viernes, 30 de mayo de 2014

1.200 razones

La Tribuna de Toledo, 30 mayo 2014

El 20 de junio se cumplirán cinco años de la manifestación en defensa del Tajo que juntó en Talavera de la Reina a 40.000 personas. Como cada año desde entonces, la Plataforma en defensa de los ríos Tajo y Alberche celebra esta fecha con la entrega de los premios Padre Tajo, a personas y organizaciones que se han caracterizado por su apoyo a la Plataforma, todo ello acompañado de actuaciones musicales donde intervienen grupos locales. Este año el acto tendrá lugar el día 15 de junio, domingo, y será en el teatro Palenque, y el objetivo con el precio simbólico de la entrada –5 euros– es recaudar algo de dinero para mantener la mínima infraestructura de la plataforma, y los gastos derivados de viajes a Bruselas, abogados, procuradores, etc...

Este teatro es público, del Ayuntamiento de Talavera, o sea, de los ciudadanos, y el mes de junio se cede gratuitamente para que los distintos colectivos de la ciudad puedan realizar las actividades culturales y sociales que estimen pertinentes. Pues bien: el equipo de gobierno del Partido Popular de Talavera de la Reina ha decidido que a la Plataforma en defensa de los ríos Tajo y Alberche, ni agua. Que se le aplique la tarifa máxima, 1.200 euros por un par de horas, y que si quieres, paga. Y si no a la calle. El Ayuntamiento quiere el 40 % de la recaudación, y encima de no pagar ni una cuota a la Plataforma, hace negocio con ella. Cojonudo.

Allá el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Talavera de la Reina y su inexistente defensa del Tajo, del Alberche y de los intereses de la ciudad que dicen gobernar. En su día, en la oposición, daban codazos por salir en las fotos de las pancartas, estiraban en cuello, y no tenían rubor en dar ruedas de prensa en la sede del partido con los portavoces de la Plataforma. Pero, claro, la Plataforma sigue en el mismo sitio, y el desgobierno de Talavera de la Reina, la ciudad que cabalga hacia el 40 % de paro, que parece una ciudad en derribo y desahucio, se debe a otros intereses. Por eso la orden es silenciar y enterrar a la Plataforma, porque no traga y sigue a lo suyo, que no es otra cosa que exigir que vuelvan el Tajo y el Alberche, y que la riqueza que en forma de agua se va a otras regiones, se quede aquí.

Que hagan lo que quieran. Cuando se pierde la vergüenza, se gana en chulería. Se va a celebrar el 20 J, y en el Palenque, que lo tengan claro. Y si hay que pagar 1.200 euros, como si fuésemos un David Bisbal o una Norma Duval cualquiera, pues se paga. Faltaría más. Eso sí: seguro que para eso del Día de Castilla-La Mancha, a Cospedal se lo dejan “de gratis”. Y es que cada uno tiene su caché, y siempre ha habido y habrá categorías. 
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Política suicida

La Tribuna de Toledo, 23 mayo 2014

La política que nos lleva, las maneras, modos, chulerías y distancias van marcando una forma de hacer las cosas que se traduce, más o menos, en una distancia infinita entre el interfecto votante y el que acaba ocupando por mor de los votos y el escalafón de partido, una silla, sillón o poltrona. La democracia de salón que de nuevo nos pilota temerariamente hasta los arrecifes recurrentes en la historia de España, pasa olímpicamente del ciudadano, que paga, aguanta y sufre desdenes y abandonos varios.

Lo ocurrido hace unos días en el salón de plenos del ayuntamiento de Toledo, escenifica a la perfección esa distancia, esa chulería y ese cinismo de la clase política. Ésta, en vez de mirar a los ojos al ciudadano, repito, ese gilipollas que paga, aguanta y –en teoría– decide, se mueve por intereses muy particulares, donde al adoración a la lideresa, como antes al líder, el seguir a pies juntillas los medios que acaban justificando un fin político muy personalista, se antepone siempre al interés real del ciudadano.

Si no te gusta lo que se dice, te aguantas. Que va en el sueldo o en el sillón, que no todo van a ser flores y desfiles. El político de esta democracia agonizante que nos va quedando, o se pone las pilas, o le queda muy poco recorrido. Ahí está sin ir más lejos el entusiasmo que levantan las elecciones europeas, y las avalanchas de votantes ilusionados y decididos que se prevén que acudan a los colegios electorales. Y veremos qué pasa en las locales y regionales.

Mientras, la política suicida que nos lleva se permite la chulería de dejar plantados a los padres de niños con cáncer, de cerrar plantas de hospitales… a la vez que si hay un caso urgente de un familiar de la casta gobernante, reservamos sin pudor una planta entera de un hospital público. Público. Pero, como aquí lo público, lo de todos, lo de los interfectos, imbéciles y gilipollas ciudadanos que pagamos, votamos y callamos, es la herramienta personal del poder, del gerifalte de turno, pues no pasa nada. Aquí es donde estamos, y lo que viene es muy preocupante. Porque el sistema ha dejado de representar al ciudadano, que ve cómo unos simples concejales se levantan, se sacuden las zapatillas y se van a mejores asuntos. Y de ahí para arriba, nada, no existimos. No importamos nada.  
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Los patos de la calle Bruselas


La Tribuna de Toledo, 9 mayo 2014

Los vi hace tiempo. Era invierno. U otoño. Estos últimos meses he caminado mucho por la calle Bruselas, una de tantas del ensanche hacia el este de Talavera, que a mediados de la pasada década se comió sin piedad la mejor tierra de cultivo de la vega del Tajo. Ahora, más de media década después de que la crisis dejara novísimas, relucientes y sin utilidad decenas de calles, en esta primavera de mayo en los solares crecen álamos blancos, y tarays, y cardos inmensos como árboles prehistóricos en selvas impenetrables sobrevoladas por jilgueros.

En uno de estos solares, rodeado de un par de bloques pequeños de pisos, los muros de hormigón de los sótanos, impermeables han credo una pequeña laguna artificial, con islas de tablones, penínsulas de ferralla y despuntes de armaduras de los muros de contención. En otoño e invierno día a día veía fluctuar el nivel de este lago de ciudad, cuadrado, con algo más de medio metro de agua. En invierno, con las últimas lluvias, el nivel subió, y en las madrugadas, cuando pasaba contemplaba a una pareja de ánades reales que todas las noches bajaba a dormir, y se acurrucaba en una esquina, al noroeste, protegida del viento y el relente de la noche.

Con la primavera llegaron los mirlos de la madrugada, y los primeros aviones comunes que bajaban hasta la laguna a por agua con el que amasar el barro de sus nidos. Algunas mañanas la pareja de azulones allí estaba, navegando su mar privado, entre ovas nuevas que emergían entre corales de ladrillos de gafa y toda la basura de las obras abandonadas. Otros días no. Esperaba un rato, mientras las primeras amapolas despuntaban entre esas flores minúsculas, amarillas, que nunca recuerdo cómo se llaman. Aunque da lo mismo.

Hacía tiempo que no pasaba por el solar. Ayer me acerqué. El nivel del agua seguía alta. En algunos solares habían fumigado y el gris pardo de la muerte ocupaba el espacio en que en otros crecían sin mesura hierbas, flores y arbustos; y volaban buitrones y cogujadas y decenas de mariposas. Allí, en el agua, la hembra de ánade real subía a un tablón con siete pollos. Altos, volaban vencejos, como escuadrones de aviones de guerra; los aviones comunes seguían bajando hasta la superficie del agua, junto a alguna golondrina. Me quedé observando un rato la evolución de los pollos. Y pensé en el tiempo pasado, en estos meses, en lo sencillo que es el mundo, y que al final la vida necesita muy poco espacio.  
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