viernes, 11 de octubre de 2013

Ciudades escrupulosamente destruidas

La Tribuna de Toledo, 11 octubre 2013

Al caminar, al pasear, al mirar por la ventana, al pisar las calles vacías, al contar uno tras otro los escaparates vacíos, te va tomando la seguridad de que esto no tiene solución, que no es un bache, sino una realidad que ha llegado para quedarse. Cruzar hoy Talavera de la Reina y contrastar el tiempo pasado, es enfrentar las dos o tres últimas décadas con la cuesta abajo imparable de los últimos años, la insoportable decadencia de mi ciudad, la absoluta parálisis política de antes y más de ahora si cabe… Toda una bofetada de lucidez. Todo se vio venir, todo se dejó y se deja por hacer, y ahora el desastre consecuente.

Da pena recorrer hoy Talavera de la Reina, despacio, observando, escuchando los silencios, sintiendo profundo y débil el latido cansino y asincrónico de su motor gastado y parcheado. Recorrer hoy Talavera de la Reina es como hacerlo por un bosque conocido y querido después de un incendio que se lo ha llevado casi todo por delante. Enormes huecos, vacíos donde antes había vida. Y el olor a desesperación, el sentimiento de que eso, el fuego, el desastre, el vacío, podían y debían haberse evitado. Que nada ocurre porque sí. Que siempre hay una causa, unos cómplices y muchos silencios.

A Talavera de la Reina le ha venido muy mal ese invento llamado Castilla-La Mancha. Le ha venido tan mal el ninguneo de los políticos arribistas de Toledo, como el dejarse hacer de los distintos ayuntamientos plegados a Bono, Barreda y ahora a Cospedal, no íbamos a ser menos. Y muy mal esa distancia sideral que se ha creado entre Toledo y Talavera, la primera, capital, próspera y con todas las prebendas inherentes al asunto; y la segunda mera piltrafa, rebajada y más picada y sangrada que un toro con casta en una plaza de tercera. Es lo que hay. Y al que no le guste, que analice el asunto. Y no es victimismo: es simplemente amargura y lucidez, a partes iguales.

Pasear hoy por Talavera de la Reina, pasar la palma de la mirada por sus miserias y desguaces, te dicta un tiempo acabado, un agotamiento consumado. La caligrafía perfecta de las ciudades escrupulosamente destruidas.  

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