viernes, 20 de mayo de 2011

Piloto automático

La Tribuna de Talavera, 20 mayo 2011



En la vida o vas por las autovías o por las carreteras secundarias, por los caminos que te permiten ver y oler, pararte; y algunas veces despeñarte. El viernes pasado, en el puente de Almaraz, olvidado en sus silencios desde que hicieron la autovía, observaba al Tajo desde lo alto de una piedra. Olía a higuera y a ese olor profundo y espeso que siempre le acompaña. Entraban las tórtolas a sus nidos y los aviones a sus arquitecturas perfectas de barro, en el intradós, bajo el escudo del emperador. El reflejo de los arcos en el Tajo, por un momento fue más real que la propia piedra, elipse perfecta y tangible.


España llevaba muchos años con el piloto automático, dejando hacer a una clase política/mediática acomodada en el régimen que da para casi todos, menos para quienes pagan. Clases apesebradas, que son las mismas que ahora se asustan, o intentan aprovecharse, a partes iguales. Mientras los coches con la propaganda pasan bajo mi ventana, las caras sonrientes de aspirantes lo salpican todo, se tuitea una y otra vez el mismo mitin y los mismos eslóganes casposos, muchos no se han dado cuenta de que las cosas han llegado a un límite, que hace tiempo llegaron. Ese hasta aquí, o se reconoce o pasan cosas. España, como los materiales nobles, se resquebraja en silencio, sin hacer ruido; hasta que se parte. Y ya no hay arreglo. Los argumentos están en la calle. Es el ciudadano el que da la medida al político, marcándole el camino, la altura de miras. Y no al revés, como nos quieren convencer, con el asentimiento de una prensa aborregada, convertida en herramienta más del poder, del de siempre. Y la sociedad, dormida, pasmada, cansada, tiene su responsabilidad. Es quien ha dejado hacer, ha permitido lo que ha pasado. Todos somos responsables. Esta confusión define la España de hoy. La campaña electoral, deslavazada y de perfil bajo, sólo ha servido para medir el pulso débil del tejido político de clase, del que vive del asunto, o intenta vivir de él. Nada más, porque no es su misión sacarnos de ésta, sino nuestra obligación.

La vida es para mirarla desde arriba, a vuelo de vencejo, como las fotos de las plazas, de las manifestaciones, como el Tajo que pasa bajo la sombra de siglos de los puentes. Para olerla, sentirla y pelearla. Parte de España, la parte como siempre, ha desconectado el piloto automático. Vamos a ver dónde aterrizamos.

1 comentario:

Juan dijo...

La contemplación de la naturaleza y de nosotros mismos son hilo de la misma madeja. Quien es insensible a una es insensible a la otra. No es tu caso. Felicidades por este hermoso texto.