domingo, 13 de febrero de 2011

Las grullas de los Golines

Cuando se hace definitivamente de noche miro a Gredos, a los doscientos o trescientos kilómetros que abarca la vista. La silueta de las cumbres dibuja en el cielo una línea quebrada, perfectamente definida bajo el resplandor de poniente. Gredos es una mole perfecta, sobre la que aparece y desaparece alguna luz, uno o dos coches que van subiendo por los puertos. No hay más, un pequeño brillo sobre la dehesa allí donde reposan Parrillas y Navalcán. La masa espesa de sierras y encinas que caen al Tiétar cierran este espacio donde Gredos, las estrellas, la luna creciente fina como una guadaña lo hacen todo, lo cierran todo, lo abren todo. El espacio es de las grullas, las dos o tres mil grullas que siguen bajando sobre los Golines. Vienen de todas direcciones, subiendo el Guadyerbas desde las dehesas de Extremadura, y desde el Este, del Tiétar, del Berrocal. Bajan en líneas sobre Mayuguiza, y pasan someras sobre el agua del embalse. Esta tarde la calma era absoluta sobre el embalse del Guadyerbas. Una espátula descansaba sobre un tocón., simétrica con su reflejo. Los ánades apiñados en la entrada de la Cañada. Silencio. Las nubes pasando lentas hacia poniente, el reflejo de Gredos sobre el embalse del Guadyerbas. El invierno sigue. Las aguanieves han venido para quedarse en los charcos de la dehesa. El silencio del invierno. Los ciervos cruzan el camino. Las carpas saltan en el embalse y las ondas se transportan muy lejos. Las primeras grullas vinieron volando bajas sobre el Dehesón del Encinar, giraron hacia el Este y se quedaron en la dehesa. Luego empezaron a entrar por encima de la cuerda de Calabazas, bajo el brillo de los neveros del Almanzor. Ahora los esqueletos de las encinas muertas exudan el rojo sangre del atardecer. Pasan dos cuervos, me ve el primero y tuercen el rumbo. Las grullas ya entran muy bajas, se escuchan perfectamente los siseos. Los volúmenes se pierden y las distancias desaparecen. La oscuridad es de los Golines, y sobre el tiempo vuelve a reposar el griterío antiguo de las grullas sobre la noche de febrero.

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