lunes, 26 de diciembre de 2011

El lobo de la Plaza del Reloj

Escrito antiguo, pero actual. Se nota que ha pasado el tiempo, aunque hay algunas cosas que nunca cambian. Escrito en la primera época de La Tribuna de Talavera, uno de mis primeras 198 colaboraciones realizadas entre 1998 y 2002.

La Tribuna de Talavera, 16 noviembre 1998

Ocurrió hace muchos años. Mediaba la década de los años veinte y Talavera ofrecía una fisonomía muy distinta a la de nuestros días; todavía conservaba el aspecto y los atributos heredados de su pasado histórico y el aire de pueblo grande con el que las más variadas gentes llegadas de todas las comarcas impregnaban sus calles.

No andan lejos de la ciudad las puntas de moruchas exhibidas por los ganaderos de ambas Castillas en el Teso durante la Feria de Mayo, cuando en la falda de El Berrocal, donde el llano deja paso al granito, las hojas de cebada y avena comienzan a segarse. Entre los términos de Mejorada y Talavera, el arroyo del Cortijo separa las tierras de Santa Apolonia de las de Valdelacruz. Es precisamente dentro de las lindes de esta última labranza donde una loba decidió meses antes afincarse para parir y criar a la camada.

Desde abril, la loba ha cambiado muchas veces de lugar a las crías. El cubil actual, simplemente una pequeña depresión excavada entre la cebada, contiene cinco lobeznos que rayan el mes de edad y presentan el pelaje negro y corto, además del aspecto rechoncho y rollizo que en nada recuerda al estilizado perfil de sus progenitores.

Es tiempo de trasiego en el campo. Los segadores, con las hoces bien aguzadas, están dando buena cuenta de la cosecha cuando dos zagales descubren una estrecha senda que comienza entre los primeros chaparros del monte y penetra por el interior de la siembra. Poco tardan, picados por la curiosidad, en adentrarse por la trocha. Al cabo, encuentran a los lobeznos. Todo un trofeo.

Efectivamente, la Ley de Caza de 16 de mayo de 1902 establecía en su artículo 69 las siguientes recompensas por la captura de lobos: 15 pesetas por el macho, 20 pesetas por la hembra y 7,50 pesetas por lobezno. La verdad era que hasta aquel momento nadie en varias leguas a la redonda había tenido noticias o señal de la presencia de los lobos. Bien es cierto que en invierno, cuando la nieve los obligaba a desalojar los portillos de Gredos, se desparramaban por las dehesas y montes que separan al Tiétar del Tajo y raro era el pastor al que no le cataban el ganado. Por entonces aún existía la figura del limosnero que recorría los pueblos exhibiendo a lomos de caballería algún lobo cazado a cepo o a lazo, y que pedía gratitud a los pastores por la beneficiosa labor que realizaba al eliminar alimañas.

Pero la familia de nuestros lobos no había pregonado su presencia; hasta aquella noche, precisamente, cuando la loba, al percatarse del hurto de las crías, se vengó y mató a veintidós ovejas, una cabra y el burro del pastor.

Mientras tanto, los mozos ya habían bajado a Talavera. Saben que los aguarda la recompensa. Con los lobillos apretados en los serones del burro se dirigen al ayuntamiento donde se les paga lo convenido. Allí les cortan las puntas de las orejas y del rabo, como es preceptivo para que no puedan ser presentados para cobrar en otro lugar. A todos menos a uno que han conseguido vender por cinco duros. Los otros cuatro hermanos mueren degollados mientras que el quinto afortunado, un macho, pasa a formar parte del paisaje de la ciudad, ya que sus compradores lo instalan en un balcón desde el que vigila la Plaza del Reloj.

Al acercarse al año de edad, el lobato presenta un aspecto magnífico. Bien alimentado, posee la estampa del lobo ibérico. Pero la historia cuenta que empezó a ser molesto para sus dueños y los viandantes y, por tanto, hubo que llamar a la Guardia Civil para que lo pegara un tiro y dejara de atemorizar y ensuciar.

Ha pasado mucho tiempo. Hoy la vida de un lobo vale, legalmente, cerca de un millón de pesetas en Castilla y León. En Castilla-La Mancha no se tiene noticia de los últimos grupos familiares que aún vagabundeaban por las estribaciones septentrionales de Sierra Morena a principios de la década de los noventa.

En cuanto a nuestra tierra, el lobo dejó de ser frecuente por las comarcas próximas a Talavera hace ya bastantes años. Se nos escapó entre los dedos al igual que la fisonomía de la ciudad y el aire a pueblo grande que se respiraba en sus calles. Llegaron otros tiempos en los que mucho sobraba y el lobo era pieza a exterminar.

Hoy, sólo muy de tarde en tarde, algún lobo nómada nacido al norte del Duero se atreve a cruzar el Tiétar, aunque luego se le reciba con una bala en el lomo.

Mientras llegan otros tiempos mejores para nuestra fauna, cuando pasemos por la Plaza del reloj, recordemos que durante algún tiempo fue el único mundo que, desde su cárcel, vivieron los ojos de un lobo ibérico nacido en tierras de Talavera.
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lunes, 19 de diciembre de 2011

Señora presidenta

La Tribuna de Talavera, 16 diciembre 2011

No entiendo -ni creo que nadie en Castilla-La Mancha lo admita- que usted, Doña María Dolores de Cospedal, presidenta de esta tierra tan grande llamada Castilla-La Mancha, permita que se trasvase una sola gota de agua del Tajo mientras va consejería por consejería con la orden de limpiar a matarrasa. Creo acertar si afirmo que estará conmigo en que no es posible exigir sacrificios, recortes, despidos… mientras que nuestro activo más singular e infrautilizado, el Tajo, el gran río de Castilla-La Mancha, se va a otras regiones más ricas a crear todavía más riqueza. A comunidades que luego nos echan en cara lo paletos y pobres que somos. Y es que cómo no vamos a serlo, si somos tierra de saqueo. Entiendo que usted, señora presidenta, va a tirar de coherencia; porque no creo que con lo que nos está pidiendo, permita que el Tajo siga siendo cortijo de Murcia. Entiendo que usted comprenderá y sabrá mejor que nadie que Castilla-La Mancha no está para «excedentes».

Y es que, perdone el atrevimiento, uno, por deformación profesional, cuando enfoca una empresa, trabajo, lo que sea, lo hace con un proyecto. Quizá sea por la mente cuadriculada, muchos años en Maestría -instituto de categoría de Talavera de la Reina-, con diseños, mediciones, pliego de condiciones, escuadra y cartabón. Quizá por eso me siento cómodo analizando una pila de libros, planos, cotas. La anarquía hecha regla, ordenada, entendible y tangible. Y por ello, señora presidenta, me preocupa que en esta región no haya proyecto. Si se va en serio, no vale sólo con ponerlo todo patas arriba. Hay que explicar a dónde se va. Hay que bajar a la calle, salir del AVE a Atocha, gastar ruedas y explicar qué Castilla-La Mancha se quiere, por la que ahora nos estamos quedando en pelotas. Es decir, mostrar un plan director donde, a medio camino, se pinte el destino.

Porque si no se corre el riesgo de que el futuro se nos vaya, como el agua del Tajo; y se nos perpetúe la cara de perdedores, de que las oportunidades pasan, como los tiempos y las nubes. Y, señora presidenta, como navegamos tiempos de desguace, en el sentido amplio de la expresión, creo que entenderá que los ciudadanos necesitamos respuestas y acción. Porque yo no quiero que esta tierra tan grande que llamamos Castilla-La Mancha, siga siendo de segunda división. Supongo que usted tampoco, pero me lo tiene que demostrar. Y aún no ha comenzado, ni usted ni sus consejeros, aunque les llevemos pagando el sueldo ya cerca de seis meses.
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Quo Vadis Castilla-La Mancha?

La Tribuna de Talavera, 9 diciembre 2011



Parafraseando a Lee Marvin en La Leyenda de la ciudad sin nombre, sólo hay dos clases de regiones: las que van a alguna parte, y las que no van a ninguna. Castilla-La Mancha se ha ganado a pulso el territorio incierto donde divaga, tres décadas después de estrenar Autonomía. Ahora asistimos al desguace de una manera de hacer política, al cierre por derribo de unos esquemas que conformaron la Castilla-La Mancha que conocemos, la que sacó, mal o peor, a esta tierra del perdedero de las regiones condenadas al olvido desde el franquismo y más allá. Pero sólo a eso: al derribo. Y tirar abajo algo, un edificio, una ilusión, un sueño, es infinitamente más fácil que crear, que levantar, que construir.


Seis meses después aún no tenemos ni idea del proyecto de ejecución de la novísima Castilla-La Mancha, las máquinas revuelven una y otra vez la basura, los escombros. Pero nada de planos, de la filosofía de estadista que reclaman los tiempos. Sólo más de lo mismo, la vieja música tocada con instrumentos desafinados y toscos, como los de la Consejera de Agricultura, que no se ha enterado aún de la situación del Alto Guadiana, y de que también son suyas, al menos sobre el papel, las competencias de medio ambiente. Y esto, el apalancamiento que nos consume, es muy peligroso, pues si la planificación regional de las tres últimas décadas ha desembocado en un rotundo fracaso, ya deberían estar sobre la mesa el «plan director», aparte de la demagogia que ya cansa.

La presidenta de Castilla-La Mancha debería darse cuenta que lo que se la pide es la definición de región, lo que quiere, lo que va a hacer. Es muy preocupante el mercenarismo de diputados regionales que se van echando leches a Madrid, el 25%, incluido el jefe de la oposición, lo que sumado a que la presidenta está más en Génova que en Toledo, da el tono de la seriedad con la que nos tomamos Castilla-La Mancha. Y eso es muy preocupante. Como lo es el abandono a que se vuelve a condenar a Talavera de la Reina, porque en seis meses ya debería haber «algo». La marginación a que la Junta sometió a Talavera de la Reina durante 30 años simboliza el fracaso de la región. Ahora podríamos ser uno de los motores que levantara al resto de Castilla-La Mancha. Pero Bono y Barreda barrieron para casa, y ahora estamos en la cuneta, sin gasolina, sin que un banco nos preste un puto duro, sin calderilla para encender las luces de Navidad en este diciembre de niebla, oscuro y triste como él solo. Y, mientras, en Toledo tienen hasta para pistas de hielo, o en Ciudad Real su alcaldesa se asusta porque el paro supera el 11%. Las cosas, en el fondo, son como parecen.

Más gobierno, más apego a la tierra, más defender lo nuestro, y sobre todo definir el modelo de región. Porque ahora o nunca. Castilla-La Mancha no va a tener más oportunidades.
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La ciudad de la niebla

La Tribuna de Talavera, 2 diciembre 2011

Cuando vienes de lejos, qué sé yo, de Toledo, Madrid, o de las profundidades de la Jara, lo único que se ve de Talavera de la Reina es el faro/puente emergiendo de la niebla de este invierno espeso. No hay más. Una luz arriba y una sopa de niebla debajo, donde debería estar el río -los ríos-, la ciudad, la gente, la vida. Ya está contado y sentido en esta columna todo lo que nos ha llevado a la ruina: el abandono de las instituciones, la indolencia y molicie propias, el pesebrismo, la mansedumbre y el acostumbramiento, que como ovejas hemos ido/vamos al matadero sin rechistar. No aburro más. A esta ciudad, con la nocturnidad de la hijoputez más vernácula, le han matado estos últimos tiempos dos de sus árboles más singulares. Hay quien dirá que con la que está cayendo, que qué son dos árboles. Bien. Para mí simbolizan el tiempo/territorio que atraviesa Talavera de la Reina, incierto y oscuro, donde todo vale porque nada importa. Esta dejadez, el dejar hacer, el que todo vaya dando lo mismo, simboliza el fondo abisal al que ha llegado la ciudad, donde no importa lo bajo que se haya caído, porque el próximo dato lo superará, porque todo siempre es susceptible de ser increíblemente peor.

Ahora que nos cortan y envenenan las encinas y los fresnos, que se muere lo más sagrado de una tierra, sus árboles, sus monumentos naturales, es el momento de que Talavera de la Reina se plantee hacia dónde va. Es el momento de salir del agujero, pero sin hacer ni una concesión a Toledo, porque con esa medicina hemos tragado 30 años y sabemos cómo nos ha ido. Hacen falta ideas, fuerza, decisión y convencimiento en defender lo nuestro. Pagamos a los cargos electos democráticamente para que lo hagan. Pero no es suficiente. Hay que presionarlos y vigilarlos para que no se vendan a la orden de partido, al escalafón. Y, además, cada uno debe defender su parcela y plantear soluciones. 

Porque si no lo hacemos, algún anochecer, al llegar bajo la niebla, veremos que definitivamente ya no queda nada. Y no estamos tan lejos de ese día.  
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