viernes, 10 de mayo de 2013

Landa

La Tribuna de Talavera, 10 mayo 2013



Landa en USA hubiera recibido varios Oscar y sería uno de los grandes de la historia del cine. Pero Landa es celtibérico y carpetovetónico, como el espécimen de Manolo, la nuit y eso marca. España es un país de complejos paridos desde lo profundo de la incultura que nos lleva y con que nos gobernamos. Landa fue uno de los grandes. La primera película suya que recuerdo fue allá por los setenta, en La Clave: Vente a Alemania, Pepe, una imagen de la España de ayer, que creíamos prehistórica, pero que hoy se repite aunque en vez de gastar boina lleva bajo el brazo los títulos de esa generación salida de los esfuerzos de aquellos padres emigrantes. Se cierra el círculo/ruedo ibérico. Landa en su filmografía es esa España de medio siglo: la España que se hace a sí misma cada mañana para acabar destruyéndose cada noche. Y vuelta a empezar. Landa es la España de suecas y Torremolinos; y la del bombeo Fonseca en Los subdesarrollados, España de cartón piedra, siempre lampando y aparentando, no por vicio, sino porque en este país para ser alguien hay que parecerlo y a veces hasta creérselo, como en El astronauta, aquella película en la que merecía haber trabajado Landa; y el Landa de Celedonio y yo somos así, o el más negro de Paco, el seguro. Y es la España que se pregunta a dónde va, y a dónde vamos cada uno, en Las verdes praderas.

«Bareta, dame el mechero o te quemo los huevos». Landa recorre en El crack ese Madrid imposible pero tan real de los primeros ochenta, los SEAT 131, el bar de carretera, la gasolinera, los dados y José María García en la radio. Landa será siempre Paco, el bajo de Los Santos Inocentes, esa historia que media España lleva impresa a fuego en el alma porque la otra media estaba (y estará) siempre arriba, en el balcón, con la señora marquesa y el señorito Iván con el cimbel; o con Crespo, el guarda mayor, que no es otra cosa que el lacayo de turno del poder, hoy disfrazo de concejal, alcalde o diputado de lo que sea.

Landa es el espejo de una España que ha cruzado medio siglo enganchada en los complejos y aspiraciones que ya amargaron a Cervantes, a Quevedo... Landa no es el landismo. Somos nosotros sacando pecho y metiendo tripa cuando pasan las suecas/complejos de toda la vida, o agachando la cabeza cuando el «poder» nos manda agarrar el palomo y subirnos al horcajo de la encina, o nos destierra a la raya; somos nosotros con la impotencia de los hijos que se tienen que volver a Alemania porque aquí no hay nada. Landa es esa España, es España, resumida en ese diálogo mítico en El crack: «–¿Qué tiene de postre? –Sí, señor, perdone: tenemos helado, flan, piña, melocotón en almíbar, queso, membrillo y fruta del tiempo. –Café solo, por favor.» Landa, uno de los más grandes. Descanse en paz.

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