miércoles, 31 de agosto de 2011

-20 %

Dentro de un rato cogeré el coche y me iré a dar una vuelta por un pedazo de lo que los libros de geografía definen como Castilla-La Mancha, y los cronistas deportivos simplemente como la Mancha, visualizando en sus mentes estepas y páramos secos y agrietados, como una película del Oeste rodada en Almería. Iré a dar una vuelta, porque decir trabajar sería mucho. Todo está parado desde hace mucho tiempo, muchos años, todo languidece como las casas de pueblo que se dejan de enjalbegar un año, y otro, y al final se van desconchando y tomando ese color amarillo y van dejando ver por los agujeros los rollos y el barro de los adobes. Hemos pasado de la frontera, de la fiebre del oro, de los camiones llenos de ladrillos, de las furgonetas atestadas de currelas que iban a la obra, a la nada. Autovías nuevas y relucientes, vacías, con alguna liebre cruzando de vez en cuando. En los pueblos no hay nadie. Hay agujeros negros, silencios demasiado fuertes y graves.

Previsiblemente el gobierno reducirá el presupuesto de Castilla-La Mancha en un 20%. La actividad económica se ha reducido mucho más en este último lustro. Castilla-La Mancha es hoy una Comunidad autónoma sin identidad, el territorio con menor densidad de población de Europa Occidental. Sus recursos naturales (el agua) son esquilmados para que las regiones de la periferia (llámese Madrid, Murcia, Valencia) produzcan y crezcan. No hay ríos, porque nacen con el estigma del saqueo, como los diamantes o el petróleo de África. Dos millones de personas para una región de más de 80.000 km2, donde desde el primer día hasta el último no ha existido ni existe una visión de región, una hoja de ruta como dirían los cursis. Bono utilizó a Castilla-La Mancha; Barreda heredó el juguete cuando se cansó el hermano mayor, que ya se hartó de paletos, de hacer kilómetros y de dar vueltas en este universo que no es la Mancha, que es mucho más. Y ahora el PP, no sólo con la herencia que resolver, sino con el futuro por hacer.

Puede haber dos tipos de gobiernos: el de mercenarios o el de gente que se dedique a levantar esta tierra. Esto puede sonar a pueril, y quizá lo sea. Pero lo que no se puede permitir Castilla-La Mancha es seguir como está, sin identidad, sin razón de ser, sin viabilidad. Esta es una tierra pobre, inmensa, desierta, con una configuración territorial muy especial, aún por fraguar. Es muy débil para servir de banco de pruebas.
 

Queda trabajar, y mucho. Y si esta tierra no da para vivir, marcharse. Es la historia de esta Castilla del sur, antes y ahora. Si no da para vivir habrá que irse a otro sitio, la historia no es nueva. Pero, mientras, hoy a la carretera, a recorrer esta tierra grande, inabarcable, como los pescadores que una y otra vez echan las redes en mares agotados, profundamente azules, pero sin peces. Es lo que va quedando.

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