jueves, 19 de mayo de 2011

Desactualizado

La Tribuna de Talavera, 6 mayo 2011

He de confesar que lo único que me importa estos días/semanas/meses de eso que se dice actualidad, se limita a las evoluciones y peripecias del nido de águila imperial de Cabañeros, en la webcam en directo de SEO/Birdlife. Esta mañana ha nacido el tercer pollo. Familia numerosa, sin carnet ni subvenciones, quizá algún conejo o perdiz de regalo en la raya de la raña. Nada más. Es un espectáculo de la naturaleza ver y escuchar el sonido del monte, la tenacidad de la pareja por incubar y sacar adelante la puesta, ya llueva, granice, truene, o el viento menee el alcornoque. La sinfonía del monte mediterráneo, la vida con mayúsculas. Debería colocarse un monitor con el sonido y la imagen en cada aula de cada colegio de este país, porque esto es la verdad, es la vida. El resto me da lo mismo

Como un submarino de las películas en blanco y negro de los cincuenta, en el fondo del océano, con los motores averiados, con los torpederos alemanes pasando por encima, y con el oxígeno acabándose. Esto es la realidad de España/Castilla-La Mancha/Talavera de la Reina. Pero como da lo mismo, tampoco voy a complicarme más la vida en decir más por qué, causas y efectos. En la España donde nunca pasa nada, de la inercia y la molicie, el problema son los árbitros que pitan o no pitan, que expulsan o hacen la vista gorda; no las Autonomías despilfarradoras en aeropuertos insensatos, que hacen leyes a la carta para amigos, hunden regiones, cajas y lo que se tercie; o los nacionalistas que cortan el bacalao y los presidentes de gobierno que los rinden pleitesía; o una España asimétrica, escorada hasta la náusea, que sólo se sostiene por el profundo analfabetismo patrio, y que tragamos porque estamos tan felices con esta gestión autonómica/cortijera. ¿Opinar? Hoy no toca. Ya he opinado bastante durante ocho años.

Me quedo con la verdad. Al menos la mía. Porque ver trocear un conejo a la hembra de imperial y con qué delicadeza alimenta a sus pollos; o pasear la orilla del Tiétar bravo de primavera, detrás de las nubes, eso sí es la verdad. El resto, títeres.

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