viernes, 16 de octubre de 2015

Los tiempos del Tajo

La Tribuna de Toledo, 16 octubre 2015


No se va a mover nada en el Tajo hasta más allá de las elecciones generales. Las piezas negras están colocadas sobre el tablero político, y las blancas, el Tajo y sus desguaces, andan ya escasas de efectivos y muy arrinconadas en el tablero. Políticamente no veo ganas en el gobierno de Castilla-La Mancha de dar guerra con el Tajo, es decir, defender los intereses de Castilla-La Mancha. Con el almacén de residuos nucleares de Villar de Cañas hubo mucha prisa en ampliar la Zona de Especial Protección de las Aves, pero no hay prisa en meter mano al problema del Tajo, a la seca de Entrepeñas y Buendía ya convertidos en inmensos barreños de lodo.

Me sorprendió que hace unos días el presidente Page no dedicara ni una palabra al problema del Tajo durante su intervención en la presentación del nuevo delegado de la Junta en Talavera. Ni una. Puede que haya un pacto de partido –uno más– para no tocar el asunto del Tajo antes de las generales. Ya se sabe: pactos de barones, que hay más votos en Levante que en la Mancha tagana, como dice la prensa mediterránea…, esas cosas que nos sabemos de corrido. El Tajo, aparte de donante universal, ha sido –y me temo que será– el cromo político o el comodín que usar en el momento adecuado por alguna prebenda política territorial o personal.

Las fichas negras del tablero se han organizado. Ahí está la ministra Tejerina vendiendo las excelencias de la política hidrológica de la era Rajoy, dejando de lado que desde Bruselas ya han dicho que las chapuzas de España no van a colar, y que los planes hidrológicos incumplen las directivas europeas. El nuevo plan de cuenca vuelve a dar una vuelta de tuerca definitiva al Tajo. Y desde los lobbys políticos y económicos trasvasistas ponen toda su artillería y llorera para pedir agua barata de donde sea y como sea.

Y en éstas en Castilla-La Mancha seguimos en nuestro particular pantano barométrico. Si el Ebro estuviese seco por un trasvase brutal a otra región, en Aragón, La Rioja o Cataluña no estarían en silencio, aplicando y acatando la sordina oficial. Si el Guadalquivir se hubiese trasvasado, en Andalucía no estarían con los brazos cruzados. Quizá al final nos tengamos merecido lo que nos toca. Cospedal se ha ido de rositas después de rehipotecar para décadas el Tajo y el futuro de buena parte de la región, y firmar un memorándum que quedará en los anales como una de las mayores traiciones a esta tierra. Y no pasa nada.

Viene el frío, el otoño, bajan las grullas. Quizá llueva, puede que no. Pero el Tajo continuará siendo un río preso en un preciso y diabólico aparataje jurídico y político. Hay que romperlo, destejer, desenredar el nudo que lo ata y mantiene en su Guantánamo. Hay que ponerse a trabajar a otro nivel. Y ya. El tablero y las piezas están. Vamos a mover pieza. O no.

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