azután, justamente en una de las zonas críticas para la reproducción de la cigüeña negra y el águila-azor perdicera. Vamos a ver: el embalse de Azután es navegable en el 98 % de su extensión, excepto en este 2 %; se podrían hacer rutas increíbles desde Las Herencias o Talaverilla, que serían un reclamo turístico de primera magnitud. Donde se va a hacer, no. Pero aquí no pasa nada, y los mismos grupos ecologistas que –por ejemplo – ponen el grito en el cielo porque se permita la navegación en el Parque nacional de Monfragüe, aquí miran hacia otro lado. ¿Por qué?
Lo ambiental, siendo importante, queda en segundo plano cuando se analiza el proyecto, y se llega a la conclusión de que aquí lo que se trata es de dejar de “molestar” a la propiedad de la finca donde se ubica el yacimiento arqueológico, y de gastar unos milloncejos que también servirán para callar determinadas bocas. Es la historia de siempre. Y, mientras, Vascos, que podría y debería ser el motor económico de toda la comarca, sin ocasionar ni un mínimo impacto ambiental, seguirá olvidada, bonsaizada, visitada por cuatro turistas cuatro días al año. Y la Jara se seguirá despoblando y muriendo, porque al final, lo que vale es la política de ideas cortas, de amiguismos y de mirar para otro lado. Y mientras se nos vacían los pueblos, y la Jara se nos queda tan vacía que duele cruzarla.
Si hay dinero para Vascos que se hagan las cosas bien, de una jodida vez, que ya va siendo hora.
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