La Tribuna de Talavera, 16 octubre 2009
No creo que el sorprendente interés que de repente están despertando los despojos de las Tablas de Daimiel, se pueda separar de lo que se cuece en torno al nuevo trasvase del Tajo desde el Campo Arañuelo. Las casualidades no existen, que el mundo se mueve a golpe de causalidades. Hay que encajar en el plan del Estado la pieza de Castilla-La Mancha, especialmente la Mancha. Y ahí es donde entra ahora el inusitado, inesperado y tardío interés por la suerte de las Tablas. Que un nuevo trasvase desde Valdecañas dejaría agua en la Mancha, camino de Murcia, ya es sabido; quizá se negocie ahora cuánta agua y dónde, y cómo se viste de «ecológico» el peaje del paso del nuevo trasvase por lo que todavía es nuestra región. Otros cromos ya se han ido destapando; y ahora vemos configurarse esta causalidad, crecer día a día, como las setas de los chopos cuando los chopos echaban setas.
Como anticipo, e intentando convertir la urgencia en costumbre, ahora nos piden más agua al Tajo. ¿Por qué no se ha guardado algo de los 245 hectómetros cúbicos «oficiales» que se han trasvasado a Murcia en un año extremadamente húmedo en el Levante, con las necesidades de abastecimiento y regadío garantizadas; pero tan inusualmente seco en Castilla que hasta se nos han secado las encinas? ¿Por qué los «técnicos» y los «ecologistas», precisamente cuando un periódico de tirada nacional se ha puesto con el asunto, han reaccionado y se han empezado a rasgar las vestiduras? ¿Por qué en seguida se ha empezado a mirar al Tajo? ¿Por qué ahora? Las Tablas y el Guadiana ardieron en 1989 y aquello es un paisaje lunar, un desierto de silencio y decepción. ¿Por qué la Confederación del Guadiana y el Gobierno de Castilla-La Mancha han permitido que este mismo año se riegue con dotaciones de 9.000 metros cúbicos/hectárea? Y ahora, como el bálsamo de Fierabrás, emerge el Tajo, como salvador, el único capaz de apagar el «incendio» de la turba.
La destrucción y consiguiente insostenibilidad ecológica y social de 20.000 km2 del alto Guadiana, tiene raíces complejas, que no se pueden liquidar echando la culpa a los agricultores, porque allí, al contrario que a los regantes del Ebro, del Guadalquivir, del Tajo del Duero, nadie los dio nada; allí tuvieron que buscarse la vida para sobrevivir. Lo que allí ocurre no admite ni lecturas simplistas ni conclusiones de ocasión, como las que se leen y oyen estos días que todo el mundo ha descubierto las Tablas de Daimiel.
Hacer un trasvase desde el Tajo para las Tablas sería un robo. Ya está bien. Y a mi me duele como a pocos que se acaben de morir las Tablas. Pero o se hacen las cosas bien, con todas las consecuencias, o que las dejen descansar en paz. Espero que cada uno sepa donde tiene que estar, y no se chantajee a Castilla-La Mancha –o que ésta lo utilice–, con la causalidad de las Tablas de Daimiel. Ya se han reído demasiado de nosotros. Y es hora de que en esta región maduremos de una vez.
jueves, 22 de octubre de 2009
CAUSALIDADES
Etiquetas:
La Tribuna de Talavera,
Tablas de Daimiel,
Tajo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario