jueves, 10 de marzo de 2011

El río Tiétar, un estado de ánimo


Un río es vida, y más cuando es el Tiétar que traza en el granito su camino mientras va recogiendo una a una las gargantas que bajan de Gredos, perpendiculares y frías, como arrebatos de lucidez. En días como hoy, días de oficina, teléfono, papeles y números, donde la vida te va poniendo telas de araña, una tras otra, como nieblas espesas, tengo siempre la imagen del Tiétar solitario por la Solana, por el horcajo del Guadyerbas, por el monte espeso que se precipita sin tregua en esa tierra limpia y libre como pocas. Hoy el Tiétar bajará repleto de barbos sobre los rollos pulidos; con los fresnos a punto de reventar, las vacas comiendo las ovas de la corriente, las cigüeñas negras llegando, las culebreras y calzadas tomando posesión de su espacio. El verde renovizo de los melojos, la brisa agolpando en el Almanzor las nubes negras del sur. El viento suave y oloroso de la primavera sobre el que volarán decenas de buitres negros subiendo desde Monfragüe o bajando desde Iruelas. La garceta en su isla, la nutria entre los puentes, la lavandera sobre la arena del molino. Todo estará allí. Allí. Lejos. Llamando.

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