miércoles, 7 de octubre de 2009

EL ESTADO DEL MUNICIPIO

La Tribuna de Talavera, 2 de octubre 2009

Me gusta eso de que se juegue a ser mayor. Si no hubiera tenido que trabajar hubiera ido al debate del estado del municipio; si lo hubieran echado por la radio lo hubiera escuchado en cualquiera de los vericotales de la provincia de Talavera y aledañas. Pero no pudo ser. He intentado escribir del desastre del Berrocal, de las miles de encinas que ya no han soportado la sequía inmensa de este año (y del otro, y del otro, y de no sé cuantos). También he intentado escribir sobre los presupuestos del Estado para Castilla-La Mancha, de su generosidad sin limites, de porqué perdemos tanto, y porqué los de siempre se llevan más. Y del inquietante 6% de más que Extremadura se llevará, y lo que nos va a caer a cambio. O sobre los datos del último año hidrológico en la cuenca del Tajo, datos que sólo se pueden analizar en la página web de la Confederación Hidrográfica del Segura. E incluso he intentado escribir sobre las nubes holandesas que estos días lo llenan todo, como en un otoño antiguo y tibio; nubes bajas, detenidas sobre un paisaje de rayos lejanos ya en esta noche que cada vez llega antes. Pero tampoco ha salido. Y de lo que no quería escribir era sobre el debate del estado del municipio o como se llame. Pero uno no escribe de lo que quiere, sino de lo que sale. Y me sale una y otra vez la imagen de ruina y abandono de los polígonos de la periferia de Talavera. Los cierres echados, los grafitis llenándolo todo. Me sale la imagen de Talavera en desguace, la Talavera que he conocido desde siempre, ahora en vertiginoso desmantelamiento, con todo seco y marchito, como las encinas del Berrocal. Me sale la imagen de todo parado, de la ciudad con latido lento y tardo, a medio gas, asfixiada.

A mí, ya digo, me gusta que nuestros políticos de Talavera jueguen a ser mayores, ahora falta que nos lo creamos, y vayamos directos a por ello. El juego de ser sucursal ya nos ha dejado la estampa que contemplamos cada día. Los intereses de la ciudad y de sus ciudadanos se defienden, no con palabras, sino con hechos. Y los hechos son realidades, se tocan. Las palabras se escurren y cansan.

Hoy, de verdad, quería haber escrito de otra cosa. Quizá no pueda ser hasta que llueva y lleguen las grullas, y desaparezca el manto pardo del Berrocal. O quizá sea siempre así, como un otoño lento, de nubes estancadas y relámpagos a lo lejos.

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