Esta tarde se le puede mirar al sol de frente. El sol se pone sobre Torrehierro, frío, blanco, extraño. Las urracas juegan abajo, sobre los tejados, y algunos aviones, pocos, revolotean entre los edificios. A poniente no hay ya nubes, sólo el sol que baja infinitamente lento. Sobre Gredos la nieve grisácea, los Galayos, los puertos tomados por la niebla. Las nubes se separan poco a poco y se van hacia el norte, hacia el levante. La luz es fría sobre los edificios de ladrillo rojo. Ni siquiera ellos irradian calor. Pasan algunos vencejos con ganas de que ya sea junio. Pero queda mucho. La tarde es fría como pocas, con una luz extraña que engulle las estelas de los aviones. Nubes de rojo palido como bolas de algodón, como esos cuadros tristes de paisajes de las tierras septentrionales. Tarde en las que se puede mirar al sol de frente.
La limosna de los días
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“Sólo hay un poeta, dice Rilke, / sólo uno es el Poema”, escribe Gregorio
Dávila de Tena en el texto inicial de *La limosna de los días*, con el que
ob...
Hace 9 horas
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