viernes, 17 de febrero de 2012

La (segunda) bofetada de Cospedal a Talavera

La Tribuna de Talavera, 17 febrero 2012

La primera es el silencio ante el trasvase que succiona sin compasión la cabecera del Tajo este invierno de heladas negras. La segunda no incluir a Talavera en la nueva red de plataformas logísticas, consensuada no se olvide con la Junta, la de ahora. Albacete sí, Ciudad Real y Alcázar de San Juan, también. Y, cómo no, Toledo. Aquí nos viene la consejera de turno a vendemos el humo de siempre, que si un plan de empleo o desarrollo o como lo quieran llamar, «perfilándose aún», dice. Aún estoy esperando el de Bono. Pero las tajás siempre acaban en otro plato. Y esta película ya la hemos visto antes. ¿A que sí?

Cabalgamos a lomos de la «terrible inercia heredada» y Talavera de la Reina queda una vez más esquinada, aquí, en el lejano oeste de las rotondas asesinas. A verlas venir. Con palabras no se come, y andamos famélicos. No entiendo el pasotismo, servidumbre o sumisión de la Junta y especialmente de su presidenta ante el descomunal saqueo del Tajo y de Castilla-La Mancha, después del cuarto invierno más seco de los últimos 100 años. ¿Qué está pasando aquí? Siempre he pensado que el caudal del Alberche y del Tajo, simboliza el goteo mísero con que las administraciones nutren a esta ciudad. Es decir, las sobras y las peladuras.

¿Y Talavera? ¿Qué hacemos? ¿Nos sentamos y esperamos el plan de dinamización de la Junta, como tantos otros que no llegaron, y mientras nos convertimos definitivamente en el apeadero de mala muerte a donde nos han conducido 30 años de Autonomía? O se coge el toro por los cuernos, o esto se acaba. Porque si no empezamos a poner los puntos sobre las íes, mañana vendrá otra bofetada y pasado otra. Que ya sabemos a dónde conduce el silencio, el vasallaje político: al 35% de paro, a la pobreza gris de la ciudad, al frío de las calles tristes, al nadar lento de esta tierra que no sabe a dónde va ni dónde quedó su sitio. El alcalde debe saber en qué lado está; y decírselo y, sobre todo, demostrárselo a los ciudadanos: si con Talavera o con la orden y sumisión de partido. Que reflexione.

No es tiempo de llorar, sino de levantarse. Y lo tiene que hacer la ciudad. No se trata de ir contra nadie, sino a por lo nuestro, a por el futuro. No una ciudad a la espera de la siguiente patada en el culo, sino activa, tutelando y exigiendo al poder político. Sólo así se saldrá de ésta. No hay espacio para el optimismo; sí para la esperanza. O seguimos encajando bofetadas o levantamos Talavera. Ha llegado la hora de escoger.
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Homs

La Tribuna de Talavera, 10 febrero 2012

Dos vídeos en YouTube. Uno: imagen fija de tres minutos y medio grabada desde un móvil, desde dentro de un coche parado en la cuneta, en el que pasan de derecha a izquierda 32 tanques en una carretera de Siria, probablemente camino de la ciudad de Homs. Suenan los intermitentes y de fondo el ruido sordo de los camiones que transportan los tanques. Pasan hombres andando, señalan, otros en moto. No se los oye. En la autopista camiones de tropas, autobuses y coches. La vida. Otro vídeo, de unos días después: Homs bombardeada, grabado también desde un móvil. Cae un proyectil y revienta un edificio. Sale una humareda negra. Silba otro proyectil y destroza otro edificio. La ciudad, pixelada y arrasada, me recuerda a esas arquitecturas de barro y adobe del Sahara, al borde de su wadi y el verde de los huertos. Alá es grande repite una y otra vez quien graba la imagen, a cada explosión. Y estalla otra bomba.


Entre tanto ruido de esta semana me quedo con las imágenes de Siria. Tengo la impresión hace tiempo de asistir a uno de esos cambios de Era que se leen en los libros gordos y viejos. Homs ya lo he visto en Sarajevo, lo he leído en el Stalingrado de Grosman o en el Borodino de Tolstói. Y no sólo es el bombardeo de una ciudad, la masacre de la gente que la habita. En España sigue subiendo la presión, muy alta ya como se puede comprobar analizando lo que ha pasado con la sanción a Contador, o con el espectáculo de Garzón. Pan y circo, pero cada vez más circo y menos pan. España me recuerda al Tajo de los setenta en la Morana, cuando bajaba a él en invierno desde Patrocinio. Poco a poco el run run de río grande y con agua, con un metro de espuma, se iba haciendo más intenso al acercarte, tanto que al final todo era río, agua, rabia saltando la azuda de los Molinos de Abajo. España es un país de arreones, como buen toro manso. España, si fuera un río sería el Alberche, con sus avenidas relámpago que dicen los técnicos. España debería preocupar más de lo que lo hace a una casta política enrocada en su distancia con el pueblo, la gente, o como quieran llamarnos.

Hay que salir del ruido. Pero más bombardeos en las colinas de Homs. Quito el sonido. Traduzco los comentarios en árabe. Y en el derribo de un tiempo, en el cambio de Era, me pregunto si tendré que ver pasar algún día los tanques desde mis cunetas, si los grabaré como ahora fotografío los paisajes arrasados de este invierno. Ya no late el Tajo en los Molinos de Abajo, pero la presión sube en esta España varada en su desierto.
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Olmedas antiguas

La Tribuna, 3 febrero 2012

Las olmedas desnudas trepan por los vallejos. Me detengo en la cuneta. Paisaje de invierno seco. Paisaje de Castilla, con la sierra azul, tres pinceladas de nieve alta, niebla baja, suave, siembra amarilla rancheada de heladas. Labranza carcomida por la luz y el tiempo, adobe que se funde con la tierra, dos tres siglos después de que se hiciera tapial. Elanios en las señales de prohibido adelantar, aguanieves como oleajes de luz, blancas y suaves, ondulándose, subiendo, bajando, como una pieza de piano en la madrugada. Silencio.

Afuera, lejos de todo esto, del verde de la siembra, de la luz, del cenizo que pasa navegando su viento sobre la alambrada, lejos de todo, de la vida que ahora abarco..., allí en los territorios de la fábula, en las noticias de la radio, en las calles de los pueblos que cruzo, en los periódicos que ya no leo, en la gente triste, en las calles vacías, en la luz fría, en los escaparates desguazados, en el naufragio de los se vende y se alquila… afuera habita un territorio agotado, sin luz, vacío. La vida se ha ido, quién sabe a qué perdedero, como aquellos paisajes antiguos que están aquí, debajo, en otro tiempo, en el mismo lugar, superpuestos en capas infinitas y leves. Allí, lejos, en los lugares del destino la luz es fría, los paisajes viven de ángulos rectos, imposibles, artificiales. Aquí las besanas trazan su distancia perfecta, con las cogujadas y los terrones de tierra espesa y dura. El álamo vencido, el viento frío que entra en los pulmones y te dice que estás vivo.


En el lecho del río, vacío, una lavandera cruza despacio. Un galgo abandonado y apaleado me acompaña. Entre la arena brotan brillos de náyades, pedazos de cerámica azul, antiguos, pulidos por cien crecidas. El viento arranca las últimas hojas de los sauces, y se lleva un tiempo, un espacio. El tiempo ha dejado su piel, como una culebra, enganchada en este cambio de época, y lo que venga será algo nuevo, diferente. Arriba, las estrellas serán esta noche, abajo el río volverá, las piedras del castillo sabrán de su historia, como las bogas que esta primavera treparán por donde ahora están mis pies. Todo está escrito, como los surcos en la distancia, como el trazo del vuelo de la alondra, como las olmedas antiguas y desnudas que apuntan al cielo.
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Pobres y gilipollas

La Tribuna de Talavera, 27 enero 2012

De los polvos de 2004 entre Barreda y Narbona, del tú me dejas hacer la tubería a la Mancha/Reino de Don Quijote; y yo te dejo vía libre con el Alberche, acuden ahora los lodos de la realidad contumaz: Esperanza Aguirre inaugura una potabilizadora capaz de meterse al Alberche en vena, es decir, 370 hm3 al año, que viene a ser el 60% del consumo de Madrid. A partir de ahora, salvo algún año muy lluvioso, el Alberche terminará su vida en el embalse de Picadas, de donde sale el agua para Madrid y Toledo; al igual que el Tajo lo hace ahora en Bolarque. La liquidación definitiva de los regadíos del Canal Bajo del Alberche es sólo cuestión de tiempo. No hemos tenido ni tenemos, gobierne en Castilla-La Mancha el PSOE o el PP, nadie que defiende a los agricultores y ciudadanos de esta tierra; y nuestras aguas y ríos siempre han sido cromos para más “altos” logros de nuestros presidentes; y ahora, faltaría más, de nuestra presidenta.


Algún día, dentro de dos o tres décadas, alguien se pondrá a investigar lo que ocurrió en esta tierra a principios del siglo XXI, qué pasó para que cayéramos en tamaño agujero, el por qué de la discriminación dentro de este invento que probablemente ya no existirá y que se llamó Castilla-La Mancha. No sé a qué conclusiones llegará entre los papeles, hemerotecas y demás crónicas de lo vivido, pero no creo que salgamos muy bien parados los ciudadanos que tuvimos la responsabilidad de defender el castillo que luce el escudo de esta ciudad. Entonces, si vivimos, don Miguel Méndez y un servidor andaremos trepando cuerdas por Gredos, o subiendo las costanillas que la vida aún nos permita otear, y podremos darle nombres de traidores, felones, estómagos agradecidos; y también de muy buena gente que creyó en que es posible recuperar la ilusión. Llevamos más de cinco años advirtiendo de lo que se nos viene encima, la felonía mayúscula con esta tierra, el mirar para otro lado y silbar del representante público. De poco va sirviendo. Sobre nuestras cabezas los dos mayores trasvases de Europa Occidental: el del Tajo al Segura, y el del Alberche al sumidero de Madrid. Y todo el aparataje político regional y nacional en contra de que salgamos del pozo.

Es triste comprobar cómo somos tierra de saqueo, y los años pasan y se van perdiendo posiciones. Que se quedan sin agua los regantes del Alberche; que bebemos aguas residuales condensadas en Cazalegas, que el Tajo ya es un charcón infecto incluso en invierno… No importa. No estamos en el agujero que estamos por inercia. Las cosas no ocurren de un día para otro. Somos nuestros actos, nuestras omisiones. Y o cambiamos el rumbo o ya sabemos nuestra condena.
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La ley del Far West

La Tribuna de Talavera, 20 enero 2012

El Tajo es como ese pueblo sin ley ni Dios de las novelas manoseadas y marcadas de Lafuente Estefanía, pueblo de mala muerte y peor vida donde sólo se mueve el polvo y, cuando les vaga, bajan los pistoleros del rancho a robar lo que les interesa. Entran en el saloon, acojonan al barman, el pianista se pone a tocar rápido, nervioso; y el sheriff se arranca la placa del chaleco, que hoy es día libre. Los malos hacen de malos, miran por debajo de las faldas a las chicas del cancan y pegan patadas a las escupideras. Ha llegado otro orden. En el cementerio o –los más afortunados– desencantados y trampeando en las Rocosas, quedaron los forasteros de seis pies que un día llegaron a cambiar el orden. Nadie ha podido con ellos. La ley está hecha a su medida.

Hoy, si no lo remedia nadie, los forajidos del rancho del Levante llegarán al saloon, perdón, Ministerio de Medio Ambiente –o como se llame ahora–, pondrán las botas sobre la mesa, escupirán para marcar el territorio, y dirán que hay de lo mío, es decir, el Tajo. Ya se sabe, 264 hectómetros cúbicos para seis meses, que es tanto como son capaces de llevarse, que no gastar. En el territorio de los ríos y las aguas hay una ley especial para estos forajidos, no aceptan un no. Y sabes: o me das o atente a las consecuencias, esto es así.


En todas las historias, al final, siempre llega un forastero que acaba con los malos, uno por uno, despacio, que la editorial paga al peso. Y a esta novela le quedan pocas páginas. No sé si los nuevos inquilinos del saloon/Ministerio le pararán los pies a Murcia y al tinglado de intereses políticos y urbanísticos ligados al trasvase. No sé si la presidenta de Castilla-La Mancha querrá ejercer como tal o dejará vendida a esta tierra; no sé si el alcalde de Toledo continuará levitando con su margarita cansina; y el de Talavera seguirá… haciendo lo que haga. Pero ya huelen el Trasvase, el Tajo sin caudal todo el invierno, el que en Talavera nos estemos bebiendo los vertidos de residuales desde Picadas hasta Cazalegas; mientras el agua prístina se bombea a Toledo y a Madrid.

Ya se sabe: como en las historias redondas de John Ford, al final los buenos siempre acaban ganando, marcando silueta frente al Monument Valley. Esto no va a ser una excepción, y ya queda poco. Vamos a ver quién sale retratado, o quien acaba entre el polvo de la infamia cuando salgan las letras del The End mientras cruza la caballería. 
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