jueves, 26 de agosto de 2010

El alcaraván del canal

Hacía tiempo que no veía a un alcaraván atropellado en la carretera del canal. A un lado el monocultivo de nogales; al otro la dehesa perfecta. Y en medio la carretera. Poco tráfico, pero suficiente. El alcaraván campea tranquilo por las dehesas de Malpartida, bajo las águilas culebreras y las imperiales. Dehesas de encinas, espesándose los enebrales. Aquí, en la raya del monte y el regadío, la fauna se multiplica: nutrias, chotacabras, conejos, garzas cazando hiératicas desde el cemento del canal, martinetes rechonchos a la sombra, azores vigilando desde los pinos torcidos, torcaces inmensas, jabalíes...

El alcaraván se hace sentir al anochecer, con ese escándalo de frontera sobre el que repican, siempre lejanas, las ondas del chotacabras. El alcaraván grita y se mueve deprisa, sin levantar vuelo. A éste del canal no se le volverá a ver ni oír por las dehesas. Como a otros muchos, miles, cientos de miles, millones de vertebrados que mueren atropellados en las carreteras: jóvenes, inexpertos, indiferentes ante las máquinas de colores que cruzan los espacios a toda velocidad, sin medida, como si fueran de otra dimensión. Estoy cansado de pararme en las cunetas y levantar cadáveres de águilas, búhos, chotacabras, y todos los bichos imaginables. Las carreteras son sumideros de vida. El alcaraván del Canal no es el primero, ni será el último de este verano.

Sobre la raya blanca, detenido, aplastado, como un sello, lleno de moscas y hormigas, sin vida, queda otro cadáver. El alcarván de la carretera del canal.
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La piel de la serpiente

La Tribuna de Talavera, 27 agosto 2010

Cuando las culebras mudan la piel dejan una camisa limpia, reluciente, enganchada en un zarzal o a los bajos de un majuelo. A veces la piel muerta de la cabeza te mira con unos ojos blancos, transparentes, imposibles. La liquidación del Talavera CF quedará como hito definitivo de una ciudad y de una década, primera de siglo, que tuvo que ser la de verdad, pero que fue la del arrinconamiento definitivo. El simbolismo de la desaparición del equipo de fútbol de la ciudad –del primero–, se une a la del Mercado de Ganado, a la certificación de la universidad bonsay con que nos han contentado, o a la catalogación como apeadero de la estación de ferrocarril, a la espera infinita de un AVE que será el último de los últimos, como el POM de los cien años. La sumisión como estrategia, el no molestar como signo diferenciador, el abatimiento de una ciudad al destino impuesto, trae este paisaje de vista atrás, de luces nuevas, amarillas y excesivas, alumbrando los desarrollos vacíos de Palomarejos, ocultando el derrumbe –en todo los sentidos– del centro histórico, económico, social, y hasta sentimental de la ciudad.

La Talavera que andamos es un paisaje de rastrojos, aparcamientos subterráneos, y un mástil de puente que crece y crece en las lejanías, faro de un lugar desnortado. Se ha perdido la década, no hemos subido los 20 escalones o los dos o tres pisos que han subido otras ciudades de similar o inferior pelaje. Y eso, en la época de las vacas flacas, ya no tiene arreglo. Se nos ha caído la piel vieja, agarrada a un desarraigo cualquiera, y nos hemos dejado enganchado el Mercado, las Marys, el propio Tajo, el Talavera Club de Fútbol, y hasta las ganas de ser ciudad, de ser ciudadano. Y no hemos sabido crear otra piel debajo, que no sea la del vacío.

A veces la piel de la cabeza mudada de las culebras te mira con unos ojos blancos, transparentes, imposibles. No dicen nada, pero te miran.
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lunes, 16 de agosto de 2010

Alegaciones contra las "balsas" del Rosarito: cuestión de principios

Dejo las `consideraciones previas´ de las alegaciones al proyecto de las "balsas" del Rosarito que la Plataforma en defensa delos ríos Tajo y Alberche de Talavera dela Reina, ha presentado. Más que nada porque aquí quedan las razones y los fundamentos.

El proyecto lo dejo en este enlace:

http://www.megaupload.com/?d=7DFG33LF


Antes de enumerar los condicionantes que a nuestro juicio invalidan la solución y los planteamientos analizados y esgrimidos por el Ministerio, queremos incluir como elemento previo y destacado, una serie de consideraciones de la Plataforma que vienen a enfrentarse con las que, a nuestro juicio, mueven la voluntad del Ministerio de crear unos embalses artificiales de nuevo cuño en el Tiétar. Estas consideraciones son básicas y primordiales a la hora de enjuiciar las Alegaciones de la Plataforma de Talavera sobre este proyecto que se somete a consulta, y por tanto, deseamos que sean tenidas en cuenta con la mayor atención.

Sorprende a esta Plataforma la obstinación del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, en perseverar cada cinco, ocho o diez años con un proyecto de “regulación” del río Tiétar. No le basta al Ministerio con los embalses de Rosarito y del Guadyerbas, éste último un mero reservorio para las demandas de última hora de los regadíos de la Vera. Estos embalses se asientan en su mayor parte –en el caso de Rosarito–, e íntegramente –en el caso del Guadyerbas–, sobre la provincia de Toledo, y sirven de manera absoluta –el uso del embalse del Guadyerbas para abastecimiento ya sabemos que problemas produce– a intereses de otras provincias/comunidades autónomas, nunca al del propio territorio/localidades donde se asientan.

Y sí: dejamos la puerta abierta para que se nos critique de “insolidarios”, “egoístas”, y todo lo que se quiera en el vocabulario al uso de los “gestores” del agua. En las tierras de Talavera tenemos ya los embalses reseñados en el Tiétar; pero además tenemos el Tajo parado una y otra vez por Castrejón, Azután y el megaembalse de Valdecañas; y mirando al sur, a la Jara, quedan en el Guadiana Cijara y Puerto Peña. Creemos que esta tierra ya ha sido suficientemente anegada y embalsada, sus valles ocupados, reducida a la mínima expresión la densidad de población, siempre con la misión de que otros territorios, otras provincias, tuvieran posibilidades de desarrollo. Y, siempre, los mismos paganos.

Señores ingenieros/burócratas/políticos del Ministerio: ésta va a ser la cuarta o quinta vez en las cuatro últimas décadas que les van a decir que vuelvan a meter el proyecto de regular el Tiétar dentro el cajón de donde nunca debería haber salido, Y les van a decir que se lo guarden por varios motivos, que ustedes conocen de sobra, y que pasamos sólo a mencionar brevemente los que de manera más obvia saltan a la vista:

Uno, su propio Ministerio, la parte que se dedica a conservar el Medio Ambiente, y no a rememorar las hazañas ingenieriles de los gloriosos años 50 y 60 del pasado siglo, hace ya tiempo que protegió bajo diversas figuras la zona que ustedes pretenden anegar. Es interesante que lo que se hila de día en su Ministerio –y se valida en Europa– se quiera deshacer de noche –sacando a información pública en julio queremos decir–, en una esquizofrenia cuyo estudio y análisis profundo sería más que interesante. Más adelante expondremos los ámbitos de protección y especies afectadas, que parecen olvidar, o al menos, minusvalorar. Ustedes plantean un proyecto anacrónico: crear un nuevo embalse –olvídense del eufemismo de las “balsas”–, y llevarse por delante, al menos, y sin contar caminos y otras obras, 443 hectáreas de hábitat de primer calidad. Aquí, señores del Ministerio, sí hay águilas imperiales y cigüeñas negras, elanios azules y otros vertebrados que encienden las alarmas rojas en cualquier actuación pública. El hábitat es prioritario, y sí, hay más hábitat como dicen; pero está protegido, lo que implica que no se puede eliminar: es como si dijésemos que como en el museo del Prado hay muchos cuadros, quemamos unos pocos y no pasa nada, que hay más. Les pedimos que, por favor, salgan del despacho, crucen el pasillo, hablen con sus compañeros de conservación y de hábitats, y antes de sacar a información pública asuntos como el que nos ocupa, infórmense de qué territorio tienen delante en las ortofotos del ordenador, porque permítannos que dudemos que conozcan realmente fuera de las coordenadas UTM los lugares que pretenden anegar con el proyecto del nuevo embalse del Rosarito.

Dos: es increíble que cada pocos años vuelvan a gastarse una buena suma de dinero público para llegar a la misma conclusión: el Tiétar no puede tocarse. Está bien una vez, quizá volver a intentarlo, a ver si cuela; pero ya más es dilapidar recursos públicos que deberían emplearse en cuestiones no tan definidas y manoseadas. O bien ustedes no se enteran –no quieren enterarse –, o piensan que una vez que ya tienen los datos y las conclusiones, licitamos y realizamos estudios, mareamos la perdiz unos años, y vuelta a empezar. No sabemos cuánto ha costado este estudio, los trabajos de campo, sondeos, reportajes fotográficos, trabajos de gabinete, visitas, dietas, levantamientos topográficos, y esos asuntos varios; pero todo eso sobra a estas alturas. Si tienen nostalgia de los tiempos antiguos, por favor, cójanse un SIG y empiecen a dibujar fantasías, y no encarguen estudios que pagamos los ciudadanos para intentar apuntalar sus delirios. Por ejemplo, les invitamos a licitar un estudio y sus correspondientes añadidos, sobre la demolición y recuperación ambiental del embalse del río Guadyerbas, embalse éste que constituye una de las mayores atrocidades ambientales cometidas en la cuenca del Tajo, ya en los años 70, cuando eso del medio ambiente ya empezaba a pintar algo, evidentemente no para ustedes. Liciten ustedes lo que costaría demoler la presa, recuperar el vaso del embalse, la propia cañada Leonesa Occidental, los miles de encinas y alcornoques, frenos y sauces a replantar, etc. Licítenlo ustedes, nos dan una copia, y cada cinco años les recordamos lo que tienen que hacer con este embalse. Eso sí, con un estudio nos basta, no vamos a pedirles que cada cinco o diez años lo vuelvan a licitar a costa de los sufridos contribuyentes.

Tres: el Tiétar, queda dicho arriba, es uno de los pocos ríos en régimen casi natural que nos queda en el centro de la Península. No repetimos los enormes valores naturales del río, de sus riberas y de su paisaje. Dejen, de una vez, por favor, de insistir en su destrucción. ¿Tanto les duele contemplar un río vivo? ¿Es posible que no se tenga bastante con tanta destrucción en la Península? Repetimos: hemos pagado en las tierras de Talavera de la Reina un elevado peaje ambiental, económico, social y demográfico por la destrucción sistemática de todos nuestros ríos, puestos a disposición de una contabilidad basada en hectómetros cúbicos, aportaciones, utilización; jamás en el beneficio del ciudadano cercano, del propio río. Señores del Ministerio, de la Confederación Hidrográfica del Tajo, de la Secretaría de Estado de Agua y Medio Rural: el Tiétar no se toca, ténganlo claro; si acaso el Guadyerbas para desbaratarle la presa, lo dicho arriba. Nada más. Aquí ya está todo hecho. Adapten, por favor, las demandas a los recursos, y no los recursos a las demandas. ¿Para qué tanta propaganda de sostenibilidad y zarandajas de ese tipo? Repetimos: crucen el pasillo y pregunten a los compañeros del otro ala del Ministerio. Creemos que con un cursillo intensivo de unos días todo quedaría solucionado. O, si prefieren, pueden licitar el curso de marras, total, paga el contribuyente. O, si desean, nos desplazamos gratuitamente desde la Plataforma de Talavera de la Reina a hablarles sobre la sostenibilidad y esas cosas, y de paso les ponemos unas fotos del Tiétar, Monteagudo, Rosarito, y del propio río, y les contamos lo que allí hay, y por qué tiene que seguir allí. Más que nada por informar.

Cuatro: en sus cuentas, al Tiétar le “sobran” unos 700 hectómetros cúbicos a la entrada en Extremadura. Estos “excedentes” interesan mucho en otros lugares de España, eso es cierto, y a ustedes les duele que no puedan “detenerse” y “almacenarse” aquí mismo, para poder ser “transferidos” a tierras lejanas con “menores costes” de bombeos e infraestructuras. (Por supuesto, entiendan como quieran los entrecomillados). Estos asuntos, planteados abiertamente años atrás por alguna Autonomía del Mediterráneo, empiezan a cristalizar en eso del “trasvase del Tajo medio”, frase hecha para referirse a un trasvase de las aguas cristalinas y abundantes del Tiétar. Porque claro, no se explica muy bien (sus cuentas de demandas del propio Tiétar, con los números del Borrador del Esquema de Temas Importantes del Tajo, no encajan), porqué ahora hay que empezar a crear “reservas” en el Tiétar, y “consolidar” regadíos. Sí, entendemos que el Tiétar es un río que se les escapa vivo (casi), pero si hace falta agua para regar ahí está el Tajo en Valdecañas. ¿O es que creen que se pueden enfadar en Marina Valdecañas si les bajan demasiado el nivel del agua y no pueden navegar con los barquitos? Ah, no, perdón, es que dicen en la Memoria que el agua del Tajo en Valdecañas es de muy mala calidad para regar. Lástima. ¿Y con qué agua, y de qué calidad creen en el Ministerio que se riega la propia vega del Tajo desde Aranjuez a El Puente del Arzobispo? No les voy a poner ahora una comparativa entre los parámetros entre el agua del Tiétar y del Tajo, que seguro se la saben, pero como ustedes comprenderán, nos tomamos a risa eso del hipotético trasvase del Tajo medio, con aguas de Valdecañas. Aquí, a lo que se viene, es a empezar a montar el circo de tres pistas del trasvase del Tajo medio, o sea, del Tiétar, porque claro, mezclar el agua del alto Tajo con el agua del Tajo medio, es como si mezclamos, y perdonen la osadía, a uno de ustedes con uno de sus compañeros “ecologistas” del pasillo de enfrente. Las calidades no son las mismas, y los usos, tampoco. Y, como comprenderán, si ustedes dicen que el agua de Valdecañas no es buena ni siquiera para el riego, no nos vamos a creer que se va a llevar agua verde e infecta de Valdecañas a los “queridos” y “amados” regadíos murcianos y alicantinos, por no hablar de lo que ocurriría en la Mancomunidad de los Canales del Taibilla si llega un hectómetro cúbico de agua de Valdecañas. Ustedes lo saben. Y, nosotros, también.

Discúlpennos si somos contundentes, pero es que ustedes nos han sacado a información pública un proyecto donde de un plumazo quieren acabar con uno de nuestros grandes paisajes ambientales. Y cuando a uno le tocan su casa, las cosas son como son. Nosotros hablamos de paisajes, de calidad ambiental (de verdad), de unos cientos de encinas de tres o cuatro siglos, de una finca repoblada con esmero con robles, encinas, alcornoques, fresnos. Hablamos de tierra, de paisaje, de luz, de agua, de conservación, donde hay cigüeñas blancas y negras, espátulas, garzas, unos miles de grullas, elanios, pescadoras, calzadas, águilas imperiales y muchas más cosas que sólo se dan en los lugares como éste, y que por eso hacen que esté estrictamente protegido por la Ley. Ustedes hablan de hectómetros cúbicos, de regulación, de esas cosas que los obligan a mirar desde arriba, por encima del hombro, y más desde un Ministerio. Del Tiétar, del paisaje y de los lugares de esta tierra se habla con más respeto, que pasaron los años de la prepotencia y del ordeno y mando. Si mañana voy y me marco un grafiti a las puertas del Ministerio, su casa, acabo en el cuartelillo, escándalo, multa y reprobación social. Pero si ustedes vienen con 30 millones de euros del erario público y me pintan de azul 443 hectáreas del sur del Rosarito, en el Monte de la Calzada, aquí no pasa nada. Este doble rasero, en mi casa no pero en la tuya sí, aquí no sirve, ténganlo claro, y no pierdan/perdamos, más el tiempo. Y los dineros.

Así que ustedes hagan su trabajo: malgasten fondos públicos, contraten de nuevo a empresas, que, otra vez, enreden en el embalse del Guadyerbas, Monteagudo, Rosarito, Arenas de San Pedro…; gástense los dineros públicos, que no hay problema, que es pólvora del rey, hagan su trabajo, calculen hectómetros cúbicos, lloren por los cientos de hectómetros cúbicos que podrían “regularse” a la altura de Monteagudo, por la “riqueza sin par” que podrían crear, los hectómetros, para España; sigan pintando mapas con embalses imposibles, añorando otros tiempos donde la conservación de la naturaleza quedaba para los zoológicos. Y no se preocupen, que cada uno estamos para completar nuestra parte del juego. Saben ustedes tan bien como nosotros que jamás se ejecutarán las balsas de Rosarito, ni el embalse de Monteagudo, ni el de Arenas de San Pedro, ni se recrecerá Rosarito ni la presa del Guadyerbas. Ustedes lo que no pueden ver es un río vivo, con agua, sin “regular”. Y eso es el Tiétar. Conténtense con Rosarito y Torrejón-Tiétar (éste en un Parque Nacional, con lo debería tener los días/años contados, aunque estamos en España y estas cosas de demoler presas suenan aún a chino); y dejen en paz al río. Ya ven ustedes, un río con crecidas y avenidas, con estiajes, y evolución de caudal según las estaciones, eso es el Tiétar, uno de los pocos ríos que ustedes han dejado con vida en España. Un río, qué cosas.
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viernes, 13 de agosto de 2010

Ríos de libros

La Tribuna de Talavera, 13 agosto 2010

Lectura de ríos en este verano de bruma y sofoco. Cuando no hay nada afuera, cuando todo se acaba, es mejor leer, seguir el bajar de un río en las hojas rugosas de los libros amarilleados, dejados ya de lado hace mucho tiempo en las estanterías. Hay libros de bajar ríos, de dejarse llevar desde cubierta, contemplando las selvas espesas de la orilla que cierran un espacio cada vez más ancho y plácido. Y libros de barcos que suben corrientes, como aquel oscuro de Joseph Conrad remontando el Congo incomprensible y asfixiante. Libros de ir y venir, de no saber si estar o quedarse, como el Wittgenstein de los Diarios secretos, subiendo y bajando el Vístula entre el tronar de los cañones rusos cercando la Varsovia de la Gran Guerra.

Ríos de hielo, ríos de esmeralda como el Río Grande de la Magdalena que sube desde la Castilla del Oro, orilla arriba, Gonzalo Jiménez de Quesada; mismo río, mismas aguas, que, mucho tiempo después, Fermina Daza y Florentino Ariza surcarían en los tiempos felices del cólera. Ríos grandes antes, ahora desventrados por un progreso hueco que se lleva por delante los peces y los delfines de agua dulce, los brillos de alas de pájaro y las risas de las orillas, las lentitudes y los reflejos serenos. Todo se extingue en los tiempos fríos.

Ríos de libros, como un bálsamo contra las nieblas. Locura de Lope de Aguirre bajando por el Marañón, por el Amazonas, en busca de un El Dorado de fiebre, lejano, interior, imposible. Ríos como espejos, con ojos que observan desde las orillas. Los libros de ríos siempre son más profundos que los de mar, porque en la corriente siempre hay algo de tozudez, de destino, innegociable. Siempre tienes que decidir, subir o bajar, nadar la corriente o pelearte contra ella. Como la estela imposible del último viaje del Alción de Álvaro Mutis, el Tramp Steamer de las apariciones del Báltico frente a la mirífica visión de San Petersburgo, o en los puertos destartalados del Caribe, que los océanos son anchos y tienen su ley y costumbres. Libro/relato de amor, como los buenos, donde, al final, el barco sucumbe intentando remontar las bocas del Orinoco, en esa tierra incierta y de verde espeso desde los satélites, del Delta Amacuro. Al final, siempre habrá una corriente, un río contra el que no podamos.

Libros de ríos para este tiempo frío, de brumas que vuelven como cenizas de algún incendio eterno. Ríos como libros, con los peces de oro siempre refulgiendo bajo la corriente de palabras y silencios.
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viernes, 6 de agosto de 2010

Desordenación del territorio

La Tribuna de Talavera, 6 agosto 2010

En los anales del insulto a esta tierra con epicentro en Talavera de la Reina, quedarán las declaraciones de la pasada semana del consejero de Ordenación del Territorio y Vivienda, Julián Sánchez Pingarrón, donde vino a decir que era una «buena noticia» lo de las balsas de Rosarito, porque de lo que se trata es de «tener mayor capacidad de regulación». A estas alturas sólo caben dos interpretaciones, o lecturas como dicen los modernos: uno, que este individuo no tiene ni idea de lo que es el Rosarito/Tiétar, de dónde cae el asunto, y qué es eso de las balsas; o, dos, que ya está echando cuentas para calcular “excedentes” que trasvasar desde el Tajo medio, o sea, el Tiétar, camino de la Mancha y Murcia.

Lo malo no es que el superconsejero de las aguas, carreteras, viviendas, urbanismos e industrias –vamos, medio gobierno–, no tenga tiempo de saberse las tropelías que le desorganizan el territorio regional (sí, Oropesa y La Calzada también están en Castilla-La Mancha, al menos en los mapas; como también queda –no olvidar– “su” desaguisado y las escombreras inmensas de la carretera entre Navamorcuende y La Iglesuela, o la próxima chapuza similar que ya prepara su consejería en la carretera entre San Román y El Real); lo terrible es la ligereza con que se despacha el asunto, como todo lo que atañe a esta tierra, tan lejos y esquinada de la Corte toledana. Desde el tablero de un puente tan absurdo como costoso y anacrónico, rémora del paletismo de diseño de media década atrás, la realidad es tan floja como el caudal del Tajo que pasa allá abajo, dentro de un tubo de hormigón.

A Talavera de la Reina le ha ido muy mal en la era de las Autonomías por políticos de este tipo, presidentes manchegos, consejeros de Aves Madrid-Toledo y viceversa, y despacho aislado de todo lo que huela a Castilla-La Mancha. Esta región está en el culo del desarrollo porque aquí, más que el interés del ciudadano, se ha buscado el interés del régimen, y al ciudadano se le ha tratado como a un imbécil. El agujero en el que se encuentra económica y socialmente Talavera y su comarca, es fruto de 30 años de esto, de «buenas noticias» aplaudidas a rabiar por la incombustible camarilla local.

Estas son las «buenas noticias» de la Junta para Talavera y su tierra. De las balsas y del Rosarito ya nos encargamos, pero hay tantas cosas que se dejan pasar, tantas burlas e insultos por parte de la Junta, que te explican por qué estamos donde estamos. Y nadie para la boca a nadie. El clientelismo, la sumisión, la consigna de partido como referente. Es lo que tenemos, es en lo que nos hemos convertido, en flojos como el caudal del Tajo bajo el puente erecto ése que nos han clavado con total impunidad frente a las barrancas. Share/Bookmark Leer más...

lunes, 2 de agosto de 2010

Muy lejos

Entre Sevilleja y Anchuras hay 17 kilómetros de camino y polvo. Un polvo rojo y fino que se va quedando pegado al coche y a la memoria, como los paisajes espesos y desalmados de la Jara. Cientos de curvas. Polvareda inmensa detrás. Carretera olvidada, las piedras saltan de las ruedas y levantan de las cunetas a tórtolas de verdad, delicadas y fugaces. Encinas renovizas, resucitadas de la seca por el mejor invierno de la década. Ciervas sobre el pasto. Quietas al sol de las cuatro de la tarde. Paro. No se mueven en su paisaje perfecto. Una sola máquina en toda la carretera, un camión cansino cargando pedazos de carrascas y jaras ensangrentadas. Un par de operarios: para, adelante, stop, flecha blanca sobre fondo azul.

Todo parece lento, es lento, petrificado en estas soledades inmensas. No hay prisa, que esto tiene otro ritmo, el rincón de Anchuras es otra dimensión, esquinada, lugar de la Mancha, donde los corzos te obligan a parar en mitad de los caminos, te miran, y se van despacio. Hoy el Huso baja escaso, distinto al del invierno. Arriba la pista solitaria de la sierra de Sevilleja, las torretas que trepan por la solana. Cantorreras perfectas, delineadas con sutilidad por alcornoques y quejigos cimeros. Valle del Huso. Abierto, grande. Espalda de Río Frío, territorio de águilas y corzos, de días en silencio, ganados, lugar de meditación y de olvido. Paro en la caseta de los camineros. Han cambiado el aceite a un camión y todo está negro, sucio. El olor a Jara lo impregna todo. Paso la mano sobre un par de tomillos. Viento espeso, tormentas cabalgando lejanas sobre Gredos y los Guadarranques. Nada en el cielo, los pájaros se han ido. Silencio. El silencio más inmenso de la tierra. Hago un par de fotos al derrumbe de la caseta de los camineros. Ventanas recortadas contra el vacío, ya sólo enmarcando ayer. Entre Sevilleja y Anchuras 17 kilómetros de polvo y camino. Tierra roja, pegada en la mirada y en el alma.
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