Vuela un cenizo, se eleva. Un macho. Un ratonero le sigue, pero no puede alcanzarle, aunque lo intenta con todas sus fuerzas. El cenizo se eleva sin sentir, sin esfuerzo, como una cometa ligera y perfecta. La mañana es sucia, nubes bajas y niebla, olor a jaras y viento húmedo. Campos verdes, charcos en la raña, cigüeñuelas emparejadas en cada lagunazo.
Frente a Talavera de la Reina, hacia el sur, las rañas de la Jara caen a pico hacia el Tajo. Las rañas de tierra roja terminan donde comienzan las terrazas de arena del Tajo, y caen unos 150 metros, en un paisaje que rompe en las barrancas sobre la vega. Al Tajo de tarays, sauces y álamos, se precipita un paisaje de encinas y coscojas. Los regatos rompen la superficie horizontal y se van clavando hasta llegar al Tajo. Hoy sobre las raña vuelan las parejas de cenizo, los ratoneros defendiendo su territorio, los milanos negros, las parejas de cernícalo primilla. En las encinas del monte adehesado descansan las torcaces, otean los pinzones, y buscan el sol las parejas de perdices. El cereal crece bien, un sisón vigila desde su otero. Alta, muy alta, una avutarda cruza sobre el Sangrera, lenta y firme. El paisaje se disuelve en capas que la neblina va haciendo cada vez más etéreas e imperceptibles. Lejos la estela de humo de la fábrica de aceite de Los Navalmorales. Trigueros aupados en los listones de los cercados. Cogujadas en los caminos, bandos de jilgueros en los barbechos.
Primavera de nubes y poca lluvia, de arroyos bajando con su hilo de brillos. Fresnos despertando, campos velados por la bruma. Águilas del viento subiendo hacia el cielo transparente.
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