miércoles, 24 de abril de 2024

Las ballenas de Sant'Elia

La Tribuna de Talavera/Toledo, 19 abril 2024



Levanto la cabeza y arriba cruza un milano negro. Dos, tres, cuatro… más. Cielo de calima, zarco grisáceo. El viento del sur arrastra polvo del desierto y milanos de más allá, de esa banda verdemarrón del Sahel, entre el vacío del Sahara y el Níger navegando hacia el Golfo de Guinea. Me los quedo mirando mientras vuelan despacio, en círculos, hasta que se pierden al otro lado de la medianera del edificio. Vuelvo la cabeza al libro, Mary Oliver, La escritura indómita, y espero que caiga un poco más la tarde para que llegue el cernícalo a su posadero bajo el alero. Los días son ya largos y llegará más tarde. No importa. Volverá.

Compro libros al peso. Recorro con cuidado la librería, como cuando busco amanitas en los valles perdidos del Jébalo. Despacio, con tiento, un roce de la chaqueta y se derrumbaría toda una pila de libros amarillos como hojas de olmo picadas por la grafiosis. Busco sin saber muy bien el qué. Como cuando miro al cielo y sé qué va a aparecer el águila. En el momento y sitio exactos. Observo sin prisa, con las gafas ya rotas, las patillas pegadas con el celo de sujetar los planos. Pero, es verdad, ya no sujeto los planos como en Maestría, ahora los hago con AutoCad, o con acuarelas. Ahora dibujo la novísima escuela infantil, enfrentada al Asilo Sant'Elia, de Giuseppe Terragni. Antonio Sant'Elia, Il Manifesto dell'architettura futurista: «Che le linee oblique e quelle ellittiche sono dinamiche, per la loro stessa natura, hanno una potenza emotiva superiore a quelle delle perpendicolare e delle orizzontali, e che non vi può essere un'architettura dinamicamente integratrice all'infuori di ese». Pero estaba con los libros de viejo. Libros al peso. ¿Cuánto pesarán las palabras? ¿Cuánto las historias? ¿Cuánto las vidas que guardan? Mientras entresaco, me viene a la cabeza el recuerdo ya viejo de las inmensas pilas de troncos de encinas y alcornoques de cinco o seis siglos, talados a mata rasa en el valle del Guadiana dispuesto para ser anegado por el embalse de Alqueva. Sólo papel. Sólo madera. El valor. El precio. 

Escucho los primeros vencejos una noche principiando abril. Los vencejos siempre llegan con abril, quién sabe de qué selva, de qué mar, de qué cielo, de qué sueño. Los vencejos son mi asidero en el cielo, como las dehesas en la tierra. Escribo y los escucho más allá de la ventana. Mañana/hoy, de anochecida, me iré a tomar una cerveza al Kiosko del Puente Romano, terminaré La vida secreta de Roberto Bolaño, de Montero Glez, y luego cruzaré el puente para saludar al Tajo. Aún llevará agua, y los ruiseñores cantarán a su noche emboscados en las islas de taray y espumas. El río olerá a légamo y detergente, pero debajo de todo ello aún latirá fuerte su corazón. Luego seguiré dibujando, alzados y una perspectiva, y una sección como aquellas que hacía en Maestría. Pero ahora ya mis ojos no son los de antes. Ni la cabeza. Una curva perfecta, penumbra de Tanizaki. Luego leeré un rato –hojas marchitas– Rebelión en el desierto, de T. E. Lawrence, Editorial Juventud, primera edición, diciembre de 1940. Aquel invierno llovió mucho. Huelen a lumbre. Las hojas. En la romana ha puesto un kilo y poco. Luego soñaré con milanos que vuelan desiertos y mares y bajan a mis dehesas. Quizá, si converso con el Tajo un buen rato, vuelvan por la noche a su sueño las inmensas ballenas que vuelan lentas entre edificios de vidrio, limpios e imposibles, como los de Sant'Elia.
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El AVE va a llegar

La Tribuna de Talavera/Toledo, 12 abril 2024

Creo que es contraproducente pedir que el AVE a Extremadura –y quizá algún día a Lisboa–, no pare en Toledo. Más bien pienso que habrá AVE si Toledo está en la ruta. O al menos se agilizará, aunque decir esto suene a sarcasmo cuando llevamos en esta ciudad esperando un cuarto de siglo, viendo caducar estudios ambientales, cómo se cambia a última hora el trazado, cómo nos quieren dar el tocomocho del soterramiento, firmado y cerrado en felicísimos y ubérrimos años cuando principiaba el siglo. En todo caso no creo que esté terminado hasta la frontera en 2035; y Portugal la última vez que supe algo, seguía hablando del 2050 para Lisboa. Nunca ha sido asunto importante para ellos; lo mismo que para los distintos gobiernos que se han sucedido en España en el referido cuarto de siglo.

Ahora toca hablar otra vez de AVE. Hablemos de AVE. Mientras, el Corredor Mediterráneo avanza, y la conexión de Sines con el centro de España se materializa por el valle del Guadiana hasta la Mancha, y de ahí a Madrid, pasando por la linde de… Toledo. Ya pidió la anterior alcaldesa las mercancías y la conexión vía Castillejo-Algodor. Y el Lusitania saltando a Salamanca. Las cartas en este negocio están repartidas desde hace tiempo, y ya sólo quedan entretenederos para el personal. Y, al menos desde Talavera, asistimos al espectáculo con cansancio y hastío, resabiados, que sabemos que las tajadas ya se las han llevado a otro plato. A los de siempre, vamos.

Lo que no entiendo es como ninguna administración, ni las pretéritas de principios del pasado siglo, ni las franquistas, ni las demócratas, ni las novísimas de la España autonómica, han propuesto unir desde el principio Talavera-Extremadura-Lisboa con Toledo por vía convencional, cuando apenas 9,5 kilómetros separan la actual traza del ferrocarril convencional, de la entrada Toledo por Buenavista. Las penas que nos hubiera ahorrado, al menos a los talaveranos. Y sí, soy partidario de un tren que vaya parando, que articule de verdad pueblos y territorios, y creo que en Castilla, al norte y al sur de Gredos, no hemos aprendido la lección. Y ni la vamos a aprender nunca. Y ya es tarde, seguimos desmantelando, y ahí está el ejemplo de Cuenca.

No me importa que el AVE a Extremadura pase por Toledo. Ahí está ya funcionando –dentro de un año hará veinte–, el que les montaron directo desde Madrid, sin salida, a guisa de cercanías, y olvidando la Sagra. ¿Para qué? Ya paraba el tren que venía desde talavera… Y al lado está el horcajo de Villaseca de la Sagra, con la ramificación a Andalucía. Entiendo que Toledo quiera salir del culo de saco donde la han metido o donde se ha metido por propia decisión. Y ahora es una buena oportunidad, aprovechar parte de la infraestructura y continuarla hasta empalmarla en Extremadura. Y pasamos por Talavera, que queda en medio.

Y creo que hay que disculpar al alcalde de Toledo, señor Velázquez, cuando dice lo de que ha Toledo van 3 millones de visitantes al año, y que no sabe quién va a Talavera, ese ya anacrónico mirar por encima del hombro impropio del presidente provincial del Partido Popular, quizá futurible candidato a la Junta en un horizonte más próximo al de la llegada del AVE; y su empecinamiento en que el último invitado ponga la música en la fiesta... No creo que se trate de entrar al trapo, ni comparar el desarrollo de una ciudad y otra desde el advenimiento autonómico, la capitalidad regional, las inversiones, los ninguneos, y el tercio de varas infame a que se viene sometiendo a mi ciudad, Talavera de la Reina, desde hace décadas. Parte de la culpa es nuestra, de aquí. Recuerdo Toledo principiando los ochenta. Y también Talavera... Y en cuanto a la cantidad, siempre he preferido no confundirla con la calidad. Toledo es única, y me gusta de madrugada, las noches de lluvia, cuando sólo caminan el empedrado reflejos y estelas de fantasmas. Pero es que soy muy mío… Sigamos hablando del AVE. Porque el AVE va a llegar… va a llegar…
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jueves, 11 de abril de 2024

CASTILLA-LA MANCHA HOY - Programa 83


La dura realidad sobre el trasvase Tajo - Segura | Medioambiente en CLM Hoy (04/04/2024).

Duración del video 9m 37s.

Nuestro compañero Miguel Ángel Sánchez, vocal de la asociación de municipios ribereños en la comisión de explotación del trasvase Tajo-Segura, insiste en que Castilla-La Mancha debe poner fecha de fin al trasvase para tener un río limpio. "El agua que está pasando por el Tajo, el 95% que pasa es del Jarama", asegura.
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viernes, 5 de abril de 2024

Los ríos no deben pedir perdón

La Tribuna de Talavera/Toledo, 5 abril 2024



No. Los ríos no deben pedir perdón por llevar agua. Mucha agua. Este es su mundo. Vivimos en sus orillas, los canalizamos, trasvasamos, contaminamos, usamos…; los desaparecemos, amputamos, desvirtuamos… Talamos las alas de sus orillas, alamedas temblorosas, sotos umbrosos y frescos… Convertimos sus riberas en vertederos, escombreras y rodaderos. Pero la tierra es de sus ríos. No. Los ríos no deben pedir perdón por despertar, coger caudal, explotar y arrastrar tierra y cienos acumulados, siglos de penas y agravios. Hace tiempo, en una de las crecidas inmensas del Tajo de la niñez y de los años setenta, encontré, volteado por la crecida, un panel de azulejos de cerámica de tres o cuatro siglos atrás. Entonces el Tajo bajaba con espumas como icebergs en la azuda de La Morana, en la linde de Patrocinio y el más allá. Descubrí entonces que el Tajo oculta la belleza de lo imprevisible, el fulgor de la verdad.

Los ríos no son números. No se pueden reducir a hectómetros cúbicos almacenados o almacenables (o trasvasables), o a metros cúbicos por segundo circulantes. En un río vive la arteria clave de un territorio. Siempre que exploro por primera vez un paisaje, busco cuál es su río, por pequeño que sea. De dónde viene y hacia dónde va. Sin ellos la tierra es desierto, como aquella tarde que crucé andando el esqueleto de un Ojo desecado y quemado del Guadiana. Con la ceniza de la turba hasta la cintura entendí lo que es un paraíso perdido.

Pero ahora hay que irse a los ríos. Al Tajo y al Gallo, escurriendo de la piedra por cada poro. Al Guadiela, con sus los barbos inmensos remontando la corriente desde los fantasmas de La Isabela, a la vera de Ercávica, felices, en ese territorio incierto de Los Castillejos, entre Villar del Infantado y San Pedro Palmiches. Al Mundo, a verlo estallar una y otra vez, salir de las entrañas de su tierra y labrarse su camino sin pedir permiso. Al Júcar, al Escabas, al Cuervo, al Salado, al Dulce, al Tajuña desbordado en barro y reflejos, el Henares bronco. Al Alberche llenando por derecho su puente antes de llegar al Tajo. Al Tiétar recogiendo las gargantas de granito y la nieve derretida en Gredos. Al Guadyerbas y a todos los brazos del Alcañizo, ríos querenciosos de cigüeñas negras y águilas imperiales emboscadas en sus horcajos. A mis ríos de la Jara, a un lado y otro, Piedraescrita caballete y divisoria: el Jébalo y el Pusa, el Sangrera y el Cedena y el Torcón tajado a la sombra del castillo de San Martín… El Estena olvidado, el propio Estenilla, cayendo por Rosalejo hacia el Guadiana en Cijara. Y el Guadiana, la maravilla del Guadiana rompiendo la piedra aguas abajo de La Puebla de Don Rodrigo, labrando sus Hoces a la sombra de la Sierra de los Bueyes, abrazando y tapando el mudéjar del venerable puente de Villarta. Y el Ibor, y el Gualija, y los Guadarranques, y el Guadalupejo, y el Almonte y todos los ríos del mediodía hacia Extremadura. Todos. Y los desamparos de la Mancha, los ríos ya sin agua: la madre del Guadiana bajo Peñarroya… Záncara, Azuer, el Gigüela latiendo y fluyendo, el Córcoles… Y el Tajo. Amputado y olvidado en el territorio de la infamia, entre Bolarque y Aranjuez; pero libre por una vez en Toledo y Talavera de la Reina.

No. Los ríos no tienen que pedir perdón por ser ríos. Primavera afortunada. Gracias.
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