viernes, 30 de octubre de 2009

LISBOA-CALCINHAS

La Tribuna de Talavera, 30 octubre 2009

De noche el agua del Tajo es espesa y sabe a mar. El transbordador sale de Cais de Sodré y cruza en diez minutos hasta Cacilhas. La gente sube cansada, es viernes, de noche, todo va despacio, las luces de los coches pasan lentas sobre el puente 25 de Abril y un velero cruza río arriba hacia el Mar de la Paja. Las olas rompen contra el malecón agitadas por los barcos más grandes que pasan lejanos. Una, dos parejas sobre los bloques de granito; uno, dos pescadores. Nada más. La gente sube despacio, trabajadores que han alargado la jornada y vuelven a la otra orilla. Nadie mira por las ventanas ralladas y sucias. Se va quedando la ciudad, las luces, el brillo de Lisboa en la noche reflejado sobre el Tajo tranquilo. El emboque se lo llevará definitivamente al Océano más allá de Trafaria y del fuerte de São Julião da Barra. La gente mira lejos, dentro del transbordador, en silencio, en esa distancia que no se mide en cifras, sino en tiempo. Nadie habla. El barco va rompiendo el agua en espuma blanca. Las luces del puente marcan la distancia. También el castillo de San Jorge. Qué es mejor, observar lo que se va, o mirar hacia lo que viene. Pasa un velero blanco y resplandeciente rumbo a Belém. Al llegar a Cacilhas la gente sale deprisa y enseguida se dispersan por las calles. Hace viento, el viento del Océano, que es el viento que limpia la luz y hace que por las noches todo huela a mar y a ayer.

Una mujer entra en el restaurante. Pasa al fondo y luego vuelve. Lleva una especie de cantimplora estrecha y de colores vivos, donde en letras grandes pone caridade. Las parejas cenan y hablan en el restaurante estrecho, todo ventanas y de mesas pequeñas con manteles de papel. Los camareros pasan rápidos, recogen las mesas de la terraza esta noche sólo para el viento.

En la Pastelaria Central de Calcinhas venden palmeras de yema de huevo. La mujer que entró al restaurante está sentada junto a la puerta, comiendo algo y tomando un café. Me pregunta que si soy de Badajoz; le digo que no, que de Talavera de la Reina, que las compraba cuando bajaba a Sevilla hace ya muchos años, en un pueblo que se llama Fuente de Cantos. Me dice que allí, en Talavera de la Reina tiene un hijo, que no quiere volver a Lisboa, que prefiere quedarse allí, que también pasa el Tajo. Me habla de Santa Teresa y de su devoción. Acabo rápido el aguardiente, me despido, y el transbordador sale de vuelta rumbo a Lisboa. Mirar hacia lo que se queda, mirar hacia lo que viene, quizá todo sea lo mismo, como las aguas que rompe el barco y que se hacen espuma, que se habrán hecho espuma infinitas veces, y otras infinitas agua y nubes. De noche Lisboa es brillante, con el sonido de las ciudades antiguas e inciertas de su tiempo. El Tajo, presentido, lo es por las luces de los barcos, por la otra orilla orlada de amarillos. En medio, la oscuridad, siempre la oscuridad.



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miércoles, 28 de octubre de 2009

GRULLAS EN EL DEHESÓN DEL ENCINAR


Viernes, 23 de octubre 2009, entrando al Dehesón del Encinar. Share/Bookmark Leer más...

sábado, 24 de octubre de 2009

Fui antes que lloviera. La lluvia del otoño siempre limpia y hace posibles los días transparentes, deja el paisaje como pulido y listo para revista. No había llovido aún y los colores eran de verano, aunque las nubes ya se agarraban a Gredos con fuerza. El paisaje es el mismo, con la cicatriz del fuego trepando desde Arenas hacia lo alto. Los pinos permanecen en pie, un bosque de lanzas grises y oscuras, tan oscuras que en algunos valles es imposible definir los detalles y todo se queda amalgamado en un negro espeso, como un agujero negro que atrapara todo y no dejara salir nada.
Las olas negras avanzan por las cuerdas, caen en los valles, se abren en los claros donde las casas sobreviven con sus muros blancos y algún cerezo o castaño asustado. El oleaje petrificado define el instante preciso en que todo ardió. La tierra es negra y gris, la pisas y cae por la pendiente vertiginosa. Todo es denso y uniforme, pero a la vez se disgrega con la mirada, se hace ceniza y viento. Los castaños han vuelto a brotar de raíz. Bajo los troncos quemados y muertos han vuelto a brotar los sauces, con fuerza. El verde de los helechos ha prendido y las zarzas vuelven como diminutos racimos verdes. Millones de piñones y de samaras se agolpan en las cunetas, en las vaguadas. Esta primavera volverán.

Aún no ha llovido y el verde ya quiere salir. Los pinos como lanzas detenidas en un momento preciso. Los pueblos –Arenas, Mombeltrán, El Arenal– muy abajo, entre la bruma. Y todo renaciendo, volviendo. El paisaje es eterno, los pinos y los robles, los olivares y los castaños. Todo está aquí. El fuego no ha podido ni podrá con Gredos. Toda la rotundidad sigue aquí, en el granito que aflora entre las cenizas. La esencia sigue, el bosque volverá. El paisaje continúa siendo de verdad, más radical y absoluto entre los agujeros negros donde se concentra la oscuridad a la que vencerá el invierno. Tarde de otoño en Gredos, las nubes se quedan dormidas en los Galayos y las gargantas bajan delgadas, mínimas, aún transparentes.
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viernes, 23 de octubre de 2009

EL MAPA DEL TESORO

Ayer 22 de octubre el diario El País publicaba un mapa del trasvase ideado por el Gobierno de España, que partiendo del embalse de Valdecañas a la altura de Valdeverdeja, llevaría el agua de lo que denominan Tajo medio hasta el actual Tajo-Segura en La Roda. El esquema elaborado dibuja un trasvase que corta en dos la Jara, y que aunque parte oficialmente de Extremadura, realmente lo hace de las tierras históricas de Talavera de la Reina. Poco a poco el Gobierno de España, por medio de filtraciones y del Secretario de Estado, Puxeu, va dibujando el escenario. También quedaría agua, cómo no, en la Mancha, con la excusa de las Tablas de Daimiel. Aquí dejo el mapa del tesoro.
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LAS CARTAS SOBRE LA MESA

La Tribuna de Talavera, 23 octubre 2009

Una de las pocas cosas que nos van dejando en esta bendita tierra es la dignidad. Al final del día, después de gastar el tiempo, de hablar con unos y con otros, de enviar correos, de leer la Prensa, de buscar una y otra vez en internet las noticias e informes, de leer las voluntades entreveradas en las declaraciones de nuestros próceres, te das cuenta que ya sólo va quedando eso, no en dosis elevadas, sino en las justas, como las energías que guardan las encinas supervivientes al infierno de este año. Vienen a por nosotros. No sé qué sentirían los pueblos vettones cuando veían avanzar por sus bosques y campos a las legiones romanas, con sus filas cada vez más cuajadas de desertores comprados por el invasor, con los escudos resplandecientes. Vienen a por nosotros, a por el agua del Tajo, del Tiétar, del Alberche, del Guadyerbas, del Uso, del Gualija, de los Guadarranques. El agua lo es todo, no es una frase manoseada de político al uso. Ahora es la verdad. Nos quieren meter a todos los ríos por un canal, dejar un poco en el Guadiana, otro poco en la Mancha, y el resto en el Segura. Escurrirnos, dejarnos como un páramo, sin gente, sin futuro y sin voz. Suena a ya dicho, pero es lo que hay.

No canso, porque hay muestras de sobra a poco que se quiera mirar. Es urgente ya una declaración institucional del Gobierno de Castilla-La Mancha exigiendo el cese de las hostilidades por parte del Gobierno de España, la retirada del proyecto; pero en serio, no con la boca pequeña de cualquier consejero pillado con el pie cambiado. Exijo que los diputados y senadores de la provincia de Toledo, todos a una, y junto al propio Tajo, exijan la retirada del insulto del trasvase del Tajo medio. Espero coherencia a los diputados toledanos en las Cortes regionales. Y espero lealtad de cualquier cargo público. Nos jugamos el ser. Espero, ante todo, firmeza de los alcaldes de Talavera de la Reina y Toledo, diga lo que diga la Junta.

A los ciudadanos nos queda la dignidad. Los romanos y sus mercenarios avanzan, cada vez más cerca. A esta bendita tierra de ríos, de agua, de historia, de porvenir, de silencio, de luz y de azul de Gredos, le van dejando sólo la dignidad. Con ella nos basta.

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jueves, 22 de octubre de 2009

CAUSALIDADES

La Tribuna de Talavera, 16 octubre 2009

No creo que el sorprendente interés que de repente están despertando los despojos de las Tablas de Daimiel, se pueda separar de lo que se cuece en torno al nuevo trasvase del Tajo desde el Campo Arañuelo. Las casualidades no existen, que el mundo se mueve a golpe de causalidades. Hay que encajar en el plan del Estado la pieza de Castilla-La Mancha, especialmente la Mancha. Y ahí es donde entra ahora el inusitado, inesperado y tardío interés por la suerte de las Tablas. Que un nuevo trasvase desde Valdecañas dejaría agua en la Mancha, camino de Murcia, ya es sabido; quizá se negocie ahora cuánta agua y dónde, y cómo se viste de «ecológico» el peaje del paso del nuevo trasvase por lo que todavía es nuestra región. Otros cromos ya se han ido destapando; y ahora vemos configurarse esta causalidad, crecer día a día, como las setas de los chopos cuando los chopos echaban setas.

Como anticipo, e intentando convertir la urgencia en costumbre, ahora nos piden más agua al Tajo. ¿Por qué no se ha guardado algo de los 245 hectómetros cúbicos «oficiales» que se han trasvasado a Murcia en un año extremadamente húmedo en el Levante, con las necesidades de abastecimiento y regadío garantizadas; pero tan inusualmente seco en Castilla que hasta se nos han secado las encinas? ¿Por qué los «técnicos» y los «ecologistas», precisamente cuando un periódico de tirada nacional se ha puesto con el asunto, han reaccionado y se han empezado a rasgar las vestiduras? ¿Por qué en seguida se ha empezado a mirar al Tajo? ¿Por qué ahora? Las Tablas y el Guadiana ardieron en 1989 y aquello es un paisaje lunar, un desierto de silencio y decepción. ¿Por qué la Confederación del Guadiana y el Gobierno de Castilla-La Mancha han permitido que este mismo año se riegue con dotaciones de 9.000 metros cúbicos/hectárea? Y ahora, como el bálsamo de Fierabrás, emerge el Tajo, como salvador, el único capaz de apagar el «incendio» de la turba.

La destrucción y consiguiente insostenibilidad ecológica y social de 20.000 km2 del alto Guadiana, tiene raíces complejas, que no se pueden liquidar echando la culpa a los agricultores, porque allí, al contrario que a los regantes del Ebro, del Guadalquivir, del Tajo del Duero, nadie los dio nada; allí tuvieron que buscarse la vida para sobrevivir. Lo que allí ocurre no admite ni lecturas simplistas ni conclusiones de ocasión, como las que se leen y oyen estos días que todo el mundo ha descubierto las Tablas de Daimiel.

Hacer un trasvase desde el Tajo para las Tablas sería un robo. Ya está bien. Y a mi me duele como a pocos que se acaben de morir las Tablas. Pero o se hacen las cosas bien, con todas las consecuencias, o que las dejen descansar en paz. Espero que cada uno sepa donde tiene que estar, y no se chantajee a Castilla-La Mancha –o que ésta lo utilice–, con la causalidad de las Tablas de Daimiel. Ya se han reído demasiado de nosotros. Y es hora de que en esta región maduremos de una vez.

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lunes, 12 de octubre de 2009

LAS CENIZAS DEL GUADIANA

El alto Guadiana ya no existe. Tampoco existen el curso bajo del Gigüela, ni los Ojos de Villarrubia, ni las Tablas de Daimiel. Nada. Siguen ahí, en los mapas y los papeles, en las señales de las carreteras. Existe aún un parque nacional que lleva el nombre de las Tablas de Daimiel. Pero ya todo es Historia.

Este otoño arde otra vez la turba, se abren grietas en el lecho reseco de las tablas, no hay agua, es imposible. El esqueleto mondado del Guadiana se deja consumir, que los elementos conviertan definitivamente en desierto lo que antes fue manadero de vida.

Escribir de la muerte del Guadiana es muy difícil. Quizá sea porque al final es escribir una historia de avaricia e ignorancia, de caciquismo político y de inmenso desapego a una tierra y a un paisaje. Es la historia del suicidio cultural de un territorio, alentado por un poder político interesado sólo en perpetuarse, lejano a conceptos de gestión y futuro. Es la historia de un dejar hacer, de mirar hacia otro lado, de imponer la lógica de la degradación hasta que ya no se pueda hacer nada, hasta que volver atrás sea imposible.

30 años con los Ojos secos, sin agua, sin rumbo. He recorrido varias veces, despacio, lo que fueron los Ojos, lo que fue el curso del Guadiana, los molinos y las islas, los paisajes lunares, hundidos de lo que fueron las tablas del Gigüela, del Guadiana, del Azuer. No queda nada. Un ecosistema único, un engranaje perfecto de la Naturaleza afinado durante milenios, arrasado en cuatro décadas. No queda nada, ni siquiera la esperanza. Porque las Tablas no son un charco donde observar patos, una lámina de agua en medio de campos de aspersores y viñas de regadío. Las Tablas eran otra cosa. Eran la comunión entre el cielo y la tierra, entre la luz y la oscuridad, entre lo posible y lo soñado, un lugar mágico, uno de los pocos lugares de la Tierra donde la vida nacía con una rotundidad mágica y esplendorosa.

La última vez que estuve en las Tablas llevé a un grupo de estudiantes. Recuerdo explicarlos todo esto desde el observatorio de la Isla del Pan. No había agua, todo era silencio, el reclamo de algún carricero lejano, el vuelo entre las brumas del aguilucho lagunero. Pero no había agua, y todo era un continuo de vegetación, la máxima expresión de la degradación. De la Mancha se ha arrancado el Guadiana de cuajo, como las encinas de las dehesas que dejaron lugar a los campos de maíz. El fuego es la purificación. Quizá tengan que arder las Tablas para que el mayor desastre ambiental de Europa occidental salga a la luz, fuera de las mentiras del parque nacional, de los gobiernos central y autonómico. Las Tablas, el alto Guadiana exige radicalidad inmediata, no un plan especial de 6.000 millones de euros que va a hacer ricos a unos cuantos, y no va a hacer nada por recuperar el acuífero 23. Pero no hay voluntad, ni ganas: este año se han permitido dotaciones de entre 7.000 m3/ha y 9.000 m3/ha para regadío, se sigue sin saber cuántos pozos hay, ni el agua que se saca del acuífero. Todavía se siguen dando por buenos los datos de recarga natural anteriores a la década de los ochenta del pasado siglo, esos 300 hm3/año, tan imposibles como irreales. Se sigue sin actuar, pero el tiempo ha avanzado. En los últimos seis años –el periodo seco más largo del que se tiene noticia histórica en las cabeceras del Tajo, Júcar y Guadiana–, se han trasvasado del Tajo hacia el Segura 1.727 hm3; hacia las Tablas 45 hm3. Este año se ha esperado a última hora, y no ha llegado nada, pero a los regadíos de Alicante y Murcia sí lo han hecho 128 hm3. No digo que las Tablas tengan que convertirse en un encharcadero de aguas trasvasadas del Tajo. Pero sí que se sabía que éste era el año del desastre, que lo peor podía ocurrir, que se podía pasar la puerta del no retorno; y se ha dejado hacer. Sin dolor, sin insistir, sin radicalidad, con la mansedumbre de los bueyes.

¿Qué hacer? Dejar de regar en el acuífero de las Tablas y el de las lagunas de Ruidera, romper la presa de Peñarroya, y dejar que el Guadiana fluya, que vuelvan el Gigüela, el Záncara, el Azuer, todos. Dar tiempo, devolver lo que hemos robado. Ser generosos, volver a plantar el bosque, las dehesas, saber que no veremos nada, pero que somos capaces de devolver la vida, de trabajar en una escala temporal que nos supera; pero que es nuestra obligación.

Las Tablas de Daimiel son irrecuperables como lo que fueron. Las Tablas, o son con dignidad, o mejor dejarlas morir, que embalses, charcones y humedales artificiales nos sobran. Quizá falten dos o tres generaciones, otra mentalidad, otros ideales y otra educación. Pero llegarán tarde. Las Tablas simbolizaron la íntima conexión de los ecosistemas, la imposibilidad de desgajar y romper todo y salvar una minúscula porción. Las Tablas es el espejo en el que se miran Doñana, La Albufera y el delta del Ebro; y donde tienen su meta. Todo, como la vida, está entrelazado, y no podemos romper los vínculos y sustituirlos por tuberías y diques artificiales. Los lugares se nos mueren.

Arden las Tablas. Ya lo hizo la madre del Guadiana, las turberas se vendieron para los invernaderos de Murcia, los huesos de los guerreros iberos fueron arrancados de sus tumbas en las motillas por saqueadores con detector de metales. Ya no hay cangrejos, ni manan los ojos, ni crían las garzas imperiales, y no hay ríos en decenas de kilómetros a la redonda. Todo es mentira, ya no existe la esencia de la tierra, el paraíso donde los ojos esmeraldas brotaban sin descanso.

He caminado por los ojos del Guadiana, con las cenizas y la turba llegando más arriba de las rodillas, con el viento moviendo las cenizas y levantando remolinos. Me he sentado en las orillas de lo que fueron ojos y he levantado la imagen de lo que fue, y ya no será. La luz, los sonidos, los olores, el relente, la belleza, el bullir de los pájaros y la vida. El fluir de los barqueros, de los cangrejeros. Ya todo es irreal, está en otro mundo, en otro plano, en otra dimensión. Todo está ahí, estuvo, se quedó quieto en un momento ya antiguo e irrecuperable, como las cenizas del Guadiana que se lleva el viento, en espirales muy altas, para no volver jamás.

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viernes, 9 de octubre de 2009

EMPIEZA EL BAILE

La Tribuna de Talavera, 9 octubre 2009

De la lectura de la entrevista publicada el pasado lunes por el diario La Razón, con Josep Puxeu, Secretario de Estado/Virrey de Medio Rural y Agua, sobresalen dos cuestiones: que este tipo miente y que el interfecto –mente, cuerpo y espíritu– parece sacado de los cuadros del tardofranquismo. Vino viejo, odres nuevos. Puxeu dice que el Ebro está “muy trasvasado”, que “El Ebro sí se explota”, y dice que el agua de Madrid, depurada, ya sobra y se puede trasvasar, que “Madrid consume y genera a la vez cerca de 800 hectómetros cúbicos, más de lo que tenía previsto el maravilloso proyecto del trasvase del Ebro”. Con dos cojones. Lo mismo que se decía en 1967. Este tipo se ríe de todo, menos de su intocable Ebro y de los que le han dado sueldo y mando para hacer el trabajo sucio, comprando voluntades de las Comunidades, y cerrando tratos en el patio de atrás del Estado de derecho.

Dar carta de naturaleza a un tercer trasvase del Tajo retrata la época y el desgobierno de España, donde no hay lo que hay que tener para tocar el Ebro, pero no pasa nada por reírse otra vez de los castellanos y venir a por los despojos. Esta política de rapiña y de comprar voluntades de las taifas autonómicas –para ti un aeropuerto, para ti una refinería, para el otro lo que pida–, dibuja un paisaje desolador, que tiene en Castilla-La Mancha al pariente pobre, el pelele al que saquear una y otra vez. No sé si Barreda venderá el Tajo por unas migajas del novísimo trasvase en la Mancha. Si lo hiciera liquidaría para siempre esta región, Castilla-La Mancha, porque el Tajo es de Cuenca, de Guadalajara y de Toledo. No sé qué dirán los políticos de Toledo, con un Tajo convertido en canal, ver y no tocar; qué dirán los alcaldes de Talavera de la Reina y de Toledo, con la Historia repetida 30 años después. No sé qué dirán, pero ha llegado el momento de la verdad.

Ayer, la Junta de Extremadura, sin competencias pero con pasta y los parabienes de Puxeu, De la Vega y Zapatero, sacó a licitación el Servicio de consultoría y asistencia técnica para el estudio de factibilidad de un hipotético trasvase desde el embalse de Valdecañas al Levante Español y de alternativas prioritarias de un trasvase interno Tajo-Guadiana en Extremadura. Donde os veis nos vimos, donde nos veis os veréis. Retrato puro de una España donde la coherencia queda para los diccionarios, donde un plato de lentejas vale un reino. Eso sí, lo dicho, que es lo que nos van dejando: que vengan a meter las retroexcavadoras a Valdecañas y a la Jara, si tienen cojones, que les esperamos mismamente a la fresca de los Mármoles. Que vengan.


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miércoles, 7 de octubre de 2009

EL ESTADO DEL MUNICIPIO

La Tribuna de Talavera, 2 de octubre 2009

Me gusta eso de que se juegue a ser mayor. Si no hubiera tenido que trabajar hubiera ido al debate del estado del municipio; si lo hubieran echado por la radio lo hubiera escuchado en cualquiera de los vericotales de la provincia de Talavera y aledañas. Pero no pudo ser. He intentado escribir del desastre del Berrocal, de las miles de encinas que ya no han soportado la sequía inmensa de este año (y del otro, y del otro, y de no sé cuantos). También he intentado escribir sobre los presupuestos del Estado para Castilla-La Mancha, de su generosidad sin limites, de porqué perdemos tanto, y porqué los de siempre se llevan más. Y del inquietante 6% de más que Extremadura se llevará, y lo que nos va a caer a cambio. O sobre los datos del último año hidrológico en la cuenca del Tajo, datos que sólo se pueden analizar en la página web de la Confederación Hidrográfica del Segura. E incluso he intentado escribir sobre las nubes holandesas que estos días lo llenan todo, como en un otoño antiguo y tibio; nubes bajas, detenidas sobre un paisaje de rayos lejanos ya en esta noche que cada vez llega antes. Pero tampoco ha salido. Y de lo que no quería escribir era sobre el debate del estado del municipio o como se llame. Pero uno no escribe de lo que quiere, sino de lo que sale. Y me sale una y otra vez la imagen de ruina y abandono de los polígonos de la periferia de Talavera. Los cierres echados, los grafitis llenándolo todo. Me sale la imagen de Talavera en desguace, la Talavera que he conocido desde siempre, ahora en vertiginoso desmantelamiento, con todo seco y marchito, como las encinas del Berrocal. Me sale la imagen de todo parado, de la ciudad con latido lento y tardo, a medio gas, asfixiada.

A mí, ya digo, me gusta que nuestros políticos de Talavera jueguen a ser mayores, ahora falta que nos lo creamos, y vayamos directos a por ello. El juego de ser sucursal ya nos ha dejado la estampa que contemplamos cada día. Los intereses de la ciudad y de sus ciudadanos se defienden, no con palabras, sino con hechos. Y los hechos son realidades, se tocan. Las palabras se escurren y cansan.

Hoy, de verdad, quería haber escrito de otra cosa. Quizá no pueda ser hasta que llueva y lleguen las grullas, y desaparezca el manto pardo del Berrocal. O quizá sea siempre así, como un otoño lento, de nubes estancadas y relámpagos a lo lejos.

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