domingo, 29 de noviembre de 2009

SENTENCIA Y ESTATUTO

La Tribuna de Talavera, 27 noviembre 2009

Curiosa la sentencia del TSJ, el de Albacete. Uno, al cabo, llega a la conclusión de que a esta ciudad, por activa o por pasiva –más bien por la primera– los de aquí y los de allí quieren dejarla como un solar, no con el lustre y la edificabilidad del de la Piedad, sino con el aspecto de esos que aparecen en las películas de posguerra, en blanco y negro, ruinas y polvo y mucho frío. Las cuentas no salen, más que nada porque poner los ladrillos, hacer las casas, cuesta dinero, y eso no aparece por ningún lado, como no lo hacen estimaciones de tasas, licencias, gastos financieros y demás, esas cosas que hacen que los beneficios sean los que son, y no lo que quiere hacernos tragar el TSJ, el de Albacete, para el que todo el campo es orégano y los pisos se venden solos, en un ya está. Pero como para desentrañar este arcano habrá ganas y fondos, me meto con el cachondeo del Estatuto, no el catalán, sino el manchego, como dirían con propiedad los telediarios.

Si no se desenfada a última hora la portavoz del PP, hoy no habrá reunión y no se desatascará el asunto en el Congreso. Vergüenza me dan estos políticos manchegos que tenemos, que se achantan a la mínima. Ahí están los catalanes, con la Constitución por montera, con el cuarto poder en bloque defendiendo lo que ha salido de su Parlamento. Aquí mantenemos la estrategia dictada por aquel político alemán, eso de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. La propaganda del régimen manchego dice que Castilla-La Mancha –así, toda–, es la cuenca cedente, y nos vamos a encontrar con una propuesta de reserva en Entrepeñas y Buendía para toda la región, es decir, para el Guadiana y para el Júcar. ¿Y qué es del Tajo? ¿Qué fue del calentón de la fecha de caducidad? ¿Qué fue del órdago PP-PSOE PSOE-PP? Nada, que reculamos, que hacemos del Tajo cabecera de los regadíos manchegos. Y tan contentos. Quitamos la correa al perro para ponerle otra, pero el perro sigue atado. Perdemos en Talavera, en Toledo, en Guadalajara, en Cuenca. Ganan donde siempre, los de siempre. Castilla-La Mancha es débil, sus políticos lo demuestran día a día, y han vuelto a dejar con el culo al aire a los ciudadanos que representan, especialmente –como siempre–, a los que vivimos a orillas del Tajo, ese río desaparecido que jamás recuperaremos, Mientras lo nuestro no sea importante para nuestros políticos, sólo excusa para subir y llenar sillones, mal vamos. A ver si nos damos cuenta de una vez.

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jueves, 26 de noviembre de 2009

LUZ DE OTOÑO

La Tribuna de Talavera, 20 noviembre 2009

La luz esta mañana sobre Valdepusa era sucia y espesa, confusa. Zorzales y petirrojos en las manchas, alguna torcaz, estelas mínimas de aviones en el cielo. El Pusa no estaba; tampoco el Sangrera, sólo un lecho de rollos y tristezas, del mismo color que este otoño extraño y cálido, sin agua, sin lluvia, sin viento, sin niebla, sin pulso. Perdices sobre los alcores, cernícalos y un esmerejón cruzando la raña. Esta tarde la luz es de silencio, de velar lejanías y estelas de humo que suben allá muy lejos, por las nacientes del Guadyerbas. Pasan las garcillas entre los bloques de pisos, y el tren llega con su faro encendido y sus cuatro vagones.

En el silencio habita el tiempo y la luz. El tiempo justo donde el águila vuela somera sobre la linde y se lanza al jaral. Toco con las manos los montes, las distancias; moldeo el espacio de almendros deshilachados y siembras de verde gastado. Todo va quedando turbio, como un sueño antiguo y oculto en el tiempo de hierro que habitamos, donde todo se deforma como un espejo de agua roto por una mano. Queda la luz, la encina, las entrañas de la tierra roja removidas por el tractor. El resto ya no es, enzarcado en la luz sucia de cada día, que ya no brilla fría y azul, transparente y real como el olor de los membrillos. Luz que ya no es, como ya no va siendo nada casi todo, que sin saberlo, sin entenderlo, las cosas se van y no vuelven, como la estela de este azor que ahora pasa y nunca más será. Queda la huella del oleaje, el olor mineral del monte, la espesura de las distancias clavada en las pupilas como un abordaje de lucidez en un páramo de nada.

Esta mañana en Valdepusa verdeaban los olivos cargados de aceitunas, las encinas limpias y altivas sobre las rozas. El tiempo era amplio y a lo lejos las labranzas derrumbadas en sus oteros se iban haciendo cada vez más barro y distancia. En el tiempo de los silencios la tierra brilla y habla bajo la luz confusa y triste del otoño. Es lo único que queda.
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GIGÜELA

La Tribuna de Talavera, 13 noviembre 2009

Con G. El pasado viernes 6 fue uno de los días más desgraciados para la historia de nuestros ríos. El Consejo de Ministros aprobó el máximo trasvase a Murcia, Alicante y Almería permitido desde Entrepeñas y Buendía. Además, 20 hectómetros cúbicos para el Guadiana, destinados a encharcar lo que fueron las Tablas de Daimiel. Por si fuera poco, destinó cerca de 20 millones de euros para la construcción de una presa sobre el río Gigüela, para que el agua del trasvase no se “pierda” cuando el río alcanza el acuífero, al sureste de la provincia de Toledo. Esta obra supondrá que, sin ningún tipo de impacto ambiental, se destruya un buen tramo del río Gigüela, el mismo que ya fue parcialmente arrasado a mediados de los años 80 del pasado siglo en el primer intento de resucitar las Tablas. Entonces se canalizó su cauce, rompiendo el lecho impermeable de arcillas creado durante milenios, y convirtiendo al propio río en un colador. Leyendo estos días los periódicos y los informes de hace 25 años, te das cuenta que todo se repite, que no se ha aprendido nada, y que la excusa de salvar las Tablas servirá otra vez para destruir un poco más uno de los pocos ríos aún vivos y con agua de la Mancha.


El Gigüela, el Xíguela de los clásicos, es río discreto, que sale del piedemonte de la serranía se Cuenca y se mete en las tierras rojas y espesas de Segóbriga. Es río que en las carreteras y en las crónicas de estos días le han cambiado la G por C, que lleva alamedas delicadas y curso apretado cuando es joven; que se hace grande entre campos blancos y rojos, veteados en esa tierra donde la Mancha empieza a comer el horizonte, donde afloran restos de ciudades perdidas prerromanas; y que es un cadáver en su tramo final, roto y perforado por las máquinas, lleno de basura y aguas residuales; pero aún con resuello para criar espadañales y espesuras, con motillas perfectas desde las fotografías aéreas, sobrevolado de vez en cuando por aguiluchos laguneros, con reclamos de carricero tordal. Antes, las tablas del Gigüela con el Guadiana manado en los Ojos, formaban el paraíso terrenal. Ahora no hay nada. Todo es artificial, como la presa que le van a hacer al Gigüela, como el tubo por donde van a meter el agua, la del trasvase y la del propio río. Un despropósito de tal magnitud que, más que rabia, te deja impotente, porque no puede caber tanta ineptitud.

25 años después nada hemos aprendido. Esta primavera habrá patos en las Tablas, y dos o tres políticos se harán la foto y respirarán aliviados. Mientras, el Gigüela ya no será río, sino un canal con una presa que le parta en dos definitivamente. Qué fácil es robar la dignidad a una tierra y a un río, a su paisaje y a su historia. Qué fácil y qué triste.
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viernes, 6 de noviembre de 2009

DON PELAYO ERA DE TOMELLOSO

La Tribuna de Talavera, 6 noviembre 2009

Cualquier día en una rueda de prensa la portavoz del ¿gobierno? de Castilla-La Mancha lo dirá. Es algo que poco a poco va tomando cuerpo, y un día de estos –no habrá más remedio– será desvelado el arcano y todos, gozosos, comprobaremos que somos el pueblo elegido: Don Pelayo era de Tomelloso. Qué pena. El agua del Tajo, como la pasta de esta región, a llenar los pozos sin fondo de Ciudad Real. Es para lo que vamos quedando. 25 años echados por un pozo sin fondo, mientras algunos se lo han llevado crudo, con aspersores, aeropuertos y reinos varios, que si a mi me dejan, con el dinero de todos también monto un aeropuerto o un tinglado de casinos en Aldeanovita. A lo mejor funciona. Pero, tranquilos, que aquí no pasa nada.

Don Pelayo nació en Tomelloso, y el Tajo nace allá por la sierra de Alcaraz, como aquella antológica portada de la revista de publicidad de la Junta. Sigue sin pasar nada. Las encuestas son positivas, como el viento, aquí está todo hecho, y si no viene el jefe –léase Bono– de vez en cuando a mear alguna esquina, que qué va pasar. Y, mientras, que nos jodan a los que hemos tenido la suerte/desgracia de nacer junto al Tajo. Repito los datos que daba ayer La Tribuna: parados en Toledo: 4.380; parados en Ciudad Real: 5.877; parados en Talavera de la Reina: 11.041. Datos fríos y limpios, sin adobo, que lo dicen todo. La marginalidad inducida es lo que tiene. ¿Qué hemos hecho? ¿Qué no hemos hecho? A Talavera de la Reina ni se la ha entendido, ni se la ha querido, ni se la ha hecho justicia por la Junta. Ni a Talavera ni a su tierra, páramo donde ya sólo se mueven las nubes. Las consecuencias de poner todos los huevos en una cesta y, de paso, en manos de amigos megalómanos, es lo que tiene: que nos tenemos que enterar, a trasmano, que Don Pelayo era de Tomelloso. ¿Haremos algo? ¿Cuando lleguemos a 20.000 parados? ¿Cuando en vez de tener dos veces y media más parados que Toledo, o 1,9 veces más que Ciudad Real, tengamos 5? Quizá para entonces aquí ya no quede nadie, quizá sólo el polvo de los escaparates y los maniquíes mancos con esa mirada triste que se los pone cuando los dejan en pelotas. Entonces ya se podrán llevar el Tajo, el Tiétar y el Guadyerbas, enteritos a echarlos en las Tablas, en Murcia, en Valencia, en Badajoz o donde les salga de los cojones. Pero, todavía, no. Don Pelayo, al final, era de Tomelloso, como Plinio. Ay que joderse de lo que uno se entera.
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