La Tribuna de Talavera, 18 marzo 2011
Este fin de semana habrá luna llena sobre el Japón. El mundo es pequeño, y el miedo es más ágil que una nube de radiación. Tenía escrita la columna sobre nucleares y esas cosas de la energía, pero queda para el blog. La vida son imágenes y sensaciones, y esta semana hemos tenido demasiadas. Es triste que lo que quede del terremoto y del tsunami sea el desastre nuclear, tan predecible como evitable.
Estos días me gustaría ser japonés. Me de envidia ese país donde no se vive a salto de navajazo, donde te puedes fiar del vecino y la gente va de frente. Donde el miedo es de los de fuera, no de los de dentro. Entre el desastre me quedo con la imagen de una anciana en botas de agua, buscando en el inmenso vertedero en que se había convertido su paisaje vital, su pueblo, su vida. ¿Qué busca? No queda nada, todo es vacío, como el esqueleto de un mal sueño. Pero ella busca con las botas de agua impregnadas de barro.
Apenas somos conscientes de lo que supone y supondrá el desastre de Japón. El país se levantará, porque sabe hacerlo, lo lleva en los genes. Aquello es un país, y con altura de miras. Tenemos mucho que aprender, porque es que aquí ni siquiera nos consideramos nación, con lo que no tenemos andado ni la mitad del camino. Más que criticar, alarmar, pegarnos –ahora–por las nucleares sí o no, deberíamos observar, ayudar y aprender. Porque este fin de semana habrá luna llena sobre el Japón, subirán las mareas del Pacífico y la Naturaleza nos recordará de nuevo que marca su tiempo en un reloj demasiado grande para que podamos entenderlo.
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