viernes, 17 de febrero de 2012

Olmedas antiguas

La Tribuna, 3 febrero 2012

Las olmedas desnudas trepan por los vallejos. Me detengo en la cuneta. Paisaje de invierno seco. Paisaje de Castilla, con la sierra azul, tres pinceladas de nieve alta, niebla baja, suave, siembra amarilla rancheada de heladas. Labranza carcomida por la luz y el tiempo, adobe que se funde con la tierra, dos tres siglos después de que se hiciera tapial. Elanios en las señales de prohibido adelantar, aguanieves como oleajes de luz, blancas y suaves, ondulándose, subiendo, bajando, como una pieza de piano en la madrugada. Silencio.

Afuera, lejos de todo esto, del verde de la siembra, de la luz, del cenizo que pasa navegando su viento sobre la alambrada, lejos de todo, de la vida que ahora abarco..., allí en los territorios de la fábula, en las noticias de la radio, en las calles de los pueblos que cruzo, en los periódicos que ya no leo, en la gente triste, en las calles vacías, en la luz fría, en los escaparates desguazados, en el naufragio de los se vende y se alquila… afuera habita un territorio agotado, sin luz, vacío. La vida se ha ido, quién sabe a qué perdedero, como aquellos paisajes antiguos que están aquí, debajo, en otro tiempo, en el mismo lugar, superpuestos en capas infinitas y leves. Allí, lejos, en los lugares del destino la luz es fría, los paisajes viven de ángulos rectos, imposibles, artificiales. Aquí las besanas trazan su distancia perfecta, con las cogujadas y los terrones de tierra espesa y dura. El álamo vencido, el viento frío que entra en los pulmones y te dice que estás vivo.


En el lecho del río, vacío, una lavandera cruza despacio. Un galgo abandonado y apaleado me acompaña. Entre la arena brotan brillos de náyades, pedazos de cerámica azul, antiguos, pulidos por cien crecidas. El viento arranca las últimas hojas de los sauces, y se lleva un tiempo, un espacio. El tiempo ha dejado su piel, como una culebra, enganchada en este cambio de época, y lo que venga será algo nuevo, diferente. Arriba, las estrellas serán esta noche, abajo el río volverá, las piedras del castillo sabrán de su historia, como las bogas que esta primavera treparán por donde ahora están mis pies. Todo está escrito, como los surcos en la distancia, como el trazo del vuelo de la alondra, como las olmedas antiguas y desnudas que apuntan al cielo.

No hay comentarios: