jueves, 31 de marzo de 2011

Las cigüeñuelas de la laguna negra

Hace tiempo que tenía ganas de pararme un rato a contemplar a las cigüeñuelas. Siempre paso deprisa, con el coche, y en los cuatro últimos años he visto cómo hacían su nido en un pequeño islote somero en medio de la balsa de lixiviados y purines de una fábrica de cerdos ubicada al otro lado de la carretera. Hoy me he parado las he hecho unas fotografías; y, mientras, entre el olor pestilente, las cigüeñuelas a lo suyo, tranquilas, paseando por la laguna negra y espesa, colocándose el plumaje, tomando lo más nutritivo que encontraban de la superficie oleosa.

La belleza a veces pervive en los lugares más extraños. Y a veces busca con ahínco confrontar su delicadeza frente a lo más sucio. ¿O es casualidad, es simplemente así? Este año a la pareja de la laguna negra se ha unido otra, que aún tímida se esconde en la orilla de una esquina de la balsa, más profunda. Es un año de cigüeñuelas, porque hay lagunas por cualquier sitio, de agua limpia o sucia, lo mismo da. Porque la belleza está ahí, en medio de la nada, de las lagunas negras o de los paisajes limpios. Y las cigüeñuelas, pájaros de elegancia y de andar lento, lo saben.
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lunes, 28 de marzo de 2011

Águilas del viento

Vuela un cenizo, se eleva. Un macho. Un ratonero le sigue, pero no puede alcanzarle, aunque lo intenta con todas sus fuerzas. El cenizo se eleva sin sentir, sin esfuerzo, como una cometa ligera y perfecta. La mañana es sucia, nubes bajas y niebla, olor a jaras y viento húmedo. Campos verdes, charcos en la raña, cigüeñuelas emparejadas en cada lagunazo.

Frente a Talavera de la Reina, hacia el sur, las rañas de la Jara caen a pico hacia el Tajo. Las rañas de tierra roja terminan donde comienzan las terrazas de arena del Tajo, y caen unos 150 metros, en un paisaje que rompe en las barrancas sobre la vega. Al Tajo de tarays, sauces y álamos, se precipita un paisaje de encinas y coscojas. Los regatos rompen la superficie horizontal y se van clavando hasta llegar al Tajo. Hoy sobre las raña vuelan las parejas de cenizo, los ratoneros defendiendo su territorio, los milanos negros, las parejas de cernícalo primilla. En las encinas del monte adehesado descansan las torcaces, otean los pinzones, y buscan el sol las parejas de perdices. El cereal crece bien, un sisón vigila desde su otero. Alta, muy alta, una avutarda cruza sobre el Sangrera, lenta y firme. El paisaje se disuelve en capas que la neblina va haciendo cada vez más etéreas e imperceptibles. Lejos la estela de humo de la fábrica de aceite de Los Navalmorales. Trigueros aupados en los listones de los cercados. Cogujadas en los caminos, bandos de jilgueros en los barbechos.

Primavera de nubes y poca lluvia, de arroyos bajando con su hilo de brillos. Fresnos despertando, campos velados por la bruma. Águilas del viento subiendo hacia el cielo transparente.

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viernes, 25 de marzo de 2011

Marina Valdecañas como síntoma de país

La Tribuna de Talavera, 25 marzo 2011

Escribía en febrero de 2007 una columna sobre la cacicada de Marina Valdecañas, aún en proyecto. Después de leer, cuatro años después la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura sobre el asunto de Valdecañas, sentado ya frente a los chalets de más que dudoso gusto –color leones de la rotonda de los leones–, y con el césped del campo de golf perfectamente cortado, uno se pregunta si los conseguidores políticos del engendro tendrán la decencia de continuar un día más en el cargo. Pero, uno, ingenuo de natural, no cuenta que en este país nadie rectifica, y acto seguido lo que se hace es modificar la ley del suelo de Extremadura para llevar la montaña a Mahoma. Con dos cojones, y más teniendo en cuenta que lo que se ha hecho aquí es vestir como «vivienda social», mansiones de 500.000 euros con vistas al green. Y sin disimulo.


En este país, pese al encalado democrático, nos sigue aflorando el ordeno y mando de toda la vida, puesto que en la política como en lo cotidiano, somos un país de superficialidades, y en cuanto tocamos pelo nos pasamos por el forro eso de los ideales y demás, que vamos a lo que vamos: a asegurarnos el porvenir y el de los amigos/colegas, en la ancestral tradición carpetovetónica. Chapuzas similares afloran por donde se mire, PP ó PSOE, que tanto monta, etc., que el negocio es el negocio, y eso de los ideales queda para las campañas electorales. Ahí está la urbanización de Hellín, en el embalse de Camarillas; o el reino de Don Quijote, con trasvase del Tajo incluido (y pagado por todos); o Villanueva de Gómez, en Ávila, o la urbanización de Candeleda. La marbellización/murcianización del urbanismo es galopante, y sólo dormita esperando que escampe, la burbuja acabe de desinflarse, y vuelva el negocio. La sentencia del TSJ de Extremadura pide la demolición de lo levantado, y su restitución a la situación anterior. ¿Alguien se lo cree? Antes cierran Almaraz. Ése es el problema: España es un país de hechos consumados, donde lo mismo te hace la hípica un amigo constructor, que te olvidas pagar la factura de cuatro trajes. Qué más da. Tenemos lo que tenemos: Rajoy comprando el Marca en una gasolinera, y Zapatero escuchando embobado a Sarkozy. Es para lo que hemos quedado.

Marina Valdecañas como síntoma del derecho de pernada de una clase política sobre un país de cinco millones de parados, del sálvese quien pueda, de los contenedores de basura una y otra vez registrados a ver qué sale, de la tormenta que no se va, de la guerra antes no, ahora sí, de la sociedad muelle, pastueña a más no aguantar. Esto es España. Pasen y vean.

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martes, 22 de marzo de 2011

La verdad del agua


Esta fotografía tiene ya cerca de diez años. Es del Alagón, un afluente del Tajo, tomada en la provincia de Salamanca, Castilla y León. Aúna -para mí- el resplandor de un día perfecto, la transparencia del río bajando primaveral, el puente antiguo cruzando elegante, la corriente serpenteando serrana y rápida. Los ríos no entienden de fronteras. El agua, por concepto, es el elemento menos aprehensible y escurridizo, a veces líquido, otras hielo, las más vapor y viento. Me gusta el agua en los ríos, libre, no sujeta a ataduras. El agua como cifra, mercancía, poder, dominio… ha usurpado el territorio del agua libertad, destino, espejo y esencia. El agua es lo más sagrado que corre por este mundo, pero se la ha convertido en negocio. Me gusta contemplar los ríos libres que nos quedan, y entre ellos los relampagueates del sur de Gredos, de Gata. En sus aguas de espumas y esmeraldas se encuentra la esencia de la vida. No hay tiempo para estancarse, pudrirse en melancolías y eternas encerronas. Todo es bajar, continuar, jugar con los mirlos acuáticos, revolviendo piedras y lanzando fulgores de grandeza. El desguace del intelecto del hombre tiene su máxima expresión en la destrucción de los ríos, en el intento insensato de dominarlos y convertir su propia esencia, su latido, el agua, en un mero recurso. Un río no puede tener precio, un metro cúbico de agua tampoco. Son regalos, privilegios de este mundo que ni miramos ni apreciamos. Usamos, rompemos, torcemos. ¿Y para qué? Nos falta aprender lo básico: el sentido de la belleza. La verdad del agua. La libertad es un río limpio bajando una tarde de primavera desde las soledades de Las Batuecas, una imagen, un sonido, un olor, un espacio, un recuerdo, que habitarán para siempre en la memoria, rumor fugaz de agua libre trazando su camino, entre ovas y lavanderas, sobre los surcos de la sencillez más limpia.


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jueves, 17 de marzo de 2011

Luna llena sobre el Japón

La Tribuna de Talavera, 18 marzo 2011

Este fin de semana habrá luna llena sobre el Japón. El mundo es pequeño, y el miedo es más ágil que una nube de radiación. Tenía escrita la columna sobre nucleares y esas cosas de la energía, pero queda para el blog. La vida son imágenes y sensaciones, y esta semana hemos tenido demasiadas. Es triste que lo que quede del terremoto y del tsunami sea el desastre nuclear, tan predecible como evitable.

Estos días me gustaría ser japonés. Me de envidia ese país donde no se vive a salto de navajazo, donde te puedes fiar del vecino y la gente va de frente. Donde el miedo es de los de fuera, no de los de dentro. Entre el desastre me quedo con la imagen de una anciana en botas de agua, buscando en el inmenso vertedero en que se había convertido su paisaje vital, su pueblo, su vida. ¿Qué busca? No queda nada, todo es vacío, como el esqueleto de un mal sueño. Pero ella busca con las botas de agua impregnadas de barro.

¿Cuántas veces se habrá llevado el Pacífico la línea de la costa? ¿Cuántas veces habrán reconstruido los japoneses lo destruido? Sólo el hombre con la tecnología puede minimizar el desastre; o multiplicarlo. Esta paradoja flota sobre los campos encenagados de chatarra, donde los rescatadores con trajes de colores trabajan entre la nevada. Una tragedia en directo ha hecho a todo el mundo parte de ella, actor más que espectador. Ha vuelto a cambiar el mundo, como con Chernobyl, como cuando cayó el Telón de Acero, como el 11 de septiembre. En un mundo global, donde la información es instantánea, los esquemas viejos, han dejado de servir con la misma velocidad que Gadafi aniquila la «revolución», ante la vergüenza e hipocresía de Occidente, que el negocio es el negocio.

Apenas somos conscientes de lo que supone y supondrá el desastre de Japón. El país se levantará, porque sabe hacerlo, lo lleva en los genes. Aquello es un país, y con altura de miras. Tenemos mucho que aprender, porque es que aquí ni siquiera nos consideramos nación, con lo que no tenemos andado ni la mitad del camino. Más que criticar, alarmar, pegarnos –ahora–por las nucleares sí o no, deberíamos observar, ayudar y aprender. Porque este fin de semana habrá luna llena sobre el Japón, subirán las mareas del Pacífico y la Naturaleza nos recordará de nuevo que marca su tiempo en un reloj demasiado grande para que podamos entenderlo.


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Las enseñanzas del desastre de Japón

El gran fracaso de nuestro mundo es creer que lo controlamos todo. El antropocentrismo como religión obliga al hombre a creerse por encima del bien y del mal, dominar el mundo, extinguir, configurar un nuevo orden. Colocar seis reactores nucleares frente al Pacífico, en una zona crítica sismológica, sólo puede terminar en desastre, es una provocación al destino. Es como construir en las llanuras de inundación de los ríos. El concepto a manejar es el periodo de retorno. Uno, cinco, cincuenta, cien años. Simplemente desplazar en la escala temporal el desastre. Pero, en el tiempo que cruzamos, hemos perdido definitivamente el concepto de la realidad, manejamos coeficientes de seguridad ficticios, que minimizan el riesgo, y maximizan el beneficio.

La energía es un negocio. Las centrales nucleares lo son. Ahí tenemos las aberraciones de andar por casa: los dos reactores de Almaraz, que ni siquiera deberían haber entrado en funcionamiento; o el de Trillo, enfriado por un Tajo que es un hilo tan insignificante de agua que obligó a cambiar completamente el sistema de refrigeración. ¿A qué estamos jugando? La energía (nuclear, solar, eólica, hidroeléctrica) es un negocio, y como tal se produce, maximizando beneficios, y trampeando el resto, llámese seguridad, racionalidad o sentido común. Si dejamos la vida en manos de un negocio, sólo somos un elemento más de la ecuación. Luego no reclamemos. Ahora, por ejemplo, Madrid comienza a beber agua del tajo que ha pasado junto al reactor de Trillo, y al lado de la central en desmantelamiento de Zorita. No hay riesgo. ¿Quién lo garantiza?


El hombre no es infalible, y por tanto debe calibrar las consecuencias de sus actos. El problema surge cuando delegamos esa responsabilidad. Hay gente que no quiere subir a un avión. Yo no quiero vivir en un mundo con centrales nucleares. La vulnerabilidad es demasiado alta, casi tanto como la codicia. Lo que está en entredicho es el modelo de sociedad, el crecimiento entendido como carrera para terminar cuanto antes a bocados con el mundo. Las fronteras que nos van quedando por conquistar son las de nuestra propia lucidez como especie, y hasta que nocaigamos en ello, seguiremos tropezando en la misma piedra.

El desastre de Japón trae muchas enseñanzas: la entereza de sus ciudadanos, la codicia maximizada en una zona donde era cuestión de tiempo el desastre, la movilización de un mundo que cada vez se hace más pequeño. Quizá esta vez aprendamos algo.


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miércoles, 16 de marzo de 2011

Almaraz: dos reactores nucleares a 7 km de un Parque nacional

Sobre el embalse de Arrocampo, afluente del Tajo, se asientan los dos reactores nucleares de la central de Almaraz, puesta en funcionamiento a principios de los ochenta. En el embalse de Arrocampo, gracias al agua eternamente templada por la refrigeración de los reactores, proliferan carpas y peces gato, garzas y calamones. En este ambiente subtropical, las aguas de Arrocampo caen al Tajo, justo un poco por encima del Salto del Corzo, puerta de entrada al Parque nacional de Monfragüe. Tiene que haber pocos parques nacionales en el mundo donde a guisa de bienvenida te reciban dos reactores nucleares. Eso lo tenemos en España, en la provincia de Cáceres, junto a Navalmoral de la Mata, a 70 kilómetros de Talavera de la Reina, a 175 de Madrid, y a 100 kilómetros de la frontera con Portugal. Pero sólo a siete kilómetros escasos de donde crían y vuelan cigüeñas negras, águilas imperiales y buitres negros.
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martes, 15 de marzo de 2011

La tarde más fría

Esta tarde se le puede mirar al sol de frente. El sol se pone sobre Torrehierro, frío, blanco, extraño. Las urracas juegan abajo, sobre los tejados, y algunos aviones, pocos, revolotean entre los edificios. A poniente no hay ya nubes, sólo el sol que baja infinitamente lento. Sobre Gredos la nieve grisácea, los Galayos, los puertos tomados por la niebla. Las nubes se separan poco a poco y se van hacia el norte, hacia el levante. La luz es fría sobre los edificios de ladrillo rojo. Ni siquiera ellos irradian calor. Pasan algunos vencejos con ganas de que ya sea junio. Pero queda mucho. La tarde es fría como pocas, con una luz extraña que engulle las estelas de los aviones. Nubes de rojo palido como bolas de algodón, como esos cuadros tristes de paisajes de las tierras septentrionales. Tarde en las que se puede mirar al sol de frente. Share/Bookmark Leer más...

lunes, 14 de marzo de 2011

Los ríos que jamás veré


Perfil del Tajo embalsado una y otra vez en el occidente de Toledo y Extremadura

Hoy he mirado al Tajo y el verde les ha salido a los sauces y a los álamos. Es un verde reluciente, que ayer no estaba, y que ha caído con la lluvia de este mediodía. Verdes nuevos emboscados en la sorpresa. Y me he acordado de los ríos que nunca veré. No, no hablo de los ríos anchos de Asia, de los verdes esmeralda de Sudamérica, o los misteriosos y escurridizos de África. Hablo de mis ríos.

Porque jamás podré ver el Tajo que existió hasta hace treinta años aguas abajo de Talavera de la Reina. Cinco enormes embalses de más de 6.000 hectómetros cúbicos me lo impiden. El Tajo no existe, y para seguir sus huellas tengo que echar mano de los viejos mapas topográficos, montarme un SIG con las fotografías, los mapas de los años 30 del pasado siglo, o alguno del XIX. Y entonces empezar a bajar por el Tajo que fue, recorriendo aceñas y molinos, pueblos y puentes, pueblos que ya no existen topónimos olvidados, lugares que ya sólo habitan en la historia olvidada de los paisajes y la tierra.


La desaparición de 300 kilómetros de un río, ¿cómo se cuantifica? ¿Cuánto «vale» la desaparición de 300 kilómetros lineales del Tajo, más 200 del Tiétar, del Almonte, del Jébalo, del Huso, del Salor, del Alagón? ¿Cuánto? Chorreras, alamedas, pesqueras, barcas, molinos, cientos, miles de yacimientos arqueológicos. ¿Cuánto vale la pérdida de la huella del hombre de 3.000, 5.000 años?

Jamás veré al Tajo que fue. Tendré que verle por los ojos y las palabras de los ingenieros que lo quisieron hacerlo navegable una y otra vez, creyendo ver galeones atravesando los baldíos del Campo Arañuelo; lo tendré que ver por los ojos de los militares ingleses que lo subieron con Wellington desde Portugal, o desde las letras de los viajeros que lo visitaron, como Jorge Borrow, de los poetas que lo alabaron, o de los ingenieros que lo envidiaron y lucharon con él hasta domesticarlo. Lo tendré que ver por los ojos del capitán Boyton, o por las palabras de Jesús Garzón, que aún le dio tiempo a verlo libre en Peñafalcón. Pero al Tajo libre, de aguas azules que aún acierta a mostrarse en algunas películas en tecnicolor de los 60, sé que no lo veré mientras viva.

Tampoco veré al Guadiana. Me gustaría contemplar al río que fue bajando desde las Hoces, rompiendo la cuarcita por la portilla de Cijara, por la sierra de la Chimenea en Puerto Peña. Pero no será posible jamás. El Guadiana está embalsado, al igual que el Tajo, y todos sus contornos se han vaciado de gentes y de vida. A veces, al recorrer los desiertos inmensos del Guadiana, es difícil justificar que se haya sacrificado esta tierra. Días enteros de silencio.

El país de los embalses, al norte el Tajo, al sur el Guadiana, es un vacío de vida. No hay pueblos, no hay desarrollo, sólo silencio. No hay ríos, sólo inmensos algibes que tapan valles, que separan y agrandan distancias, que lo llenan todo con la niebla espesa del abandono y la desesperación. No hay gente en los pueblos. No hay vida.
No podré ver jamás mis ríos, sólo me queda un pequeño territorio de lo que antes era inmensidad. Ayer, sentado sobre el Tajo embalsado en Valdecañas, pensaba en ello. Medio siglo atrás hubiera alcanzado a contemplar el Tajo y el Guadiana. Pero ya es tarde. ¿Quién me devuelve mis ríos? ¿Por qué quieren destruir lo que queda de ellos? ¿Por qué se viste de desarrollo lo que es saqueo?

Hoy es el día mundial de los ríos. ¿Quién me devuelve los míos?


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Sobre el cañón del Tajo


Sobre el cañón del Tajo vuelan torcaces emparejadas y pequeños paseriformes que cruzan de un lado a otro de la pared de roca. El granito cae a pico sobre el Tajo, berrocales inmensos movidos por fuerzas antiguas e inconcebibles. Entre las grietas crecen cornicabras, invernantes aún, y acebuches relucientes de verde nuevo en la solana. Al otro lado, en la umbría, regueros de verde espeso, vegetación más delicada y húmeda, caen hasta el Tajo. Desde donde estoy hasta el agua hay unos 150 metros de caída. Al fondo un inmenso tapiz de bosque cerrado, recuperándose a siglos de sacas y pastoreo. Día de plomo, sucio. A mi lado suben las ovejas, con el canto de las esquilas que el viento aleja y trae. Los buitres salen de su posadero y vuelan sobre ellas. Al fondo las nubes negras cruzan la sierra de Altamira y van velando las pedrizas con el aire zarco de la primera lluvia. Una pareja de cigüeñas negras vigilan su territorio, pasan muy abajo, con el verde mineral y el brillo de la libertad. Me siento sobre una antigua era. Las piedras ya se desmoronan y caen hacia el Tajo. El paisaje es un inmenso mosaico de tiempos. En las piedras se pueden leer las huellas de los trabajos del hombre, cada vez más derruidos y tomados por el monte que reclama su espacio. A medio metro del suelo un nido de golondrina dáurica, perfecto. Los caminos empedrados se van perdiendo ya irremisiblemente, los pozos se encenagan, los molinos se hunden. El Tajo sigue allí, profundo, como siempre, guardado por su legión de buitres. Las águilas se esconden en lo más enriscado. No hay que molestar. El viento mueve las aguas de la superficie del Tajo y la luz va cambiando, ligera, sobre la superficie transparente del río. Mañana de invierno, con las nubes empujando firmes desde el oeste.

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viernes, 11 de marzo de 2011

Marina Valdecañas


El TSJ de Extremadura acaba de echar por tierra Marina Valdecañas. Ahora las máquinas tendrán que entrar y dejar la isla y los entornos en el estado en que se encontraban antes de que la Junta de Extremadura decidiera destruir una de las joyas naturales de la región. Queda mucho trabajo, habra´recursos, pero esta sentencia que ha ganado Ecologistas en Acción, viene a poner coto a la chapuza ambiental a gran escala promovida en el último decenio por las Administraciones autonómicas. Esta tarde, para celebrarlo, me iré a Valdecañas a ver si ya están en su sitio las cigüeñas negras, las perdiceras, los alimoches. Dejo lo que escribí en La Tribuna de Talavera hace ya más de cuatro años, concretamente el 2 de febrero de 2007.

310 chaletes a 500.000 euros la unidad; hotel con spa y esas cosas finas que ahora se llevan; campo de golf -faltaría más-, rodeado de bungalows y más césped…; y una marina, que debe ser eso de barquitos de motor y pijería en moto náutica y cosas así… Este es el destino de buena parte de la margen derecha del embalse de Valdecañas, allá por los pagos de Berrocalejo y El Gordo. La semana pasada Ibarra meneó el hisopo y bendijo las obras que quiere empezar echando leches la misma empresa que se ha pasado por la piedra las marismas de Isla Antilla en el Atlántico onubense.

Tiene narices que dos gobiernos socialistas, el manchego -porque lo que tenemos es un gobierno exclusivo de la Mancha-, y el extremeño, hayan dado el visto bueno a dos proyectos urbanísticos esquinados, con poco ruido, que ni se hubieran atrevido a sacar adelante los epígonos del desarrollismo en los pantanos del Alberche o de las sierras de Madrid. Uno en Hellín, a orillas del río Mundo; otro, éste de la raya de Extremadura con el occidente de Talavera, tierra de nadie donde se siente como en pocos lugares el vacío del abandono del invento de las Autonomías. Que cada uno saque sus conclusiones del por qué de este empeño «socialista», que yo ya me lo presupongo, y creo que no andaré muy desnortado.

Lo de Valdecañas es una cacicada en toda regla, una desfachatez y un insulto a la inteligencia. Habría mucho que decir: que si las grullas, que las águilas y cigüeñas del cañón del Tajo, que si el desarrollo de los pueblos va por otro lado, que si para esto tenemos leyes, que estamos en Europa, que esto de las urbanizaciones de pantano lo inventó Franco…


Pero la cacicada es de tal magnitud, que se me han quitado las ganas, que eso ya tendrá su tiempo y lugar. Ya que hemos jodido toda la costa, ahora nos vamos al interior y repetimos la fórmula, con la aquiescencia de todos, que bajo el paraguas de Mister Marshall vamos a salir del pozo. Políticos que llevan 25 años cortijeando, viendo cómo se mueren sus pueblos y sus paisajes, ahora bendicen a Incosol como la última solución.


Marina Valdecañas es ni más ni menos que la privatización del paisaje, el rapto del Tajo por 300 privilegiados, y un inmenso negocio de muchos millones de euros con lo que es de todos. El resto, propaganda.

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Talavera 2020

La Tribuna de Talavera, 11 marzo 2011

Todo lo que no sea en la actual campaña electoral plantear la visión de la ciudad para 2020 es perder el tiempo. Más. El descalabro de gestión perpetrado desde la Junta hacia eso que se llama Castilla-La Mancha, arroja en Talavera de la Reina y su comarca la cara más amarga. 25 años de olvidos son muchos, y aquí sólo han caído las migajas y ese puente insensato como ejemplo a la política de imagen frente a la de resultados.

La campaña política ha de plantear realidades, un cambio de rumbo concretado en propuestas que levanten la ciudad, no que vengan a sumar votos para ganar la Junta, es decir, que no seamos los tontos de siempre los que demos el poder a los que no nos van a dar nada a cambio. O aquí se plantean cosas concretas para Talavera y comarca, o no se vota. Ésa debería ser la máxima: un 100% en blanco. Porque la cosa está muy jodida, y no estamos para hacer el caldo gordo, otra vez. Pero el político de carrera, como sabe que la memoria del desinhibido votante es más limitada que la de un Spectrum, pues otra vez con la misma.

Para sacar a esta ciudad del agujero se necesita cordura, compromiso, generosidad y esfuerzo. E independencia. Quizá pedir grandeza sea mucho. Sólo desde la independencia es posible volver a colocar a esta ciudad donde se merece. Tirar en conjunto, todos a una y esas cosas románticas que salen en las películas americanas. Aquí, con las vacas gordas reímos las gracias a la Junta; y con las flacas, búscate la vida. Y en esas estamos: ni AVE, ni grúas en el perfil de la ciudad, ni ganado en el Mercado, Torrehierro como cazadero de cernícalos, el agua marchándose entubado a media España, y social y económicamente cada vez más empobrecidos.

Esta ciudad necesita ahora mismo un gobierno de concentración que ponga las cosas muy claras a Toledo/Junta, gobierne quien gobierne. Las 25 personas con más valía de la ciudad al frente de ella. Sólo desde la altura de miras saldremos de ésta, planteando la ciudad del 2020, desde los escombros de la actual. Lo demás, ahora, sobra. Visión de conjunto, planificación y estrategia. Y a por ello. Lo demás, máscaras.
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jueves, 10 de marzo de 2011

El río Tiétar, un estado de ánimo


Un río es vida, y más cuando es el Tiétar que traza en el granito su camino mientras va recogiendo una a una las gargantas que bajan de Gredos, perpendiculares y frías, como arrebatos de lucidez. En días como hoy, días de oficina, teléfono, papeles y números, donde la vida te va poniendo telas de araña, una tras otra, como nieblas espesas, tengo siempre la imagen del Tiétar solitario por la Solana, por el horcajo del Guadyerbas, por el monte espeso que se precipita sin tregua en esa tierra limpia y libre como pocas. Hoy el Tiétar bajará repleto de barbos sobre los rollos pulidos; con los fresnos a punto de reventar, las vacas comiendo las ovas de la corriente, las cigüeñas negras llegando, las culebreras y calzadas tomando posesión de su espacio. El verde renovizo de los melojos, la brisa agolpando en el Almanzor las nubes negras del sur. El viento suave y oloroso de la primavera sobre el que volarán decenas de buitres negros subiendo desde Monfragüe o bajando desde Iruelas. La garceta en su isla, la nutria entre los puentes, la lavandera sobre la arena del molino. Todo estará allí. Allí. Lejos. Llamando.
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miércoles, 9 de marzo de 2011

El Tajo, también, pasa por Madrid

Hasta la fecha la gestión del Tajo se ha caracterizado por seguir a rajatabla el troceamiento a que se le sometió a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando se decidió ejecutar el trasvase Tajo-Segura. Entonces, la cabecera quedaba a disposición por completo del abastecimiento a poblaciones y regadíos de Alicante, Murcia y Almería; mientras que el Jarama y los afluentes del Guadarrama y Gredos tomaban la misión de abastecer a Madrid y su área metropolitana, el mayor núcleo de población de la Península, así como el mayor polo industrial y productivo.

Casi medio siglo después las consecuencias son trágicas para el Tajo, un río que además ha perdido el 40% de las aportaciones medias en la cabecera, y que se queda sin caudal en su tramo medio por las elevadas demandas a que se ve sometido. La aberrante ejecución de un trasvase de la cabecera de un río, que ha demostrado sus efectos letales con el propio Tajo, sólo se sostiene por el silencio que se cierne sobre el Tajo y su gestión, un silencio alentado a partes iguales desde los dos grandes partidos políticos españoles, porque lo que de verdad importa es mantener el statu quo; y ahí es donde entran los grandes medios de comunicación nacionales, que en ningún momento quieren entrar en el avispero del Tajo, porque aquí es mejor no molestar, y nunca el Tajo ha sido bandera de luchas PP-PSOE como sí lo fue el Ebro. El Tajo es la lucha de la dignidad, de enderezar un desatino; pero eso, remar contra corriente, es pedir mucho.


Por tanto, a estas alturas de la película decir que un trasvase que se lleva el 80% del agua de la cabecera de un río (todo lo que entra menos 270 hm3) es un insulto a la inteligencia, sigue siendo predicar en un desierto, pero a la vez te permite calibrar la hondura de los silencios, a veces más que expresivos. En éstas, Madrid se ha dado cuenta de que el Tajo pasa por la puerta de su casa, y va empezar a tomar 60 hm3, que no está mal. Madrid deberá darse cuenta que su reserva estratégica no está en el saqueo del Sorbe, del Jarama, del Alberche, sino contar con unas reservas de 1.500 hm3 en Entrepeñas y Buendía para los años más delicados de los ciclos secos. Madrid no puede contentarse con un abastecimiento en precario, mientras el Tajo se marcha a Murcia, a Alicante, a la Mancha.

Sólo la gestión conjunta de la cabecera y los afluentes del Sistema Central traerá cordura a la situación del Tajo. Eso sí: el Trasvase sobra. No se puede servir a medio país y encima querer que el Tajo tenga resuello para llevar un reguero de agua. Al menos, Madrid se ha dado cuenta de que el Tajo pasa por su casa, y que no puede seguir dejando que los vecinos del Mediterráneo, por muy colegas de partido que sean, se lo sigan llevando enterito.

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martes, 8 de marzo de 2011

El lugar más lejano del mar

Éste es el lugar más alejado del mar. Tanto del Atlántico como del Mediterráneo. Y se nota. Nombela es un pequeño pueblo que descansa sobre la falda meridional de la Sierra de la Higuera. Tierra de encinares abiertos en lomas que caen hacia el Alberche, y de monte espeso en los berrocales que trepan hacia la divisoria con Madrid. Allí los enebros van asfixiando lentamente a las encinas, el bosque se recupera y se cierra. En Nombela se quiso ubicar hace 20 años el cementerio nuclear. Ayer el pueblo dormitaba tranquilo, y los viejos al sol miraban pasar a los pocos coches que se desvían ya desde Escalona. Es una tierra tranquila, despejada y cálida. Ayer los arroyos bajaban llenos de agua cantarina que rompía sobre el granito. las águilas estaban a lo suyo, y las perdices no se apartaban del camino. Este continuo de vida que son las sierras de San Vicente y la Higuera, al atardecer, se muestra en capas superpuestas donde, en las cimas, se adivinan los castros y fortalezas que atalayaban el Tajo en los tiempos antiguos. Ayer el monte olía a jara, y la siembra lo llenaba todo con el verde nuevo. El paisaje estaba detenido en su atardecer, en ese lugar donde, por un instante, reviven todos los tiempos.

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domingo, 6 de marzo de 2011

La sangre de las encinas

Al atardecer emergen en la distancia los troncos muertos de las encinas. Al caer el sol, el agua que cubre el bosque mágico del Guadyerbas, se va llenando con la sangre de las encinas. Entonces me siento bajo los alcornoques, junto al cazadero del águila pescadora y el nido del milano, y contemplo el bosque antiguo. Lo veo surgir en el mismo lugar que ocupa el embalse del Guadyerbas, con sus copas de verde espeso, sus vallejos y pasos, los alcornoques de la vega, los fresnos en fila en el Nadinos, junto a la cañada, las piedras antiguas y extrañas del dolmen, el vuelo de los millones de torcaces, de las grullas que pasan, de Gredos que observa. Sobre las ochocientas hectáreas que hoy son embalse, veo levantarse lo que fue el paisaje antiguo. No es un espejismo. Está ahí. Cada atardecer, con el maullido del mochuelo a la espalda, las encinas comienzan a verter su sangre, y un rumor de bosque y viento llega desde el vacío de agua. Al tocar los viejos troncos, detenidos en el momento exacto en que la motosierra hizo su trabajo, acuden los siglos. Troncos inmensos de más de dos metros de diámetro entre los que duermen esqueletos de náyades y plumas de grullas. Al anochecer, cuando la distancia es de los alacranes cebolleros, lo que fue vuelve, y la sangre de las encinas lo cubren todo reclamando justicia.
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Muy lejos

La Tribuna de Talavera, 3 marzo 2011

Muy lejos no hay nadie. A veces me paro en las cunetas y espero que pasen las águilas. Siempre vienen. Apoyado en el coche, con el viento del invierno moviendo las nubes y el pelo, contemplo cómo pasan los días en silencio. A veces bajo al Alberche somero y frío y camino por las orillas, o por en medio de la corriente, con las bogas subiendo y con los espejuelos de oro brillando en lo profundo. Cuando los sacas del agua el brillo se apaga, como los sueños se desvanecen con la primera luz del día. A veces, pasa algún repartidor, alguna furgoneta. Y vuelve el silencio. Pinzones, totovías, verdecillos, currucas, ratoneros en celo. Y más nubes y más viento. A veces, en las obras vacías, entre los forjados y las pilas de ladrillos abandonados, sale rotunda una perdiz. Las águilas cazan entre las promociones abandonadas de adosados mimetizados ya con el paisaje. En las vallas, los plásticos al atardecer relucen y ondean al viento de invierno, como en esos documentales del Himalaya, donde todo es viento, frío y la gente tiene mirada de lejanías.


Ahora, siempre, todo es silencio; es como si el mundo se hubiese acabado: no suena el teléfono, nadie en el campo, vacío. En los cruces de las autovías la gente vende bolsas y sacos de patatas, en las antiguas furgonetas de las cuadrillas que iban de madrugada al tajo. España es un país que ha quedado para vender patatas a cinco euros el saco. Un año y medio más en picado. Esto no aguanta. Las golondrinas hacen sus nidos en las cajas de registro de las casas abandonadas. Nidos perfectos sobre el yeso nuevo. La gente entra en las promociones a medio terminar y se lleva lo que le bien mejor: una ventana, el cable para el cobre, sanitarios… Metáfora del saqueo de España, país eternamente a medio hacer. Pasa una cogujada por el paisaje del mediodía. Muy lejos, pero aún en el territorio donde la radio funciona y rompe el silencio, trae calor. El 88.0. Veinte años ya de COPE en Talavera. La vida pasa muy deprisa. Muy lejos no hay nadie. Sólo la radio, las voces de Blanca y Laura. 20 años ya. Qué deprisa pasa la vida, como las nubes y las águilas de este invierno.

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sábado, 5 de marzo de 2011

El tiempo del absurdo

El tiempo del absurdo es cuando entiendes todo. Cuando la realidad es tan nítida que duele, cuando los cielos son tan profundos y azules como los del Wyoming de Las puertas del cielo. Un azul frío, irreal de limpio y eterno. Entonces, cuando observas entre la música, cuando todo gira en otra dimensión, te das cuenta que aún no has llegado al lugar. Siempre está la puerta de la salida de emergencia, pero eso sería hacer trampas a la vida, y la vida es lo único real, profundo y azul, como los cielos de las películas malditas. Todo se mueve con su ritmo, en la noche que huele a frío y a vacío. Para qué escuchar, para qué hablar, para qué sentir, si todo se mueve en otra dimensión, en otro orden que no puedo agarrar. Todo está ahí, es así por mucho que lo mires. Da lo mismo, no cambiará. Tú siempre estarás allí y el tiempo y la vida pasará como esas nubes altas de la primavera. Cuando entiendes todo y comprendes la cadencia de la realidad, todo se hace verdad. Todo se hace lejano, intangible, y tan absurdo como prescindible.

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