viernes, 6 de junio de 2014

Talavera de la reina Cospedal

Para La Tribuna de Toledo (no publicada), 6 junio 2014

Lo que ocurrió el pasado sábado 31 de mayo –Día de Castilla-La Mancha– en Talavera de la Reina, es algo que radiografía a la perfección el momento histórico que atravesamos, tanto en esta ciudad, como en Castilla-La Mancha, e incluso el Estado, eso que aún llamamos España. Que los representantes de los ciudadanos, el gobierno regional democráticamente elegido, se excluyan de los ciudadanos, celebren su fiesta particular, cierren el centro de la ciudad a los ciudadanos –a los ciudadanos que votamos, pagamos, aguantamos recortes y volvemos a pagar y sufrir–, define una forma de hacer política tan alejada de la democracia de manual, como el Tajo de la definición de río.

Algo falla cuando los que dicen ser la voz del pueblo, tienen miedo, y se tienen que “proteger” de ellos. Cuando hay que cerrar con vallas y policías una ciudad para que los señores endomingados no sean “molestados” por la canalla que va a sus cosas: comprar, pasear al perro, disfrutar de una mañana de primavera… Lo que nos dé la gana. No admito que la presidenta de Castilla-La Mancha me cierre las calles, y me ponga delante a una tropa de policías que me digan que “no pasas porque lo digo yo”, y que asusten a mi hija de ocho años que sólo comete el delito de ir de la mano de su padre a comprar –intentar – a una tienda del centro. No lo admito.

Para la próxima, que se metan su fiesta en una carpa y se vayan a celebrarla a un perdedero de la Jara, o a los santos desiertos de la tierra de los pairones en la paramera de Molina, allá por la raya de Teruel, si es que saben qué es eso y por dónde cae. Pero que no vengan a montar su bodorrio a Talavera. Que aquí somos gente pobre pero noble; que nos lavamos, no olemos; que somos educados y sabemos comportarnos; que no somos alimañas que apartar y prohibir entrar hasta a sus casas porque venga la presidenta de Castilla-La Mancha. Cambiemos el nombre.

Talavera de la reina Cospedal. Y tan contentos. Al menos esta historia me sirvió para explicar a mi hija de vuelta a casa qué es la libertad, concepto que entendió de inmediato con los hombres de azul enfrente de su padre. Y contarle de aquel tipo visionario que iba por ahí viendo el mundo con ojos de lucidez, y que decía eso de que la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, que por ella se puede y debe aventurar la vida… La próxima fiesta, en el cigarral. 
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