La Tribuna de Talavera, 25 marzo 2011
Escribía en febrero de 2007 una columna sobre la cacicada de Marina Valdecañas, aún en proyecto. Después de leer, cuatro años después la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura sobre el asunto de Valdecañas, sentado ya frente a los chalets de más que dudoso gusto –color leones de la rotonda de los leones–, y con el césped del campo de golf perfectamente cortado, uno se pregunta si los conseguidores políticos del engendro tendrán la decencia de continuar un día más en el cargo. Pero, uno, ingenuo de natural, no cuenta que en este país nadie rectifica, y acto seguido lo que se hace es modificar la ley del suelo de Extremadura para llevar la montaña a Mahoma. Con dos cojones, y más teniendo en cuenta que lo que se ha hecho aquí es vestir como «vivienda social», mansiones de 500.000 euros con vistas al green. Y sin disimulo.
En este país, pese al encalado democrático, nos sigue aflorando el ordeno y mando de toda la vida, puesto que en la política como en lo cotidiano, somos un país de superficialidades, y en cuanto tocamos pelo nos pasamos por el forro eso de los ideales y demás, que vamos a lo que vamos: a asegurarnos el porvenir y el de los amigos/colegas, en la ancestral tradición carpetovetónica. Chapuzas similares afloran por donde se mire, PP ó PSOE, que tanto monta, etc., que el negocio es el negocio, y eso de los ideales queda para las campañas electorales. Ahí está la urbanización de Hellín, en el embalse de Camarillas; o el reino de Don Quijote, con trasvase del Tajo incluido (y pagado por todos); o Villanueva de Gómez, en Ávila, o la urbanización de Candeleda. La marbellización/murcianización del urbanismo es galopante, y sólo dormita esperando que escampe, la burbuja acabe de desinflarse, y vuelva el negocio. La sentencia del TSJ de Extremadura pide la demolición de lo levantado, y su restitución a la situación anterior. ¿Alguien se lo cree? Antes cierran Almaraz. Ése es el problema: España es un país de hechos consumados, donde lo mismo te hace la hípica un amigo constructor, que te olvidas pagar la factura de cuatro trajes. Qué más da. Tenemos lo que tenemos: Rajoy comprando el Marca en una gasolinera, y Zapatero escuchando embobado a Sarkozy. Es para lo que hemos quedado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario